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lunes, 5 de junio de 2017

Hachishakusama - Ocho Pies de Alto.

El 26 de Agosto del año 2008, el sitio japonés 2channel.net, aquél que inspiró la creación del ya casi mítico 4Chan; fue sede de una historia inusual que le puso los cabellos de punta a más de un usuario del sitio: La leyenda de Hachishakusama o traducido al español, 'Ocho pies de alto'.
La historia, escrita por el usuario identificado como "VFtYjtRnO", habla sobre un episodio en su infancia donde se encontró con una extraña entidad de corte Youkai, conocida como Hachishakusama u 'Ocho pies de alto', una espectral mujer gigantesca que asemeja de manera desconcertante en más de un sentido a la leyenda occidental de Slender Man. 
La anécdota en 2ch es la siguiente:

"El hogar de mis abuelos paternos estaba a dos horas de donde vivíamos, en una aldea pequeña de agricultores en la prefectura de Hokkaido. A veces me quedaba con ellos durante el verano y las vacaciones invernales, y siempre estaban contentos de verme... pero la última vez que los visité fue hace diez años, cuando estaba en el tercer año de preparatoria. Era mi vacación de primavera y me habían invitado a visitarlos, así que decidí tomar mi bicicleta y pedalear hasta allá.
Pese al clima cálido de primavera, al llegar al pueblo sentí como si la temperatura hubiese bajado, por lo que me detuve en un descanso junto al camino para tratar de calentarme en el sol que brillaba en lo alto. Entonces, escuché algo... inusual.

'Po. Po. Po. Po. Popopopo. Po.'

No era un ruido mecánico, era una voz humana. Extraña, pero una voz. 
Miré a todos lados, para ver si había alguien cerca, y solo ví un sombrero blanco de paja sobre el borde de un muro de setos. El sombrero se movía a lo largo de los setos, y al pasar por un espacio abierto entre dos de ellos, vi que era usado por una mujer que llevaba también un vestido blanco. Debía ser alta, pues el muro de setos debía medir más de dos metros de alto. No pensé mucho en ello, y de cualquier manera, la mujer desapareció detrás de una línea de árboles al cabo de unos segundos.
Lo único que se me ocurrió fue que, o la mujer estaba de paseo y llevaba tacones altos, o se trataba de un hombre vestido de mujer. Raro, pero no descabellado en un lugar tan lleno de turistas en esa época del año.

Horas más tarde, mientras tomaba té con mis abuelos y los ponía al tanto de mi vida, toqué el tema en la conversación y les comenté que se me hacía raro ver un travesti en un sitio tan alejado de la vida nocturna de Tokio. Por alguna razón, mencioné lo del 'po, po, po'.
Al decir esto, mis abuelos se asustaron. Mi abuelo me bombardeó con preguntas tales como cuándo lo había visto, qué tanto sobresalía de los setos o si la mujer se me había quedado viendo. Le respondí tan rápido como preguntaba, y entonces salió corriendo para llamar a alguien con el teléfono de pared en el pasillo fuera del comedor; cerrando la puerta tras de sí para que yo no pudiera escuchar la llamada.
La habitación se tornó silenciosa. La abuela sonreía cortésmente, pero parecía tener breves temblores por alguna razón. El abuelo regresó pronto y me dijo que esa noche me quedaría con ellos. Debo admitir que no comprendía el porqué de ese cambio tan brusco de actitud, y pregunté si se trataba de algún enfermo mental de la localidad o algo así, a lo que el abuelo me contestó que la abuela podía decirme.
La abuela se limitó a mirarme y decir que iría a buscar a una tal señora K. (K-San en el original).

Claramente asustada, la abuela me explicó lo siguiente:
"Creo que Hachishakusama se ha interesado en tí... pero no debemos preocuparnos. El abuelo está aquí para arreglarlo".

Entonces, la abuela me contó poco a poco que Hachishakusama no era una persona, si no un monstruo o espíritu de las montañas. Su nombre se debía a su tamaño, 8 shaku, el equivalente a decir '8 pies de alto' (Hachi - 8, Shaku - Pie, Sama - Persona). Su apariencia cambiaba, pero por lo regular era siempre una mujer muy alta que se reía con un 'Po Po Po' muy tétrico.
Y una vez que Hachishakusama se interesaba en una persona, los cazaba hasta matarlos. La última víctima del espíritu había sido un joven hace quince años, y eso llevó a un grupo de monjes budistas a sellarla en un altar cerca de la aldea usando cuatro estatuas de Jizo, una deidad protectora de los niños; cada una colocada en uno de los puntos cardinales. La aldea tenía una especie de 'acuerdo' con las aldeas cercanas, estableciendo que debían tener ciertos beneficios por haber encerrado a la bestia. Desde entonces, habían pasado más de una docena de años desde que Hachishakusama había matado a alguien.

En ese entonces no creí nada de ello, pero el abuelo recibió al poco tiempo a una mujer muy anciana. K-San, la señora, me entregó un talismán de papel y me ordenó mantenerlo conmigo todo el tiempo, entonces fue al piso de arriba con el abuelo. Intenté ir al baño, pero la abuela no me dejó ir e insistió en que tuviera la puerta abierta para que pudiera verme mientras hacía mis necesidades.
Aquí fue que entendí qué tan serio era el asunto.
Me condujeron a una habitación en el piso de arriba. La única ventana había sido cubierta con periódico, sobre el cual pegaron otro talismán; y en cada esquina había un bol con Morishio, sal sagrada, así como una caja de madera donde colocaron una estatua de Buda. 
K-San me dijo que debía quedarme en la habitación hasta las siete de la mañana, y que no podía salir bajo ninguna circunstancia. El abuelo me dejó en claro que ni él ni la abuela me hablarían hasta las siete, mientras que K-San me ordenó guardar conmigo el talismán y rezarle a Buda si me sentía asustado.

Tenía una televisión y una cama en la habitación. La abuela me dejó unos bocadillos e intenté ver el televisor un rato, pero no me sentía muy interesado en la programación. Tampoco tenía hambre, así que me acosté, me envolví en las cobijas y debí caer dormido eventualmente; porque lo siguiente que recuerdo es despertar por el ruido de un show nocturno en el televisor. Mi reloj marcaba la una de la mañana.
Entonces escuché algo pegando en la ventana.
Lo quise ignorar, pensando que debía ser la rama de un árbol afuera, pero el ruido continuó. Tenía té y bocadillos, y subí el volumen del aparato para ahogar los golpeteos. En ese momento escuché la voz del abuelo proveniente del pasillo:

'¿Estás bien? Está bien salir si tienes mucho miedo.'

Fui hacia la puerta, pero me detuve de golpe al recordar como había insistido el abuelo que no me dirigiría la palabra hasta el amanecer. Y otra vez lo escuché.

'Está bien, puedes venir'.

Quería que se tratara de la voz de mi abuelo, pero supe de inmediato que no lo era. Tuve escalofríos, y al mirar uno de los cuencos con sal, me di cuenta de que el contenido estaba volviéndose de un color oscuro.
Me planté frente a la estatua de Buda, apretujando el talismán con ambas manos mientras rezaba por ayuda. 

'Po, Po, Po, Po, Po.... Po, Po, Po...." La cosa afuera de la ventana había comenzado de nuevo, esta vez más insistente. Entonces, vi la silueta de una gran mano palmeando el cristal desde afuera... pese a que me encontraba en un segundo piso. No quedaba más que seguir rezando a Buda.
Fue una larga noche.
No recuerdo del todo lo que hice, más allá de rezar hasta que escuché el ruido de fondo proveniente del televisor. Eran las noticias matutinas, y el reloj en pantalla decía 7:13 AM. El golpe en el cristal se había detenido. La voz finalmente había callado. La sal en los cuencos estaba toda negra. Abrí la puerta con mucho cuidado, y el abuelo K-San estaban afuera; observándome con gestos de preocupación. La abuela, llorando, me dijo que todo estaría bien.
Mis padres ya estaban abajo, junto con un grupo de hombres alrededor de una camioneta frente a la casa. El auto de mi abuelo estaba adelante de la van, y el de mi padre estacionado detrás de esta. Me sentaron en medio de la van con ocho de los hombres sentados alrededor de mí; uno a cada lado, tres al frente y tres más en el asiento posterior. Un hombre más se colocó en el asiento del conductor y K-San en el del copiloto.
Se me ordenó cerrar los ojos y mantener la cabeza gacha, en dirección al piso del vehículo.

'¡Sólo tú puedes ver a Hachishakusama... y no la mires!'

Nuestro convoy salió despacio hacia el camino montañoso. No creo que hubiésemos recorrido veinte kilómetros antes de que K-San nos avisara que todo se pondría feo... entonces empezó a recitar frases y cándicos budistas. 

'Po, Po, Po, Po, Po...'

La escuché afuera.
Apreté el talismán contra mi pecho y traté de mantener la cabeza agachada, pero no resistí la curiosidad y miré hacia la ventana... oh, jodido error. Afuera, veía un vestido blanco que parecía estacionaro junto a la ventana... cuando viajábamos a una velocidad bastante considerable. La figura se movió, como si se inclinara para ver por la ventana... y ahogué un gemido. El hombre a mi derecha me dijo que cerrara los ojos y ya no los abriera hasta que fuera seguro.
Aunque nadie pudo verla, todos escucharon lo que pasó: Los golpes. No sé como, pero algo estaba aporreando cada ventana en la van al mismo tiempo. Duró un buen rato, hasta que K-San dejó de cantar y dijo que estábamos seguros. Los autos se detuvieron, y mi padre y aubelo les agradecieron a todos los hombres que no shabían ayudado; pues todos tenían cierto parentesco conmigo. La abuela y K-San esperaban confundir a Hachishakusama al rodearme de gente de mi mismo linaje, y el abuejo pasó toda la noche reuniendo a mis parientes; determinando que era más fácil escapar durante el día.
K-San me pidió mostrarle el amuleto.
Se había tornado negro totalmente.

