"En el año 2003 fui parte de un cuerpo de marines estacionados en Irak.
Además del combate, la miseria y todas las cosas horribles de la guerra, también tuve varios encuentros con lo sobrenatural. Recuerdo que en una ocasión fuimos enviados a explorar una ciudad bombardeada, ya que Inteligencia creía que ahí se encontraba un gran depósito de armas del ejército iraquí.
Recorrimos las ruinas por horas hasta dar con una trampilla de metal bloqueada por escombros. Al abrirla, vimos que daba paso a una escalera subterránea bastante profunda; por lo que el comandante intuyó que se trataba de un búnker y que posiblemente podría contener un gran almacén de armas e incluso combatientes ocultos.
Nos organizamos en equipos de cuatro para descender por las escaleras, lo que fue una tarea difícil gracias a los escombros. Al fondo se encontraba una gran puerta de hierro que a su vez conducía a un búnker, pero no encontramos armas. En lugar de ello, había instrumentos de tortura muy variados; e incluso una habitación llena de ceniza, con muchas huellas de manos en la pared.
Escuchábamos ruidos en los ductos de ventilación, pero la cámara de espionaje que enviamos por ellos no registró nada fuera de lo común. Se nos ordenó salir por la supuesta presencia de un agente químico que hizo sentir mal a varios del equipo y pasamos los días siguientes en la enfermería; sufriendo de vómito y fiebres intensas.
En otra ocasión nos tocó montar guardia en una vieja base aérea, al lado de la cual se alzaba un hospital antiguo de seis pisos y con paredes de arcilla. El lugar estaba en tan mal estado después de los bombardeos que las escaleras habían colapsado y no pudimos explorar los pisos superiores. En todo el tiempo que estuvimos en el lugar se escuchaban gritos y voces que venían de las zonas bloqueadas.
Pero de todo eso, lo más aterrador pasó en el campo aéreo conocido como H1.
Verán, los iraquíes sobrevivientes por lo regular saqueaban las áreas abandonadas y bombardeadas en busca de provisiones. Hospitales, bases militares, de la fuerza aérea e incluso el zoológico de Bagdad. Pero por alguna razón que no entendíamos, el H1 estaba intacto cuando llegamos; y nuestros guías iraquíes se negaban a pisar el lugar.
De manera oficial, el H1 también servía como una prisión en la cual Saddam encerraba a sus prisioneros y disidentes políticos, forzándolos a trabajar en una fábrica de armamento cercana hasta que morían por cansancio; y después de ello arrojaba los cuerpos en fosas comunes a lo largo de la base.
Nos quedamos en un edificio intacto del perímetro exterior, unas barracas muy mal equipadas y bastante frías. La fábrica de los prisioneros tampoco presentaba daño por los bombardeos y el combate en días anteriores, lo que me sorprendió mucho porque se trataba de un edificio construido con láminas de metal y páneles de madera. En fin, lo interesante de esta historia ocurrió durante una noche en que me tocó el turno de francotirador nocturno.
Esa noche, veía una luz parpadeando en la cima de la fábrica a través de los goggles de visión nocturna; la cual desaparecía cada que me los quitaba. Le conté al comandante y me ordenó ir a revisar, así que subí con un grupo de compañeros al tercer piso de la fábrica.
El lugar daba miedo, uno de esos sitios extraños que te dan un mal presentimiento en cuanto entras en ellos pese a que éramos cuatro soldados armados hasta los dientes. En cuanto entramos, el viento empezó a soplar y lanzó una polvareda que nos impedía respirar; así que cerramos las puertas de la bodega detrás de nosotros. Al subir las escaleras, pudimos escuchar un sonido como de metal rozando entre sí, pero no encontramos nada en ningún momento.
En el primer piso había una prisión conectada al edificio, y arruinada en gran parte. Mientras caminábamos por ella, un compañero apuntó con su linterna en una dirección y dijo que alcanzó a ver a un niño pequeño agazapado en una esquina; pero nadie más lo vio. Eso fue algo que omitimos en el reporte, porque lo achaqué a los nervios de mi compañero.
Pusimos sensores de movimiento en el perímetro, y se suponía que sonaran si algo pasaba a través de ellas. Y efectivamente, los sensores no dejaban de sonar; como si algo invisible pasara constantemente entre ellos.
Escuchábamos gritos cada noche, pero el comandante lo achacó a zorros del desierto y otros animales cuyas llamadas nocturnas sonaban parecidas. Así que eso lo ignoramos. Otros más dijeron que llegaban a escuchar los gritos de una mujer cerca de las ruinas de una cabaña, pero tampoco la encontramos."
Muy buena historia hace mucho que no subias una jaja
ResponderEliminarMuy buena historia hace mucho que no subias una jaja
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