lunes, 9 de septiembre de 2019

El diario del Señor Bien Hecho - Parte 1.

Hola.
Soy el señor Bien Hecho.
Observé la copulación en que fuiste concebido y grité con horror. Te vi nacer como un parásito rosado y ensangrentado, y rechiné mis dientes con odio; rozándolos una y otra y otra y otra y otra vez hasta que se volvieron aplanados y lisos. 
Te miraré marchitarte y envejecer. Mientras tu cuerpo se seca y el peso de los años acaba con tu vitalidad. Sonreiré y reiré y reiré. Veré tu cuerpo sin vida ser bombeado de químicos y enterrado para alimentar a las bestias sin ojos que habitan el subsuelo. Y aullaré, porque sé a donde vas. 

Sé a donde vas.
Conozco los secretos de esta tierra, como conocía los de la anterior. Y traeré el Final. Y no puedes detenerme. 
Lees estos cuentos y no sabes que con cada uno que lees,  cada historia que cuentas una y otra vez, todos los mitos que tu gente y tú han creado; llamas el Final de las cosas.
Habrá algunos entre ustedes que intentarán verificarlos; buscarán desmentirlos. Quienes lo hagan con pasión, descubrirán que muchos son falsedades sobre seres, espectros, entes y demonios que no existen. Pero otros... otros serán deliciosamente perturbadores y te dejarán dañado por el resto de tus días; y unos más inclusive te arrancarán la piel. 

Y es apiel será usada para crear más y más historias. Torcidas y alargadas para llamar a más individuos curiosos. 
Y reiré. Mis dientes se apretarán tanto, tanto, tanto, que uno de ellos se agrietará con un chasquido satisfactorio. Mis ojos incapaces de parpadear, mirarán todo caer en el orden que debe ser. Mi mirada ancha y vacía, alegre de tu deliciosa agonía. 
Oh, estoy tan encantado. TAN ENCANTADO.

Porque mientras lees esto, seguro alguien se sentirá atraído. Esa parte enferma de tí que ansía El Final; susurrará en tu mente, obligándote a ver el horror, el sufrimiento, la sangre y la muerte. Querrás verlo. Querrás saber qué existe en la oscuridad más allá de la vista, el olfato, el sabor, el oído y el tacto.
Ven.
Ven y mira.
Te mostraré cosas maravillosas.

Nunca digas su nombre.

Basado en una historia real de 4chan.
No había escuchado el término 'skinwalker' hasta que llegué a Nuevo México.
Trabajo como contratista para una constructora en Estados Unidos, y se me asignó la construcción de un fraccionamiento en una comunidad al norte de Albuquerque. Pasé cerca de dos meses en el proyecto hasta que me asignaron a Nebraska, pero en ese lapso de tiempo vi cosas que me llevaron a evitar Nuevo México durante el resto de mi vida.

Pero es mejor que les explique desde un inicio. 
Soy una persona profesional y en cierto modo solitario, así que no me esforzaba en socializar; pero en los primeros días de nuestra estancia llegué a escuchar conversaciones fugaces entre mis compañeros, pláticas sobre que 'algo' afuera de los tráilers no los dejaba dormir durante la noche.
Como dije, soy solitario, y además de ello no era creyente en lo sobrenatural; así que deseché sus historias y achaqué todo ello a bromas entre los trabajadores o algún coyote o perro que anduviera por ahí en busca de sobras. De cualquier forma, jamás tuve problemas para dormir.

Esas historias pronto escalaron hasta convertirse en conversaciones largas sobre fenómenos paranormales y algunos relatos que habían escuchado de los pobladores en el bar local. Lo encontré entretenido, en la misma forma que disfrutaría una película de terror y todo siguió así hasta que Rick, uno de los albañiles, dejó de ir a trabajar. 
Una mañana no se presentó al sitio de construcción, así que enviamos a alguien a buscarlo. Yo no lo vi, pero el trabajador en cuestión me contó que lo había encontrado hecho un ovillo en una esquina de su habitación; murmurando una y otra vez una frase.

"Pezuñas. Ojos. Se estaba riendo."