K-San me dijo que todo estaría bien, pero de cualquier manera me entregó otro talismán que debía mantenerme seguro hasta llegar a casa. Mi padre condujo el resto del camino, y me explicó que durante su niñez, uno de sus amigos había sido descuestrado por Hachishakusama.
Tiempo después, hablé con mi abuelo por teléfono y él me confirmó que ni siquiera estaba en casa durante esa noche, así que la voz no era suya.
Hachishakusama ataca a los niños y adolescentes, así que el monstruo intenta hablar con la voz de un familiar para atraerlos; y también me comentó que al ir al templo, los ancianos de la comunidad descubrieron que una de las estatuas de Jizo había sido rota por alguien, y que los trozos de la estatua habían sido colocados en una línea recta en el camino que conducía desde el templo a la casa de mis abuelos. 
Mi abuelo falleció dos años atrás, y no se me permitió ir a su funeral. Aún intento convencerme de que se trató de una superstición, pero a veces, cuando estoy solo en casa o camino por la calle de noche, todavía escucho esa voz.

'Po. Po. Po. Po...'

Un análisis de Hachishakusama.
Hachishakusama en Fatal Frame: Maiden of Black Water.
La historia, como ocurre con sus contrapartes occidentales en las figuras de The Rake, Slender Man, Jeff the Killer, B.O.B. o Smiling Jack; está considerada como un Creepypasta, una historia de horror presentada usualmente como un cuento apócrifo que intenta mostrarlo como algo real.
Podemos determinar que Hachishakusama no es otra cosa más que un mito, pues no existen leyendas antiguas al respecto (como ocurre con otros Youkai japoneses) o más reportes de encuentros con este ser en el internet; ni aparece en la mitología de la prefectura de Hokkaido.
Claro que, si el ser es oriundo de una aldea japonesa remota, existe la posibilidad de que la leyenda no sea tan conocida al ser únicamente producto de la tradición oral... aunque también esto se descarta, pues existiría evidencia de desapariciones múltiples de niños y jóvenes durante varias décadas en Hokkaido.
Como ocurre con Slender Man, Hachishakusama y su leyenda se han vuelto populares en varios sitios que han reposteado la historia de 2ch.net. Con el tiempo, apareció fanart de corte anime y se le nombró en compendios de criaturas mitológicas; pero sin la existencia de más reportes que añadieran al mito y la convirtieran en un ser críptido como el Mothman, el Demonio de Jersey o inclusive los Jinmenken y la Kuchisake-Onna del mismo Japón.
Como ocurre comúnmente, se le añadió al imaginario colectivo de personajes de horror japoneses y aparece en varios mangas y videojuegos. Por ejemplo, la entrega de la serie Fatal Frame, Fatal Frame: Maiden of Black Water, del año 2014; presenta un espíritu conocido como 'la mujer alta' y que es descrito como una leyenda urbana en el lore del juego.
No es de sorprenderse entonces, que la imagen de la Mujer Alta haya aparecido en varios sitios como una ilustración para la leyenda de Hachishakusama.
Fanart de corte anime sobre Hachishakusama y Slender Man.
Su primera aparición en el internet occidental ocurre el 24 de Agosto de 2016, en la página Scary for Kids; conocida por sus historias y juegos relacionadas con creepypastas, explicando que 'Ocho Pies de Alto' no es más que una leyenda urbana.
En la versión publicada por Scary for Kids, cambian algunos datos. Por ejemplo, el protagonista es un joven americano que visitó a sus abuelos a los 8 años y concluye con el hecho de que jamás regresó a Japón; explicando que Hachishakusama podría encontrarlo en cuanto pusiera un pie en el país del sol naciente, lo que expande a gran escala los poderes y alcance del espíritu. También se le describe como una mujer con foz varonil, y la historia acaba con el narrador recibiendo una llamada de su abuela, diciéndole que es seguro volver a Japón, seguido de un sonido familiar.

Po. Po. Po. Po.

jueves, 27 de abril de 2017

Okinawa.

"Hace años estuve estacionado en la base estadounidense de Okinawa, en Japón.
Como sabrán, Okinawa es una isla japonesa literalmente cubierta por bases estadounidenses; y me tocó estar en la más pequeñas de todas, un campamento en el bosque llamado Camp Courtney.
Mi trabajo era de guardia, así que básicamente estaba sentado en una caseta chiquita con una oficina, una tele y un radio; y consistía en dar rondines por la noche y responder a llamadas de Camp Courtney por si había algo fuera de lugar.

Mi historia comienza en una noche de jueves. Me tocó montar guardia en medio de una tormenta jodida, un monsón. Rayos, vientos como de huracán, lluvia pesada y truenos que hacen temblar la tierra. Cliché, lo sé. Pero así era.
En fin, un vigía me llama para decirme que acaba de ver a una niña corriendo hacia el bosque cerca de la reja de entrada. Y sí, de inmediato pensé que era algo MUY raro. 
Aquí debo explicar que Okinawa es el lugar donde se luchó una de las últimas y más sangrientas batallas de la Segunda Guerra Mundial; y donde cientos, si no es que miles de civiles fueron asesinados. Así que sí, asumí que era un fantasma.
Llegué a la puerta completamente empapado y le pregunté al vigía sobre lo que había visto.

"No sé, viejo. Era una niña vestida de blanco. Parecía una enfermera y se fue por el camino que pasa por la puerta."

Me dieron escalofríos, y explicaré porqué:
En Japón hay tumbas grandes por todos lados, en especial en Okinawa. Y es extremadamente irrespetuoso pasar sobre de ellas. La gente dice que acabarás maldito si lo haces, de hecho. Las que teníamos en la base estaban prohibidas para nosotros, y había signos que decían en japonés y en inglés que solo los parientes de los muertos en las tumbas podían acercarse a ellas.
Bueno, joder.
Caminé hacia el camino y alumbré los pastizales. Nada. Llamé preguntando si alguien necesitaba ayuda, pero sin respuesta. Cansado, mojado y algo asustado, me dije a mi mismo que no valía la pena; y que además no quería pasar la noche cazando fantasmas. Le dije al vigía que seguro era un gato, y sí, me miró con la expresión que se están imaginando.
Dos horas después, otro vigía que acababa de llegar por el cambio de turno me llama y me dice que acaba de ver a alguien corriendo por el pasto. Con una mierda, eran las dos de la mañana y la tormenta empeoró muchísimo. 
Fui a revisar de nuevo, y le pregunté al vigía si era por casualidad una niña con un vestido blanco. Sí, era la niña. Y para ese momento ya tenía mucha curiosidad, así que me convencí de ir a revisar.
Salí, hice los llamados de procedimiento y nada. Caminé por los pastizales y entré al bosque, que más bien era como una jungla. Tuve esa sensación de arrepentimiento, pero seguí. Era tan oscuro que la lintena solo hacía que las cosas se vieran más tétricas, y a medio camino recordé que en esa época del año había un montón de serpientes y arañas bananeras de esas que parecen tarántulas.
Joder, joder, joder.
Me dije que seguiría caminando hasta ver el signo y luego volvería. No hay pierde, porque en realidad son unos letreros muy grandes y no hay forma de perderlos de vista. 
El bosque estaba callado, y para entonces la tormenta ya había disminuido. Me preocupó que el camino pareciera mucho más largo de lo que recordaba, pues ya había caminado el tiempo suficiente para ver el letrero y es más; con la oscuridad ya ni siquiera sabía si estaba en el camino que atravesaba el bosque. 
Perdido.

Me asusté.
Tomé una pausa táctica, respiré y traté de tranquilizarme diciendo que podía ser peor. Y justo me decía que podría haber estado en combate o algo así cuando escuché un llanto en la selva. La clase de gemido agudo que manda escalofríos por la espalda y te pone la piel de gallina. 
Grité, preguntando si había alguien ahí y el llanto solo se hizo más fuerte. Más y más, como si algo se acercara. Sentí una presencia detrás de mí. 
Decidí mandar todo al demonio y corrí hacia el sentido opuesto, o sea, más al interior de la selva. Me di cuenta de que no corría sobre lodo, si no algo duro. Miré hacia abajo y vi que era un camino empedrado. Estaba a seis metros de una de esas tumbas gigantes, así que le imploré a quien estuviese enterrado ahí que me perdonaran y que estaba perdido. 
El llanto volvió a sonar cerca de mí, lo que quiere decir que esta cosa me estaba siguiendo. 
Me congelé, y escuché que se acercaba más y más. 

"COG, ESTE ES ECO 3 ALFA RADIO. CAMBIO."

Salté en el aire y grité un poco. El radio acababa de sonar, y contesté. Me di cuenta de que el llanto ya había cesado. Así que decidí voltear hacia la tumba y... ahí estaba la jodida niña.
Una niña japonesa, pálida como la nieve y vestida de blanco.
Grité y corrí como un loco hasta que finalmente salí de la selva. Llegué a un punto diferente del campamento, así que no me quedó más que volver a mi puesto. Mojado, asustado y paranoico. 

