Lo siguiente ocurrió hace años en Ciudad Satélite, una zona al norte de la Ciudad de México.
Transcurrían poco más de las once de la noche cuando un taxista descargó a su pasaje en Periférico. Sabiendo que aún a esa hora de la noche, el tráfico en tal arteria vial podía tornarse lento gracias a los camiones de carga provenientes de las zonas industriales de Cuautitlán y Tultitlán, el conductor decidió tomar un atajo por calles pequeñas en paralelo a Periférico.
Transcurrían poco más de las once de la noche cuando un taxista descargó a su pasaje en Periférico. Sabiendo que aún a esa hora de la noche, el tráfico en tal arteria vial podía tornarse lento gracias a los camiones de carga provenientes de las zonas industriales de Cuautitlán y Tultitlán, el conductor decidió tomar un atajo por calles pequeñas en paralelo a Periférico.
Encendió la radio para hacerse compañía, y no llevaba mucho en su trayecto de vuelta al Distrito Federal cuando pasó frente a una clínica del Seguro Social. Al transitar frente al hospital, vio a una joven enfermera sobre la banqueta, la cual alzaba la mano en alto para hacerle la parada.
Siendo temprano en su jornada laboral y no queriendo desperdiciar un cliente, se detuvo para que la joven abordara. De inmediato notó que parecía muy nerviosa cuando le indicó que por favor la llevara a la estación de metro más cercana; la del Toreo de Cuatro Caminos. El taxista no era asiduo a conversar con el pasaje, así que no quiso hacerle plática para saber a qué se debía su aspecto nervioso.
Todo parecía ir bien hasta que, al llegar a una zona conocida por sus puentes viales, la enfermera repentinamente abrió una portezuela y se arrojó del auto en movimiento. El taxista frenó de golpe para ver qué había ocurrido, pero antes de que pudiera bajar del auto fue embestido por otro vehículo que venía detrás de él y no pudo frenar a tiempo.
Siendo temprano en su jornada laboral y no queriendo desperdiciar un cliente, se detuvo para que la joven abordara. De inmediato notó que parecía muy nerviosa cuando le indicó que por favor la llevara a la estación de metro más cercana; la del Toreo de Cuatro Caminos. El taxista no era asiduo a conversar con el pasaje, así que no quiso hacerle plática para saber a qué se debía su aspecto nervioso.
Todo parecía ir bien hasta que, al llegar a una zona conocida por sus puentes viales, la enfermera repentinamente abrió una portezuela y se arrojó del auto en movimiento. El taxista frenó de golpe para ver qué había ocurrido, pero antes de que pudiera bajar del auto fue embestido por otro vehículo que venía detrás de él y no pudo frenar a tiempo.
Consternado por su pasajera, el taxista le preguntó al conductor del segundo automóvil sobre si había visto qué pasó con la joven que venía sentada atrás; a lo que este le comentó que sí, había visto que la puerta se abrió de golpe pero que nadie bajó del auto.
Ambos hombres buscaron a la enfermera por el paraje bajo el puente, pero no dieron con ella. Asustados, esperaron a que los representantes del seguro llegaran y arreglaran todos los trámites por el choque. Una vez resuelto el problema, el atemorizado taxista decidió terminar ahí la jornada y volver a casa para intentar descansar, no sin dejar de pensar en lo ocurrido y si había visto un fantasma.
Estaba por llegar al Toreo de Cuatro Caminos, cuando volteó al retrovisor y se encontró con que un rostro familiar lo observaba desde el asiento trasero.
"Aquí me bajo, joven." Dijo la enfermera con voz rasposa y hueca. El taxista entró en pánico por ver a la vaporosa aparición con el rostro manchado de sangre y una grotesca sonrisa.
El impacto lo hizo desmayarse. Al día siguiente, llegó a reportarse en el sitio de taxis en que trabajaba, todavía perturbado por la experiencia de la noche anterior. Al contar lo ocurrido, sus compañeros intercambiaron miradas, y uno de ellos le dijo con una sonrisa cálida: "Ni modo, mano... otro más que lleva a la enfermera."
Hasta el día de hoy, los taxistas que usualmente transitan por Ciudad Satélite y en particular frente a esa clínica, evitan levantar enfermeras después del anochecer por temor a encontrarse con el misterioso espectro.
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