Me sentí mal por Rick, pero siendo una persona escéptica me imaginé que debía ser por el estrés del trabajo y la jornada de ocho horas en el calor asfixiante de Nuevo México; todo eso más la falta de descanso debió provocarle una especie de colapso nervioso.
Pero para el resto del equipo, esto fue algo sobrenatural; pues en los días posteriores las historias de fantasmas se convirtieron en la teoría general de que una entidad fantasmal o un monstruo aparecía por las noches en el campamento; y discutían esto a todas horas. Llegó a pasar que mientras hablaban de ello en el bar, el bartender empezó a expresar su descontento sobre las historias y simplemente se retiraba a la parte trasera del local cuando los trabajadores empezarón a discutir una palabra nueva. 
'Skinwalker'.
La palabra no significaba mucho para mí, aunque de lo que llegué a escuchar descubrí que se trataba de una especie de hechicero o brujo malvado. Recuerdo que una noche en particular, uno de los trabajadores empezó a narrar historias sobre estos Skinwalkers mientras el resto del grupo lo escuchaba con la atención de un grupo de niños de kinder.
Llevaban un rato bebiendo, y sus voces eran fuertes; por lo que una buena parte de los otros comensales ya se veían fastidiados por esa ruidosa plática de borrachos.
Al mirar alrededor, pensando lo idiotas que debían verse; noté a un anciano con ropas de granjero que los escuchaba atentamente y tenía el rostro contorsionado en una expresión de enojo. El hombre debió darse cuenta de que lo veía, pues se levantó y caminó hasta el grupo de borrachos; con una mirada agresiva. A su vez, los borrachos le preguntaron qué quería, pero el granjero no respondió y se limitó a fulminarlos con la vista.
En ese momento me levanté, deseando que ninguno de esos ebrios fuera lo suficientemente imbécil para provocar una pelea. El anciano permanecía de pie, mirando en silencio mientras los trabajadores lo provocaban, y esto continuó hasta que eventualmente perdieron el interés en él y resumieron su plática sobre skinwalkers.
Al escuchar la palabra skinwalker, el hombre finalmente se decidió a hablar, y dijo con una voz cavernosa:

"Dejen de hablar sobre lo que no conocen."

Los borrachos se pusieron de pie, y me acerqué con la esperanza de que me vieran y se alejaran del viejo. Éste permaneció impasible ante ellos, ordenándoles no ser irrespetuosos y no meterse en cosas que salían de su comprensión. Esto los hizo enojar, y justo cuando uno de ellos se acercó agresivamente al anciano; me decidí a actuar.
Siendo su supervisor, los idiotas prefirieron largarse y no arriesgar a que los reportara; dejándonos solo al anciano y a mí. Me disculpé con el hombre y le expliqué que solo eran un montón de idiotas que no sabían controlar como bebían. En ese momento, el hombre sencillamente me dijo que tuviera cuidado, que la gente local no quería hablar del tema y que hablar de Skinwalkers solo traería la clase de atención que no querríamos recibir. 
Tratando de permanecer cordial, me limité a asentir y le reiteré al hombre que vigilaría a mi equipo para evitar otro incidente.

Volví al campamento horas más tarde y de camino a mi tráiler, vi a uno de los borrachos; en concreto aquél que quería golpear al anciano. Dormía en una silla plegable frente a su tráiler, con una cerveza en la mano. No me importó dejarlo ahí, así que lo ignoré y seguí de largo para ir a dormir.
Desperté después de las tres de la mañana con los gritos de los trabajadores afuera del tráiler. Salté de la cama, me vestí y salí todavía algo dormido; para encontrar con que casi todos los trabajadores estaban reunidos cerca al tráiler del borracho dormido; gritando improperios y oraciones en igual medida. 
Supuse que el borracho debió haber sufrido un infarto, así que como responsable me abrí camino entre el tumulto hasta que una peste casi me provocó el vómito. No era un infarto. Era algo peor. 