Al día siguiente le conté a todos, y uno de los veteranos me dijo que muchos la habían visto, incluido él. Desde ese día, las luces de mi habitación se apagan por sí solas, escucho golpes en la ventana, se caen las cosas y pasan otras cosas raras.
Un día, las luces se apagaron y mi compañero de habitación y yo vimos una figura negra. Así que lo primero que pensamos fue en tomarle una foto.
Y aquí está.
Me siento mal cada que la veo.
Y no, no es falsa."

Historia extraída de 4Chan.

viernes, 7 de abril de 2017

0888-888-888: El número maldito.

A comienzos de la década pasada, la compañía de telefonía celular Mobitel, con sede en Bulgaria, emitió el número 0888-888-888; un número que a simple vista podría parecer únicamente inusual por la repetición de los dígitos, pero cuya historia se tornó en ejemplo de una de las primeras maldiciones relacionadas con la tecnología celular.
Como en una película de horror estilo 'The Ring' o 'One Missed Call', la posesión del número rápidamente se convirtió en un misterio; pues de manera coincidental o tal vez por obra de fenómenos paranormales, todo aquél que ha tenido el número en ese país muere de manera imprevista.

Vladimir Grashnov.
El primer propietario del 0888-888-888 fue el propio dueño de Mobitel, Vladimir Grashnov.
Al mes siguiente, Vladimir se vio víctima de un cáncer agresivo y falleció en el 2011, lo que desató los rumores de una maldición; ya que el equipo de Mobitel y familiares y conocidos del hombre lo reportaban como alguien en perfecto estado de salud, e incluso se manejó que podría haber sido asesinado por un rival de negocios usando materiales radioactivos que le indujeron la enfermedad.
Si bien para el lector podría parecer descabellado, el uso de materiales radioactivos para cometer asesinatos es algo conocido en Rusia y las ex-repúblicas soviéticas. Pero lo curioso de la muerte de Grazhnov es que no se le conocía enemigos y tenía un perfil público de empresario honesto.

Konstantin Dimitrov.
En el año 2003, el jefe criminal búlgaro Konstantin Dimitrov recibió el número pocos meses antes de su muerte a manos de un sicario rival.
Dimitrov, que se encontraba de viaje en los Países Bajos para supervisar una operación de tráfico de drogas, fue atacado en un restaurante de lujo en Ámsterdam por un asesino a sueldo de una banda rival.  Se sabe que Dimitrov estaba hablando por teléfono en el momento que el sicario entró al restaurante y abrió fuego contra su novia y él, hiriendo a la mujer de gravedad.
Fue aquí que se dispersó la idea de la maldición. 

Konstantin Dishliev.
El número permaneció sin ocupar hasta el año 2005, cuando le fue asignado al agente de bienes raíces llamado Konstantin Dishliev. 
Dishliev mantenía una doble vida como agente de bienes raíces y traficante de cocaína en las zonas más opulentas de Sofía, capital de Bulgaria. Al poco tiempo de conseguir el número, Dishliev salía de un restaurante de comida india cuando un tirador misterioso abrió fuego contra él, dándole varias veces y dejándolo moribundo en un charco de sangre. Después de unos días, la investigación de la policía búlgara reveló que Dishliev se encontraba inmiscuido en el tráfico de un cargamento de cocaína valuado en 130 millones de euros, el cual había sido confiscado en la aduana por la ley.

Estas tres muertes de figuras relativamente conocidas en Bulgaria desataron toda clase de especulaciones y un temor entre los usuarios de telefonía celular, impactando negativamente las ventas de equipos de teléfono en Bulgaria durante los años siguientes.
El daño a Mobitel fue tal que desde entonces, el número no fue reutilizado y el llamar a él solo obtiene como respuesta un mensaje pregrabado que indica que el número no está disponible o fuera del área de servicio. Mobitel, al ser cuestionada, se negó a responder y emitió un comunicado en el cual señalaba que no darían información sobre números individuales.

La llamada de la muerte.
En internet comenzaron a circular rumores a mediados del 2007 sobre llamadas desde el 0888-888-888 en Bulgaria; los cuales avisaban que si se recibía una llamada de este número, no se debía responder.
Los correos electrónicos y páginas sensacionalistas explicaban que al contestar, una señal de alta frecuencia saldría del auricular y atacaría al cerebro con la fuerza suficiente para causar una hemorragia y una muerte instantánea; y que decenas de personas ya habrían muerto por el fenómeno. La histeria colectiva llevó a la creación de teorías que iban desde experimentos del gobierno ruso hasta espíritus vengativos y demonios despertados a raíz de la construcción de una torre de telefonía sobre tierra sagrada.
Las compañías telefónicas de la región lanzaron campañas para explicar que esto era imposible, lo que de inmediato llevó al público a acusarlos de encubrimiento. Incluso circuló un documento emitido por un supuesto ejecutivo de Nokia, en el cual se detallaba que los teléfonos podían transmitir energía electromagnética con suficiente fuerza para afectar al cuerpo humano, ocasionándole ataques cardiacos y hemorragias internas.
Por supuesto, Nokia negó la información en el documento, descartándola como un trabajo de ficción y una leyenda urbana.

martes, 4 de abril de 2017

Espectros en Irak.

"En el año 2003 fui parte de un cuerpo de marines estacionados en Irak.
Además del combate, la miseria y todas las cosas horribles de la guerra, también tuve varios encuentros con lo sobrenatural. Recuerdo que en una ocasión fuimos enviados a explorar una ciudad bombardeada, ya que Inteligencia creía que ahí se encontraba un gran depósito de armas del ejército iraquí.
Recorrimos las ruinas por horas hasta dar con una trampilla de metal bloqueada por escombros. Al abrirla, vimos que daba paso a una escalera subterránea bastante profunda; por lo que el comandante intuyó que se trataba de un búnker y que posiblemente podría contener un gran almacén de armas e incluso combatientes ocultos.
Nos organizamos en equipos de cuatro para descender por las escaleras, lo que fue una tarea difícil gracias a los escombros. Al fondo se encontraba una gran puerta de hierro que a su vez conducía a un búnker, pero no encontramos armas. En lugar de ello, había instrumentos de tortura muy variados; e incluso una habitación llena de ceniza, con muchas huellas de manos en la pared.
Escuchábamos ruidos en los ductos de ventilación, pero la cámara de espionaje que enviamos por ellos no registró nada fuera de lo común. Se nos ordenó salir por la supuesta presencia de un agente químico que hizo sentir mal a varios del equipo y pasamos los días siguientes en la enfermería; sufriendo de vómito y fiebres intensas.

En otra ocasión nos tocó montar guardia en una vieja base aérea, al lado de la cual se alzaba un hospital antiguo de seis pisos y con paredes de arcilla. El lugar estaba en tan mal estado después de los bombardeos que las escaleras habían colapsado y no pudimos explorar los pisos superiores. En todo el tiempo que estuvimos en el lugar se escuchaban gritos y voces que venían de las zonas bloqueadas.

Pero de todo eso, lo más aterrador pasó en el campo aéreo conocido como H1.
Verán, los iraquíes sobrevivientes por lo regular saqueaban las áreas abandonadas y bombardeadas en busca de provisiones. Hospitales, bases militares, de la fuerza aérea e incluso el zoológico de Bagdad. Pero por alguna razón que no entendíamos, el H1 estaba intacto cuando llegamos; y nuestros guías iraquíes se negaban a pisar el lugar.
De manera oficial, el H1 también servía como una prisión en la cual Saddam encerraba a sus prisioneros y disidentes políticos, forzándolos a trabajar en una fábrica de armamento cercana hasta que morían por cansancio; y después de ello arrojaba los cuerpos en fosas comunes a lo largo de la base.
Nos quedamos en un edificio intacto del perímetro exterior, unas barracas muy mal equipadas y bastante frías. La fábrica de los prisioneros tampoco presentaba daño por los bombardeos y el combate en días anteriores, lo que me sorprendió mucho porque se trataba de un edificio construido con láminas de metal y páneles de madera. En fin, lo interesante de esta historia ocurrió durante una noche en que me tocó el turno de francotirador nocturno.

Esa noche, veía una luz parpadeando en la cima de la fábrica a través de los goggles de visión nocturna; la cual desaparecía cada que me los quitaba. Le conté al comandante y me ordenó ir a revisar, así que subí con un grupo de compañeros al tercer piso de la fábrica.
El lugar daba miedo, uno de esos sitios extraños que te dan un mal presentimiento en cuanto entras en ellos pese a que éramos cuatro soldados armados hasta los dientes. En cuanto entramos, el viento empezó a soplar y lanzó una polvareda que nos impedía respirar; así que cerramos las puertas de la bodega detrás de nosotros. Al subir las escaleras, pudimos escuchar un sonido como de metal rozando entre sí, pero no encontramos nada en ningún momento.
En el primer piso había una prisión conectada al edificio, y arruinada en gran parte. Mientras caminábamos por ella, un compañero apuntó con su linterna en una dirección y dijo que alcanzó a ver a un niño pequeño agazapado en una esquina; pero nadie más lo vio. Eso fue algo que omitimos en el reporte, porque lo achaqué a los nervios de mi compañero.
Pusimos sensores de movimiento en el perímetro, y se suponía que sonaran si algo pasaba a través de ellas. Y efectivamente, los sensores no dejaban de sonar; como si algo invisible pasara constantemente entre ellos.
Escuchábamos gritos cada noche, pero el comandante lo achacó a zorros del desierto y otros animales cuyas llamadas nocturnas sonaban parecidas. Así que eso lo ignoramos. Otros más dijeron que llegaban a escuchar los gritos de una mujer cerca de las ruinas de una cabaña, pero tampoco la encontramos."

miércoles, 7 de diciembre de 2016

El alien en el bosque.

