Hay cosas que habitan más allá de las luces de la calle.
Cosas extrañas.
Monstruos de madera torcida. De carne putrefacta y odio.
Se alimentan de nosotros, porque somos su presa... no somos más que criaturas pequeñas que se arrastran, bolsas de sangre y hueso listas para ser comidas con gusto.
Pero tienen un punto débil. Le temen al fuego, a la luz que hemos creado. A esa herencia como parte de la humanidad... hemos creado el hierro a partir de la piedra. Domado el fuego, el rayo y el agua para servir a nuestras ciudades. Incluso convertimos a los lobos en nuestros más fieles amigos. Criamos muros para mantener a las pesadillas lejos de nosotros.
Nuestros muros crecieron más y más gruesos, y ya no eran de piedra, lodo y madera. Eran amplias telarañas de luz y sonido, fuerzas invisibles que cubrieron todo el planeta e hicieron huir a las pesadillas; obligándolas a esconderse en las sombras de las montañas, bosques y océanos.
Pero no desarrolles una falsa seguridad.
Porque siguen ahí afuera.
Esperando. Hambrientas.
Algunas tienen tanta hambre que se atreven a atacar los muros, a ocultarse fuera de la luz y acechar a los desafortunados que caminan en los callejones oscuros.
Otros son lo suficientemente temerarios para salir al descubierto y recordarnos que allá afuera hay cosas más peligrosas que nosotros.
Antes teníamos campeones para defendernos. Héroes legendarios que armados con la esperanza y la luz, mataban a los dragones y demonios que aún rondaban por el mundo. Pero ahora somos una raza de pensadores, no de guerreros; y ya no hay campeones entre nosotros.
Ninguno más que nuestros muros.
¿Recuerdas porqué tenías juguetes cuando eras niño?
Los abrazabas, los adorabas y todas las noches ibas a dormir rodeado de ellos. Te escondías entre ellos. Porque eran tu defensa, una manera de asegurarte que los monstruos de tu armario y los fantasmas de debajo de la cama no te atraparan. Los juguetes peleaban ferozmente por tí, porque te amaban. Y los monstruos siempre eran derrotados para que pudieras dormir tranquilo.
Aunque naturalmente, los abandonaste. Te hiciste demasiado maduro para esas cosas infantiles, y te hiciste a la idea de que no había monstruos en el armario.
Pero estás equivocado.
Los monstruos están allá afuera. Esperan por tí más allá del alcance de las luces de tu calle. Y saben que no tienes más tótems, ángeles guardianes o amigos imaginarios que te protejan.
Pero de todos modos, de alguna manera sabes que todo estará bien. Siempre tienes esa sensación de que alguien mira por sobre tu hombro con bondad, mantiene los caminos seguros, te defiende del mal y mantiene el mundo girando como debe ser.
Confías en tu ciudad. En lo que representa. Justo como confiabas en tus juguetes y amigos imaginarios.
Porque al igual que los juguetes, la ciudad te ama.
Y va a pelear por tí.
En la mitología romana un genius loci es el espíritu protector de un lugar, frecuentemente representado como una serpiente. Literalmente significa el espíritu de la casa en el folclore eslavo. En la actualidad, este término se refiere generalmente a los aspectos característicos o distintivos de un lugar y no necesariamente a un espíritu guardián.
Puedo convertirlo en un poema?
ResponderEliminar¡Wow! No conocía el genius loci. Ha estado precioso el relato, muy mágico. Me encanta leerte como siempre.
ResponderEliminar¡Cuidate!
Bye!