Me encontraba en un parque, visitando a un amigo que tiene un hijo de la misma edad que el mío. El parque era pequeño, y consistía de una cancha de tenis, un campo de juegos y un sendero de concreto que rodeaba el parque. Pasando la cancha de tenis, solo había unos cuantos prados y muchos árboles.
Mientras nuestros niños jugaban, mi amigo y yo fuimos a caminar por el sendero hasta llegar a un pequeño camino de terracería que conducía directo a los bosques. Entramos en él un par de metros, pero nos detuvimos al escuchar algo. Ambos miramos a donde provenía el ruido, un pequeño barranco a unos veinticinco metros, y vimos algo moviéndose entre los árboles.
Nos mantuvimos en silencio y quietos cuando nos dimos cuenta de qué se trataba.

Al principio fue difícil verlo, porque era muy delgado y se movía lentamente. Y podríamos haberlo confundido con un árbol meciéndose en el viento, pero esta cosa no era un árbol. De hecho se movía como los pulpos en el agua, muy tranquilo y con movimientos lentos.
Para describirlo... bueno, imaginen una escoba. Pero en lugar de un cepillo, tenía muchas patitas largas y delgadas con las que caminaba por el suelo como un cangrejo. La parte al final del palo, lo que sería el extremo superior del mango, tenía una forma hinchada y deforme. 
Nos asustamos al verlo, porque no había una manera de explicar qué rayos era. No parecía un animal de la tierra, de hecho; porque ni siquiera los insectos se mueven así. 
Como ya dije, parecía un pulpo moviéndose en el fondo del océano, como en los documentales.
Sin decir algo, volvimos al campo de juegos, tomamos a los niños y salimos del lugar. Nunca he sabido como categorizarlo, pensar siquiera qué podría ser. Algún animal desconocido, una especie de insecto mutante o incluso un extraterrestre.
No sé. El solo contar la historia me da escalofríos.

Los maniquíes.

Esta historia ocurrió en 1999, no recuerdo exactamente el mes, solo que era una noche tormentosa y fría. En ese tiempo vivía con mis padres en Tranquility, California. Ese día decidí ir de fiesta con algunos amigos en la ciudad de San Joaquín, que está a unos cuatro kilómetros de Tranquility.
Estábamos pasando un buen rato, pero poco después de la medianoche tuve problemas con un tipo que estaba demasiado ebrio y causando problemas. Yo también había bebido demasiado, así que cuando nos separaron, decidí que era tiempo de volver a casa.
Había ido a la fiesta con un amigo mío, pero cuando lo busqué para pedirle que nos fuéramos, me dijeron que se había ido con alguien y sin decir donde había ido o cuando volvería. Bueno, de cualquier modo, no quería quedarme más tiempo y decidí caminar por la autopista que conecta las dos ciudades. Hubo algunos que intentaron persuadirme, diciéndome que era peligroso y que mejor me quedara, pero estaba demasiado ebrio como para hacerles caso.

Recuerdo bien que esa noche hacía un viento frío, y que definitivamente caminar esos cuatro kilómetros no fue la mejor decisión que pude haber tomado esa noche. Pensé que tal vez podría pedir aventón y a lo mejor alguien se detendría para llevarme.
Ya llevaba una tercera parte del camino cuando caí en cuenta de que había cometido un grave error. Debí haberme quedado y esperado a mi amigo. Fue en ese momento cuando vi las luces de un auto viniendo hacia mí, así que levanté el pulgar y esperé, pero el auto siguió de largo. Un par de minutos después, vi otro carro que venía por el camino y volví a hacer el gesto de pedir aventón. Además de que hacía frío, estaba comenzando una tormenta eléctrica y caían rayos por todos lados.
Pero nada. 
Decidí que era suficiente, así que me giré y pensé en regresar a San Joaquín cuando un tercer auto apareció en el camino. Saqué de nuevo el pulgar y por un momento, parecía que el auto pasaría de largo... hasta que se detuvo a unos quince metros de mí. Empecé a caminar hacia él, alegre de que por fin iba a conseguir un camino de vuelta a casa y a quitarme el frío.

Conforme me acercaba al auto, la puerta del conductor se abrió y salió un hombre. Ahí se me heló la sangre: Había algo muy raro en la manera en que salió. Como si sus movimientos fuesen tiesos e incómodos. Iba a decirle algo cuando un relámpago iluminó el cielo y pude verlo con claridad.
¡Se veía como uno de esos maniquís de tienda departamental! Tenía una expresión en blanco, con una ligera sonrisa , y caminaba con mucha dificultad. Iba a echar a correr cuando la puerta del copiloto se abrió y también apareció otra de esas cosas, pero esta era una mujer.  Otro rayo la iluminó, y efectivamente era otro maniquí.

Grité y corrí hacia un campo de maíz al lado de la carretera. Los tallos medían poco más de un metro ochenta de alto, y al parecer no tenía mucho de que los habían regado, porque la superficie era un lodazal que me cubría poco arriba de los tobillos.
Seguí sin detenerme, pese a lo difícil que era correr por el lodo. Al cabo de unos quince minutos, me detuve por un momento para recuperar el aliento. Y escuché el sonido de alguien caminando detrás de mí, agitando los maizales.
Me empezaba a sentir mareado, como si fuera a desmayarme. Recé porque esas cosas no me encontraran si eso pasaba, y permanecí no sé cuanto tiempo agachado y esperando. Escuché más movimiento en los maizales. Esas cosas me seguían buscando. 
Al final, pasó mucho tiempo hasta que escuché el ruido de las puertas de un automóvil cerrándose, seguido por el de un motor y el auto acelerando. Sobra decir que no volví a la carretera, si no que continué por el maizal hasta salir del otro lado. Para entonces me encontraba exhausto, y casi colapsé inconsciente. Esperé a las afueras de una granja hasta que amaneció, y entonces decidí regresar a San Joaquín.

Hasta hoy, pensándolo en retrospectiva, intento convencerme de que era alguien jugando bromas. Una pareja que buscara asustar gente en el camino por diversión. No sé. 
Pero de verdad, espero que así haya sido.
Porque si no, ¿qué eran esas cosas en al auto? ¿De dónde vinieron?
Y, ¿dónde podrán estar?

domingo, 20 de noviembre de 2016

Un Cocodrilo.

Hace unos años fui con amigos a pescar al Lago Okeechobee, en Florida. 
Para darles una idea respecto al giro de esta historia, basta mencionar que además de ser el séptimo lago más grande de los Estados Unidos; es también un camposanto para los Seminoles y otras tribus indígenas. 
Si eso no fuera suficiente, en 1928 el lago se desbordó e inundó varias comunidades cercanas. Más de 2,500 personas muertas cuando la marea del lago subió tres metros. A casi todos los enterraron en una fosa común, pero muchas personas acabaron arrastradas por el agua hasta el fondo del lago.
Como ya se imaginarán, hay muchas historias de fantasmas.
Pero en fin, hace tres años renté un bote y fui con amigos para ir de pesca durante la noche. El agua estaba tranquila, el clima era cálido y en general estuvimos pasado un buen rato. Poco después de la media noche, casi todos estaban demasiado ebrios como para seguir pescando; así que me quedé observando las estrellas.
Al poco tiempo tuve la extraña sensación de ser observado. Ya saben, cuando sientes que alguien te está clavando los ojos no con muy buenas intenciones. Miré a todos lados y fue que vi movimiento en el agua, justo a la derecha del bote.
Oh, carajo. Lo primero que pensé fue que se trataba de un cocodrilo. Son comunes en Okeechobee y bastante agresivos, así que tomé un remo y me preparé para pegarle y ahuyentarlo. 
Lo que vi, bueno, no era un cocodrilo. Aunque deseo que sí lo hubiera sido.
Era un cráneo que... bueno, a falta de una mejor palabra, flotaba sobre el agua.
Y me estaba observando.
Me asusté, y empecé a gritarle a mis amigos para que encendieran el bote y saliéramos hechos la mierda de ahí. El cráneo desapareció, pero empecé a escuchar algo muy grande salpicando el agua junto al bote; en el mismo lugar que esa cosa había estado.
Uno de mis amigos estaba lo suficientemente sobrio como para encender el motor. 
A la mañana siguiente, varios de ellos me preguntaron porqué reaccioné así la noche anterior. Qué había visto como para asustarme tanto en la noche.
Me tragué lo que había visto y les dije:
"Un cocodrilo."

Jamás les he dicho qué fue lo que pasó, porque para empezar, no me van a creer.
Solo puedo decirles que jamás he estado tan asustado en mi vida como esa noche. Y lo más extraño de todo fue que mi primer reacción no fue escapar, si no que durante los primeros dos o tres segundos lo primero que pasó por mi mente fue algo que no puedo explicar.
Algo así como una vocecita.
Una vocecita que me decía "Salta al agua".

domingo, 16 de octubre de 2016

Esperanza.


Hola, querido.
No sabes quién soy, pero te conozco. Soy uno de los tres demonios que se te asignaron al nacer. Verás, existen personas en este mundo destinadas a la grandeza, destinadas a experimentar vidas alegres y satisfactorias.
Tú, lo siento mucho, pero no eres de esas personas. Y es nuestro trabajo asegurarnos que así sea.
¿Quienes somos?
Oh, sí. Por supuesto. Qué maleducado he sido. Déjame presentarnos.

Vergüenza es mi hermano menor. El demonio en tu hombro izquierdo. Vergüenza te dice que eres un fenómeno, que esos pensamientos que tienes no son normales y que jamás serás aceptado en ningún lugar. Vergüenza te susurró al hombro esa vez que mamá te encontró tocándote cuando eras niño. Vergüenza es el que hace que te odies.

Miedo se sienta en el hombro derecho.
Es mi hermano más viejo, tanto como la vida misma. El miedo llena cada rincón oscuro con monstruos, convierte a cada extraño que ves en la calle en un asesino. El miedo te impide decirle a tu amor platónico lo que sientes. Te dice que es mejor no intentar hacer algo porque fallarás. 
El miedo te hace construir tu propia prisión.
¿Y quién soy yo? Bueno, soy el peor de tus demonios, pero eso es porque me ves como un amigo. Piensas en mí cuando no te queda otra cosa, porque vivo en tu corazón. Soy el que te obliga a resistir. El que prolonga tu tormento.

Sinceramente, Esperanza.

lunes, 26 de septiembre de 2016

La rana.


Mi abuelo tiene una casa en lo más profundo de los bosques, tan apartada de la civilización que lo único que podía hacer durante las vacaciones era salir al campo y atrapar serpientes o perseguir perros salvajes.
Era un niño estúpido y sin temor a nada, por eso dormía solo en una pequeña cabaña para huéspedes en la orilla del terreno; justo al borde de un pantano de agua salada infestado de mosquitos, serpientes y ranas enormes.
Lo que voy a contar me ocurrió durante unas vacaciones de verano, pues habíamos viajado para celebrar el cuatro de julio con el abuelo.  Ese día me sentía muy cansado por el viaje, por
eso llegué directamente a dormir en la cabaña. Estaba en ese lapso entre la consciencia y el sueño cuando me di cuenta de que algo no iba bien.
No se escuchaba un solo sonido.
El croar de las ranas, los pájaros en los árboles, las toneladas de mosquitos y bichos en los mosquiteros de la ventana... absolutamente nada.
Me quedé confundido, así que decidí echar un vistazo por la ventana. Oscuridad total.
Era ya de noche.
Mi curiosidad me obligó a vestirme, ponerme botas y rociarme de repelente para salir. Y al estar afuera, me asustó la quietud del ambiente... nada de movimiento, ruido o viento. En todos los años que llevaba yendo al lugar siempre había nubes de mosquitos rondando, alguna rana al borde del agua o incluso el ulular de un búho en los árboles.
¿Qué demonios pasaba?
Di una vuelta alrededor de la cabaña, esperando escuchar algo más que el ruido de mis pies sobre el pasto... y entonces vi el lago.
Había algo al otro extremo de la orilla, como a treinta metros de donde me encontraba. No se movía, pero era enorme. Como de la mitad de mi tamaño y mucho más ancho que yo. Eso bastó para que se fuera la valentía que me quedaba, porque recordé que no había nada tan grande viviendo cerca del lugar.
No podía ser un cerdo, un oso o algún animal que conociera.
Entonces, el bastardo croó.
Como una rana, pero mucho más fuerte.
Me caí de espaldas por el susto, y eso debió haberlo alertado porque la cosa se giró y saltó al pantano. Pensé que venía por mí, así que corrí de vuelta a casa y me encerré a cal y canto.
Jamás le dije a nadie, y no me he vuelto a acercar al pantano desde entonces.
Hasta el día de hoy, duermo en la casa principal cada que visito al abuelo.

jueves, 22 de septiembre de 2016

En la playa.


Esto sucedió durante unas vacaciones en Fiji con una amiga y su familia.
Durante una noche, su papá nos contó una historia sobre el camino que recorríamos cada que íbamos a la playa. El camino era como cualquier otro, con la diferencia de que a un costado había una zanja de metro y medio de profundidad por la cual corría un pequeño riachuelo.
Como sea, su padre nos contó que hace años había una chica que solía recorrer ese camino todos los días para ir a la escuela. Una chica hermosa y que era conocida por todos gracias a la falda larga que usaba siempre.
Un día, sin embargo, se perdió sin dejar rastro.

A la policía le tomó cinco días encontrarla en la zanja a un costado del camino. Cuando la hallaron, se dieron cuenta de que había sido violada, mutilada y decapitada. Su cabeza jamás apareció, aún cuando la policía rastreó la zona de manera extensiva.
Su cuerpo fue subido a una camioneta y llevado al forense para determinar la fecha exacta de su muerte. Pero, y aquí comienza lo espeluznante, es que el cuerpo ya no se encontraba en el vehículo cuando los oficiales decidieron bajarlo.

¿Cómo era posible?
Nadie lo sabe, lo que es cierto es que al día siguiente lo volvieron a encontrar en la zanja y en la misma posición que cuando fue descubierta. Eso asustó a los detectives, pero decidieron seguir con su trabajo y llevárselo otra vez. Así que, ya se imaginarán que estaban muertos de miedo cuando volvió a ocurrir lo mismo.
Luego de varios intentos más, los oficiales decidieron rendirse y enterrar el cuerpo en la zanja.

De vuelta a mi viaje, ese día tuvimos mucha diversión en la playa, y ya era de noche cuando volvíamos a casa por el camino. A mitad del trayecto, vimos a una chica caminando del lado del camino en que se ubicaba la zanja. Era bonita y llevaba una falda larga. También tenía el cabello muy corto, lo que no era muy de mi agrado pero en cierto modo le iba bien.
El papá de mi amiga también la miró, aunque de manera diferente... porque nos dijo que no volteáramos mientras la pasábamos de largo.

No pude evitarlo.
Sentía que debía echarle un último vistazo. Así que volteé.
Lo que vi fue a una "mujer" sin cabeza caminando rumbo a la playa.

martes, 30 de agosto de 2016

Búsqueda y Rescate.

No sabía donde postear estas historias, así que se me ocurrió compartirlas aquí.
He trabajado como oficial de Búsqueda y Rescate para el Servicio Forestal de los Estados Unidos, y durante mi carrera he visto ciertas cosas que quizás puedan interesarles.

Tengo un buen récord en localizar gente perdida. 
La mayor parte de las veces se trata de personas que se apartan del camino o caen de un risco pequeño y ya no pueden encontrar como volver; así que se quedan en un lugar y esperan el rescate. Esos son los fáciles.
Pero hubo dos casos en los que eso no ocurrió. Me molestan hasta la fecha, de hecho; y los uso como motivación cada que nos llega un nuevo reporte de desaparición. El primero fue un niño que estaba recogiendo bayas con sus padres: Su hermana y él desaparecieron al mismo tiempo.
Sus padres los perdieron de vista por unos segundos , lo suficiente para que los chicos pudieran apartarse de ellos.
Al no encontrarlos por su cuenta, nos llamaron para ir a peinar el área. Encontramos a la niña muy rápido, y cuando le preguntamos por su hermano nos dijo que se lo había llevado "el hombre oso". Nos contó que el hombre le dio bayas y le pidió que guardara silencio, que quería jugar con su hermano por un momento. 
La última vez que vio a su hermano, el niño iba sobre los hombros del "hombre oso", bastante tranquilo. Claro que pesamos que se trataba de un secuestro, pero jamás encontramos evidencia de que hubiese otro ser humano en el área. La niña insistía que no era un hombre normal, y que tenía "una cara extraña". 
Buscamos por semanas, pero nunca encontramos rastro del niño.
El segundo caso fue el de una mujer joven que había estado caminando con su madre y abuela. De acuerdo a la madre, la chica subió a un árbol para ver mejor el bosque, pero jamás bajó de las ramas. Esperaron en la base del árbol por horas, llamándola hasta que decidieron buscar ayuda. Como en el primer caso, buscamos por todos lados pero no logramos hallar siquiera un rastro de la chica.
No tengo idea de donde pudo haber ido, porque ni su madre ni la abuela la vieron bajar.

En ciertos casos, he estado acompañado por un perro de rescate que me guía a riscos verticales. No colinas, no laderas de montañas. Riscos afilados en los que nadie podría trepar ni con equipo de escalada. 
Eso me perturba. Porque por lo regular encontramos a la persona en cuestión en la cima del acantilado sin explicación de como llegó ahí.

Un caso particularmente triste involucró la recuperación de un cuerpo. 
Una niña de nueve años cayó por un acantilado y terminó empalada en un árbol al fondo. Fue un accidente terrible, y nunca olvidaré el grito de su madre cuando le conté qué había pasado. Vio la bolsa para cadáveres siendo subida a una ambulancia y dejó salir el llanto más desgarrador que jamás he escuchado.
Fue como si toda su vida se desmoronara en torno a ella y una parte de sí hubiese muerto con su hija. Un tiempo después escuché de otro oficial de rescate que se había suicidado unas semanas después, pues no pudo vivir con lo que había pasado.

En otra ocasión tuvimos que trabajar en equipos y usando armas porque llegaron reportes de osos en el área. Esa vez estábamos buscando a un tipo que no había regresado de un viaje de escalada; y lo encontramos atrapado en una zanja con una pierna rota.
No fue bonito. Llevaba casi dos días ahí, y su pierna se había infectado. Logramos treparlo a un helicóptero y por lo que escuché de los paramédicos, el tipo estaba inconsolable. Decía que había logrado subir un acantilado sin problemas, pero al llegar a la cima se encontró con que ya había alguien ahí.
Se le hizo raro que el hombre no llevara equipo para escalar o herramientas, y que únicamente vistiera con un abrigo parka y pantalones de ski.
Se le acercó para hablar con él, pero  al hacerlo éste volteó y en donde debía estar su rostro solo había un espacio en blanco, como un lienzo de carne. Eso asustó al escalador y lo hizo caer por la orilla de la montaña; donde quedó atrapado. 
Escuchó al sujeto sin cara gritando toda la noche, bajando por la ladera de la montaña y emitiendo gemidos ahogados. Eso me asustó muchísimo, y agradezco el no haber estado ahí para escuchar la historia de boca del escalador.

De las cosas que personalmente me han pasado, una que recuerdo bien involucra la búsqueda de una mujer joven que se separó de su grupo de escalada. Estuvimos afuera toda la noche, y la encontramos hecha un ovillo bajo un tronco podrido.
Le faltaban los zapatos y la mochila, y claramente estaba en shock. No tenía heridas, así que pudimos hacerla caminar junto a nosotros de vuelta a la base. A lo largo del camino volteaba constantemente hacia atrás y nos preguntaba porqué "ese hombre grande con ojos negros" nos estaba siguiendo.
No vimos a nadie, así que tuvimos qué descartarlo como un síntoma de shock. Pero mientras más nos acercábamos a la base, la mujer se agitaba más. Me suplicaba que le dijera al tipo que dejara de "hacerle gestos", al grado de que se detuvo, giró y empezó a gritarle al bosque que la dejara en paz.
Gritaba que no iba a ir con él, y que tampoco iba a permitir que nos llevara. Al cabo de un rato logramos moverla, y fue entonces que escuchamos unos ruidos que parecían venir de todos lados. Era casi como una tos, pero con ritmo definido y más profunda. Algo como el ruido que hace un insecto, pero más fuerte; porque no tengo una mejor forma de describirlo. Cuando estábamos cerca de la base, la mujer me miró y vi que sus ojos estaban tan abiertos como era posible. Me sujetó por el hombro y dijo: "Él dice que camines rápido, que no le gusta ver la cicatriz en tu cuello".
Sí. Tengo una cicatriz pequeña en la base del cuello pero quedaba oculta bajo el cuello de mi camisa, así que no tengo ni idea de como fue que la mujer la vio. Después de que dijera eso escuché una tos extraña junto a mi oído, y eso me hizo saltar. La apresuré a entrar a la base, tratando de no mostrar qué tan asustado estaba, pero sí puedo decirles que estuve condenadamente feliz de dejar el área esa noche.

La última historia que contaré es tal vez la más extraña.
No sé si sea algo constante en todas las unidades de Búsqueda y Rescate, pero en la mía es una especie de cosa secreta con la que nos topamos de vez en cuando.
Pueden intentar preguntarle a otros oficiales de ByR, pero incluso si saben de qué hablan no creo que les comenten algo al respecto. De hecho, nuestros superiores nos pidieron no hablar de ello y a estas alturas estamos tan acostumbrados que ni siquiera nos parece extraño.
En cada caso que involucra adentrarnos en los bosques, y hablo de entre 50 y 70 kilómetros en el interior del bosque; siempre llega un momento en que encontramos una escalera en el bosque. Sí, una escalera. Como la de una casa.
Pregunté de qué se trataba la primera vez que la encontré, y el oficial que me acompañaba me respondió que perdiera cuidado, que era algo normal. Todos a los que les pregunté contestaron lo mismo. Quería verlas y saber de qué se trataba, pero se me dijo de manera muy enfática que jamás me les acercara.
Ahora solo las ignoro porque las veo muy seguido.

domingo, 5 de junio de 2016

Kara.

"Comparto un dormitorio en la universidad de las artes de Filadelfia con una chica llamada Kara. Ella es vocalista de jazz, pero su principal interés es la ópera. Compartimos un departamento en el sexto piso de un dormitorio llamado Juniper Hall.
Las paredes son bastante delgadas, y por lo regular sus cantos no me dejaban dormir al inicio.
Luego de un mes o más de sueño perdido, la convencí de practicar por las noches en el estudio de música en el teatro Merriam, que se encuentra a una cuadra del dormitorio.

A eso de las ocho de la noche, Kara me dijo que se quedaría practicando hasta noche para un recital próximo, y que quizás no volvería a casa hasta pasada la media noche. Genial, pensé, pues eso significaba que podría ir a dormir temprano luego de un terrible día en el estudio de actuación. Kara me dijo buenas noches y salió con una taza de café en una mano y una hoja de partituras en la otra.
Cociné queso a la parrilla y sopa, devoré mi cena y de inmediato me preparé para ir a la cama. Para cuando salí de la ducha, mis párpados ya pesaban tanto que apenas y podía cepillarme los dientes. Me cambié a mis pijamas y trepé a la cama superior de nuestra litera. 
Quedé noqueada tan pronto como mi cabeza tocó la almohada.

Desperté al escuchar la puerta cerrándose.
 Abrí mis ojos y revisé medio dormida la pantalla de mi teléfono: medianoche en punto. Me rodé y volví a cerrar los ojos. Escuché los pasos de Kara en el dormitorio, deteniéndose al llegar a la litera. A lo mejor se cercioró de que estaba dormida, pensé. 
Se dejó caer en la cama, lo cual me pareció raro, porque Kara siempre se lavaba la boca y el rostro antes de acostarse. El colchón inferior crujió y después no hubo más ruido.

No ha pasado mucho tiempo cuando estoy a punto de dormirme otra vez.
Estoy en esa frontera entre la consciencia y el sueño cuando algo me despierta.
Un ruido.
Una llave en la cerradura.
La puerta abriéndose.
Kara entra al departamento, tarareando una tonada de ópera.
El colchón debajo de mí acaba de crujir."

domingo, 22 de mayo de 2016

El extraño caso del Señor Raro.

Retrato hecho a partir de descripciones de testigos.
La historia de la entidad conocida como "El Señor Raro" puede ser poco conocida en relación a otras extrañas criaturas que, de acuerdo a la mitología y los reportes apócrifos encontrados en la internet, rondan por las noches en varios lugares del mundo.
Pero este ser en específico ha sido rastreado exhaustivamente por un criptozoólogo cuyos hallazgos pueden ser encontrados en lo más profundo de la Deep Web y algunos de los "chans" más difíciles de acceder; resulta inclusive más perturbador que el mismo Slender Man o las abominaciones que pululan en los pasillos de la fundación SCP.

El primer reporte de la aparición de este ser, del "Señor Raro" tuvo lugar en 1969, cuando un grupo de amigos que acampaban en un popular parque nacional de Estados Unidos dijeron haber sido despertados en la noche por una pavorosa aparición: Lo que parecía ser la cabeza de un hombre calvo unida a un cuello imposiblemente largo, que se introducía lentamente a la tienda de campaña como si fuese una serpiente.
Los campistas se aterraron y sus gritos hicieron huir a la criatura, que desapareció entre los árboles del parque. 

Pero el encuentro no quedó ahí. Otros campistas en el parque han tenido encuentros similares, e inclusive un hombre dice que la criatura le mordió la pierna derecha; la cual mostraba rasgos de haber sido desgarrada, lo que los médicos locales achacaron a un oso, un lobo o un puma.
Los encuentros co el "Señor Raro" parecieron terminar a mediados de la década de 1970, pero hasta el día de hoy los campistas y excursionistas dicen sentirse observados al estar en los caminos del bosque; como si una presencia invisible los acechara desde los árboles.

En 1986, una ciudad del Medio Oeste norteamericano comenzó a sufrir un pánico moral cuando varias personas dijeron haber sido atacadas durante la noche por la cabeza de un hombre pegada a un cuello de serpiente, y que jamás podían ver alguna otra parte del cuerpo que no fuera la cabeza o el cuello aparentemente infinito.
Aquí existe una discrepancia en la historia, pues algunos reportan que el ser es gigantesco, mientras que otros dicen que apenas es más grande que un humano.
Estos ataques citadinos son decididamente más violentos que los ocurridos a finales de 1960 y la década de 1970, con la gente culpando al "Señor Raro" por la desaparición de mascotas y niños, culminando en un caso en el cual un hombre fue sentenciado por asesinar a su familia entera, a lo que defendía que lo hizo porque "estaban siendo devorados por un hombre serpiente".
A raíz de esto, un grupo de vigilantes decidió patrullar las calles, e incluso se dice que lograron matar al ser; aunque jamás se halló cuerpo alguno.

La historia del "Señor Raro" volvió a resurgir a finales de 1990, cuando varios reportes extraños surgieron en diversos lugares del mundo. Se decía que la gente era atacada por un ser sobrenatural capaz de emerger a través de pantallas de televisión, monitores de computadora e incluso bajo la cama de una víctima.
De nuevo, los relatos decían que se trataba de un hombre calvo (o la cabeza de este) unida a un cuello largo, y con el resto del cuerpo invisible o sencillamente fuera de la vista gracias a la longitud del cuello.
Hasta el día de hoy, nadie sabe si esta entidad es un espectro, alienígena o demonio. Pero si algo es seguro, es que aún se encuentra libre y puede aparecer en cualquier lugar, en cualquier momento.

lunes, 16 de mayo de 2016

Genius loci

Hay cosas que habitan más allá de las luces de la calle.
Cosas extrañas. 
Monstruos de madera torcida. De carne putrefacta y odio.
Se alimentan de nosotros, porque somos su presa... no somos más que criaturas pequeñas que se arrastran, bolsas de sangre y hueso listas para ser comidas con gusto.
Pero tienen un punto débil. Le temen al fuego, a la luz que hemos creado. A esa herencia como parte de la humanidad... hemos creado el hierro a partir de la piedra. Domado el fuego, el rayo y el agua para servir a nuestras ciudades. Incluso convertimos a los lobos en nuestros más fieles amigos. Criamos muros para mantener a las pesadillas lejos de nosotros.
Nuestros muros crecieron más y más gruesos, y ya no eran de piedra, lodo y madera. Eran amplias telarañas de luz y sonido, fuerzas invisibles que cubrieron todo el planeta e hicieron huir a las pesadillas; obligándolas a esconderse en las sombras de las montañas, bosques y océanos.
Pero no desarrolles una falsa seguridad.
Porque siguen ahí afuera.
Esperando. Hambrientas.
Algunas tienen tanta hambre que se atreven a atacar los muros, a ocultarse fuera de la luz y acechar a los desafortunados que caminan en los callejones oscuros.
Otros son lo suficientemente temerarios para salir al descubierto y recordarnos que allá afuera hay cosas más peligrosas que nosotros. 
Antes teníamos campeones para defendernos. Héroes legendarios que armados con la esperanza y la luz, mataban a los dragones y demonios que aún rondaban por el mundo. Pero ahora somos una raza de pensadores, no de guerreros; y ya no hay campeones entre nosotros.
Ninguno más que nuestros muros.

¿Recuerdas porqué tenías juguetes cuando eras niño?
Los abrazabas, los adorabas y todas las noches ibas a dormir rodeado de ellos. Te escondías entre ellos. Porque eran tu defensa, una manera de asegurarte que los monstruos de tu armario y los fantasmas de debajo de la cama no te atraparan. Los juguetes peleaban ferozmente por tí, porque te amaban. Y los monstruos siempre eran derrotados para que pudieras dormir tranquilo.
Aunque naturalmente, los abandonaste. Te hiciste demasiado maduro para esas cosas infantiles, y te hiciste a la idea de que no había monstruos en el armario. 
Pero estás equivocado.
Los monstruos están allá afuera. Esperan por tí más allá del alcance de las luces de tu calle. Y saben que no tienes más tótems, ángeles guardianes o amigos imaginarios que te protejan.
Pero de todos modos, de alguna manera sabes que todo estará bien. Siempre tienes esa sensación de que alguien mira por sobre tu hombro con bondad, mantiene los caminos seguros, te defiende del mal y mantiene el mundo girando como debe ser.
Confías en tu ciudad. En lo que representa. Justo como confiabas en tus juguetes y amigos imaginarios. 
Porque al igual que los juguetes, la ciudad te ama.
Y va a pelear por tí.

En la mitología romana un genius loci es el espíritu protector de un lugar, frecuentemente representado como una serpiente. Literalmente significa el espíritu de la casa en el folclore eslavo. En la actualidad, este término se refiere generalmente a los aspectos característicos o distintivos de un lugar y no necesariamente a un espíritu guardián.

La enfermera de Ciudad Satélite.

Lo siguiente ocurrió hace años en Ciudad Satélite, una zona al norte de la Ciudad de México.
Transcurrían poco más de las once de la noche cuando un taxista descargó a su pasaje en Periférico. Sabiendo que aún a esa hora de la noche, el tráfico en tal arteria vial podía tornarse lento gracias a los camiones de carga provenientes de las zonas industriales de Cuautitlán y Tultitlán, el conductor decidió tomar un atajo por calles pequeñas en paralelo a Periférico.
Encendió la radio para hacerse compañía, y no llevaba mucho en su trayecto de vuelta al Distrito Federal cuando pasó frente a una clínica del Seguro Social. Al transitar frente al hospital, vio a una joven enfermera sobre la banqueta, la cual alzaba la mano en alto para hacerle la parada.
Siendo temprano en su jornada laboral y no queriendo desperdiciar un cliente, se detuvo para que la joven abordara. De inmediato notó que parecía muy nerviosa cuando le indicó que por favor la llevara a la estación de metro más cercana; la del Toreo de Cuatro Caminos. El taxista no era asiduo a conversar con el pasaje, así que no quiso hacerle plática para saber a qué se debía su aspecto nervioso.
Todo parecía ir bien hasta que, al llegar a una zona conocida por sus puentes viales, la enfermera repentinamente abrió una portezuela y se arrojó del auto en movimiento. El taxista frenó de golpe para ver qué había ocurrido, pero antes de que pudiera bajar del auto fue embestido por otro vehículo que venía detrás de él y no pudo frenar a tiempo.

Consternado por su pasajera, el taxista le preguntó al conductor del segundo automóvil sobre si había visto qué pasó con la joven que venía sentada atrás; a lo que este le comentó que sí, había visto que la puerta se abrió de golpe pero que nadie bajó del auto.
Ambos hombres buscaron a la enfermera por el paraje bajo el puente, pero no dieron con ella. Asustados, esperaron a que los representantes del seguro llegaran y arreglaran todos los trámites por el choque. Una vez resuelto el problema, el atemorizado taxista decidió terminar ahí la jornada y volver a casa para intentar descansar, no sin dejar de pensar en lo ocurrido y si había visto un fantasma.
Estaba por llegar al Toreo de Cuatro Caminos, cuando volteó al retrovisor y se encontró con que un rostro familiar lo observaba desde el asiento trasero.

"Aquí me bajo, joven." Dijo la enfermera con voz rasposa y hueca. El taxista entró en pánico por ver a la vaporosa aparición con el rostro manchado de sangre y una grotesca sonrisa.

El impacto lo hizo desmayarse. Al día siguiente, llegó a reportarse en el sitio de taxis en que trabajaba, todavía perturbado por la experiencia de la noche anterior. Al contar lo ocurrido, sus compañeros intercambiaron miradas, y uno de ellos le dijo con una sonrisa cálida: "Ni modo, mano... otro más que lleva a la enfermera."

Hasta el día de hoy, los taxistas que usualmente transitan por Ciudad Satélite y en particular frente a esa clínica, evitan levantar enfermeras después del anochecer por temor a encontrarse con el misterioso espectro.

miércoles, 6 de abril de 2016

Ángel de mi guarda.

Siempre estoy contigo.
Estuve ahí cuando naciste. Te miré incluso antes de que pudieras abrir los ojos. Tu familia y los doctores no podían verme en la esquina de la habitación, contemplándote con mis ojos nebulosos... pero estuve ahí desde que naciste, y te seguí a casa.

Siempre estuve ahí.
Jugabas con tus juguetes a solas mientras yo veía desde todos los ángulos en los espejos cercanos; mi cabello sucio y grasoso, adherido como pegamento a mi frente agrietada. Te acompañé todo el tiempo, flotando detrás del auto de tu madre de camino al preescolar.
¿Creías que estabas solo al ducharte? No. Yo estaba al otro lado de la puerta, con el viento silbando a través del agujero en mi garganta. Mis brazos torcidos y colgando sin vida mientras permanecía encorvado al otro lado de la cortina del baño.
Esperé. Te seguí. Siempre floté detrás de tí.

No me ves.
Soy casi inexistente en la luz. Nunca me viste en la mañana mientras me sentaba frente a tí cuando desayunabas, como mi boca goteaba sangre mientras la abría grotescamente en dirección a tí. A veces.. me pregunto si sabes que estoy ahí. Creo que estás consciente, pero nunca entenderás qué soy o qué tan cerca me encuentro.

Pasé largas horas de tu día sin hacer más que respirar -o más bien, ahogarme- en tu oído. Deseo tanto estar cerca de tí, atar mis brazos tullidos en torno a tu cuello. Permanezco a tu lado cada noche, con mis ojos mirando hacia arriba desde debajo de tu cama, siempre observando tu rostro durmiente en la oscuridad.

Sí. A veces tal vez me hayas visto. Tus padres venían corriendo a tu habitación cada que gritabas. Eras pequeño. Apenas y hablabas.
"¡Monstruo! ¡Monstruo en mi cuarto!"
Creías que jamás olvidarías mi apariencia, como la quijada rota me cuelga sobre el pecho, balanceándose de lado a lado. Me hundí al fondo de tu armario, y tu madre no pudo verme aunque apuntabas y apuntabas... creerías que jamás olvidarías lo que pasó cuando se fueron esa noche. Viste la puerta abriéndose poco a poco, me viste arrastrarme por el piso a cuatro patas; moviéndome como una araña con mis brazos y piernas dislocados...

Aprendiste una nueva palabra para mí: Coco.
Pero no soy exactamente el monstruo que creías. Siempre espero y te sigo, siempre. Siempre. Acariciando tu rostro con mis zarpas mientras duermes.

Pronto me verás de nuevo.
En cualquier día. Vendré, crudo y brutal. Un día me verás a través del camino y creerás que salto hacia tí, rugiendo y chillando fuertemente.
Rodarás en el pavimento, bajo las llantas, bajo una defensa de metal frío y duro... Todo eso mientras mis dedos te acarician el rostro una y otra vez.
Mirarás hacia arriba con los ojos empañados, con el cabello sucio y sangriento colgando sobre tu rostro, y con la quijada zafada y colgando contra tu pecho.
Me verás acercarme. Nadie más lo hará. Mirarás sin que te importe algo más, y yo te devolveré el gesto. Por primera vez en nuestra vida, sonreiré. Jurarás que ves un espejo mientras una espuma escarlata sale de  nuestras bocas.
Me inclinaré sobre tí, más cerca que el doctor y los curiosos... y te alzaré en mis brazos torcidos. Nuestros rostros se tocarán. Mis alas se abrirán. Y tendrás que seguirme.
Y siempre estaré contigo, porque soy tu ángel de la guarda.


Ángel de la Guarda, dulce compańía, no me desampares ni de noche ni de día. No me dejes solo que me perdería.

miércoles, 16 de marzo de 2016

La llamada de la anciana.


Recientemente conseguí un empleo en un call center que se encarga de atender clientes de funerarias, lo que quiere decir que a veces recibo llamadas muy raras. Trabajo en el turno de la noche, lo que también asegura que recibo un montón de llamadas en broma, de pervertidos o de tipos drogados.
Hoy fue el primer día en que realmente me perturbó una llamada, y en sí me siento mal porque le prometí a la anciana que llamó, que no contaría nada a nadie porque la gente creería que está loca. Pero sé que ustedes están lo suficientemente interesados en lo paranormal como para disfrutarlo, y probablemente crean en todo lo que digo.
Esto pasó hace un par de horas, casi al final de mi turno.

Recibí una llamada proveniente de una viejecilla muy asustada, asegurando que lo que iba a decir podría sonar algo loco pero que necesitaba ayuda y no sabía a quién llamar. Honestamente, estaba intentando categorizar la llamada para nuestro sistema de registro, por lo que no puse mucha atención a lo que estaba diciendo. 
Obtuve la información básica para que la funeraria pudiera contactarla de vuelta si se les ofrecía, y finalmente le pregunté a qué se debía su llamada.
Aparentemente, su esposo había sido cremado en mayo, y hace unos días inició el trámite para mover las cenizas a otro estado. Total, me comentó que unas horas antes los encargados del cementerio habían llevado no solo la urna, si no otra cosa más.
La sangre se me heló cuando escuché lo que había pasado después. Resulta que sus nietos fueron corriendo a verla al poco tiempo de que los encargados del cementerio se habían ido, diciéndole que en su habitación había un hombre acostado en la cama. De camino a ver de qué se trataba, escuchó claramente la voz de un hombre hablándole a su perro, y al asomarse por la orilla de la puerta del cuarto; vio que efectivamente había alguien moviéndose bajo las sábanas de la cama y que se giró para darle la espalda cuando "la vio".

Espero que entiendan que me siento muy sorprendido por esto. Tuve qué lidiar con una llamada muy extraña que sale de cualquier cosa para la que el entrenamiento me haya preparado. Es desgarrador. Digo, ¿han escuchado a una anciana creer que su esposo muerto siga vivo? ¿Que se aferre a esa posibilidad por más extraña que sea?
Y peor aún, ¿qué rayos es lo que está bajo las sábanas en esa casa con la viejecilla y dos niños pequeños?
¿Sería su esposo? ¿O tal vez algo peor?

lunes, 14 de marzo de 2016

Tres toquidos.


Desde hace dos semanas me han estado pasando cosas extrañas.
No soy creyente en lo sobrenatural, así que no sé qué pensar o decir al respecto. Lo mejor es si se los cuento tal y como ocurrió, porque a lo mejor alguien que lea esto puede haber pasado por algo similar o tiene una idea de cómo lidiar con ello.

Hace dos semanas...
Día 1.
Eran más o menos las dos de la mañana. Estaba acostado en la cama y a punto de quedarme dormido cuando alguien tocó la puerta de mi casa tres veces.
En el momento que llegué a las escaleras para bajar al recibidor, escuché la voz de un hombre. Venía de afuera de la casa y decía 'estoy en la puerta delantera'. No lo reconocí, así que con algo de sentido común fui a la sala y me asomé por la ventana para ver de quién se trataba.
No había nadie frente a la puerta o en la calle, así que volví a la cama. Que se jodan.

Día 2.
Eran las dos de la mañana cuando volvieron a tocar tres veces.
Recordé lo que pasó la noche anterior, así que salté de la cama y me vestí rápido. Antes de que llegara a la puerta de mi habitación, escuché la misma voz. Pero esta vez decía 'primero'.
No estaba seguro, pero sonaba como si viniera del pie de la escalera. Pegué el oído a la puerta y escuché por un minuto. Nada. Así que tomé un bate de baseball y fui a la planta baja. Estuve buscando por un rato, pero no vi a nadie y las puertas y ventanas estaban cerradas por dentro. Volví a la cama pensando que quizás solo escuchaba cosas.

Día 3.
Ese día, a las dos de la mañana me encontraba en la cama, viendo algo en mi laptop cuando volví a escuchar los toquidos. Eso me hizo saltar, pero también me puso de malas. Le bajé el volumen a la computadora y esperé.
De nuevo la voz del hombre.
'Estoy en el segundo...'
Definitivamente venía del interior de la casa. Corrí hacia las escaleras, bate en mano y dispuesto a partirle la cabeza a cualquier idiota que encontrara, pero no había nadie. Busqué por todos lados. Salí a la calle... y todo en silencio. Me estaba volviendo loco.

Día 4.
Para entonces ya me había decidido a interceptar a ese enfermo en la puerta de la casa. Me planté al pie de la escalera, sujetando al bat y esperando a que tocaran.
Toc. Toc. Toc.
Apenas escuché el tercer toquido, abrí la puerta de golpe y... fui saludado por una noche muy tranquila. Les grité, desafiante. Nada. En la calle no había más que silencio.
Volví a entrar a la casa, y mientras cerraba la puerta, escuché la voz de nuevo. Venía detrás de mí a pocos metros. Venía en dirección a las escaleras.
'¡Estoy en el tercer escalón!'
Casi me orino ahí. Sacudí el bat y grité, pero no le pegué a nadie. Estuve corriendo por treinta minutos por la casa, gritándole a las sombras que salieran y me enfrentaran. 
Esa noche no volví a dormir.

Días 5-9.
Me quedé en casa de unos amigos durante los días siguientes, e incluso pasé el día 9 en casa de mi hermana. Le conté lo que pasaba, pero se limitó a decirme que quizás solo eran bromistas y que si los ignoraba, se cansarían. 
Tuve problemas para dormir, pero al menos logré descansar sin preocuparme de los malditos toquidos.

Día 10.
Volví a casa, y como era de esperarse, también continuaron los toques en la puerta. Me retorcí en la cama al escucharlos. La voz del hombre sonó más cerca esta vez.
'Estoy en el noveno escalón...'
Vomité por el miedo. Estaba convencido de que alguien o algo se ocultaba en mi casa. Corrí blandiendo el bat, pero no le pegué a un carajo. Esa noche no pude dormir.

Día 11.
Lo esperé. Los toquidos llegaron puntuales a las dos de la mañana. Grité y lloré, con la adrenalina al tope. De nuevo, la voz del hombre... más y más cerca.
'Estoy en el décimo...'
Se sentía tan cerca que casi podía percibir su aliento cálido. Mi valor se convirtió en pánico. Arrojé el bat a la puerta de la entrada y pensé en saltar por la ventana. Casi lo hice, pero afortunadamente me detuve y pasé el resto de la noche en vela; esperando la salida del sol.

La noche pasada.
Eran casi la 1:30 de la mañana, y esperaba que esta cosa llegara. Nunca he sido valiente, pero ahora casi me estaba cagando del mismo. Con la casa en silencio, observé el reloj de mi habitación... 1:59... 2:00...
Hubo un toquido en la puerta de mi habitación.
Escuché pisadas del otro lado, el inconfundible sonido de las tablas del piso crujiendo.
El susurro del hombre.
'Estoy en la puerta'.
Vomité y perdí el conocimiento.
Al despertar varias horas después, tenía los pantalones húmedos con mi propia orina. Puse una barricada en la puerta, me cambié la ropa y esperé sentado junto a la ventana hasta eso de las 8:30 de la mañana. Rastreé por todos lados, pero sin éxito. Todas las ventanas y puertas se encontraban con seguro.

Al momento de escribir esto es mediodía.
Tengo cerca de 14 horas. Estoy armado con el bate, una macana y tres cuchillos de cocina. Mi plan es bloquear las puertas de entrada y la de mi habitación, y sperar a que esta cosa venga por mí. He puesto dos webcams, una en la puerta delantera y otra en mi  habitación para grabar lo que sea que pase. Voy a pelear con él.
Estoy sentado, escribiendo esto sin saber qué rayos va a pasar esta noche, si es real o si es un grupo de punks jodiendo conmigo. Supongo que pronto sabré lo que pasa. Dormiré desde las 4 de la tarde hasta las 10 de la noche.
Desénme suerte.