El borracho, cuyo nombre ya no recuerdo, se había suicidado.
Al parecer, había roto la botella y usado un trozo de cristal para rajarse la garganta de lado a lado. Esta vez, fue suficiente para hacerme vomitar; así que me retiré a un terreno baldío junto al campamento para que no me vieran hacerlo. 
Acababa de vaciar mi estómago cuando escuché un ruido cerca. Algo se movía entre los arbustos del terreno, y pensando que podría tratarse de un coyote o un perro salvaje; miré a todos lados en busca de lo que producía el sonido. Podía ver las luces del campamento al otro lado de la barda que lo separaba del baldío, pero de ahí en fuera no había más iluminación allá de la luz de la luna y las estrellas en el cielo. 
Escuché otro ruido, esta vez más lejos y dirigí la mirada hacia él. Detrás de una línea de árboles, vi la inconfundible figura de una persona a cuatro o cinco metros; y pensé que a lo mejor debía ser uno de los trabajadores. Lo llamé. Y no tardó mucho en que cayera en cuenta de que había cometido un error.
Al gritarle que se identificara, no hubo respuesta. 
La persona se giró para encararme y emprendió el andar hacia mí. Algo en su movimiento me resultaba extraño. Perturbador. Se tambaleaba, pero no como un borracho; si no con los mismos pasos inseguros y torpes de un pequeñito que apenas aprende a caminar. Imaginen pues, a un bebé que todavía no domina el movimiento de sus piernas.
Grité de nuevo y esta vez sí hubo respuesta.
La voz que emergió de su garganta me heló la sangre. Sonaba inhumana y no sé como describirla exactamente, pero si pudiera compararla con algo, diría que parecía un perro que intentase hablar como un hombre. A esto se sumaron una serie de convulsiones que estremecieron al ser, y eso fue lo que de verdad me aterrorizó.

No comprendía las palabras que intentaba decir, y fue hasta que emergió de las sombras de los árboles que la luna lo iluminó de lleno y vi que no se trataba de un hombre o de un animal que conociera. Era algo más. Algo malvado y antinatural.
Su cuerpo era un híbrido del borracho suicida, el hombre a quien acababa de ver muerto minutos antes; y algo que parecía una cabra o un ciervo: La piel se veía alargada y como un rompecabezas de piel humana y pelo de animal, su rostro parecía una máscara de hule estirada sobre un cráneo animal y sus piernas tenían articulaciones como las de un animal de cuatro patas; terminados en pies con forma de pezuñas. 

La cosa dijo otra cosa, pero para ese momento ya había echado a correr.
Hui, esperando que no me persiguiera y como todos estaban enfocados en el cuerpo del borracho; nadie notó lo mal que me veía o la forma en que entré corriendo a mi tráiler. Ya adentro, tomé unos tragos de alcohol para calmarme y llamé al sheriff local; que ya se encontraba en camino luego de que un trabajador reportase la muerte del borracho.
Me senté en el tráiler, sin saber qué hacer y esperé que el sheriff llegara. Solo entonces me animé a salir, porque una parte de mí sabía que esa cosa seguía allá afuera. 

La muerte del borrachín trajo muchos problemas que terminaron con el proyecto de construcción. Demandas de su familia, investigaciones por un posible homicidio y varias quejas de los clientes que nos habían contratado. Después llegó una demanda porque no se completó el trabajo, y la verdad es que nadie quería regresar a trabajar luego de que los empleados dijeran que habían visto 'algo' inhumano rondando el sitio de construcción después de la muerte del borracho; y un puñado incluso renunció luego de escuchar la voz del difunto hablándoles por las noches, invitándolos a salir de sus tráilers.

No supe más.
De hecho, fui de los primeros que se largaron luego de que se cancelara el proyecto. Pero sentí que debía ir al bar y buscar al anciano con quien hablé anteriormente; para preguntar si sabía algo al respecto de la criatura que vi detrás del campamento. 
Afortunadamente, lo encontré sentado en el mismo lugar, bebiendo un tarro de cerveza. Me le acerqué para entablar conversación, pero él se dio cuenta de mi presencia y comenzó a hablar antes de que yo siquiera pudiese decirle un 'hola'. 

"Les advertí que no anduvieran por ahí hablando de esas cosas sin pensar en las repercusiones."

"Se suicidó, ¿o fue un skinwalker?", pregunté. El anciano me miró de vuelta con fuego en los ojos y replicó en un tono muy serio:

"No digas su nombre. Nunca sabes quién te escucha."

Con ello, se levantó y salió sin decir otra cosa.
Esa fue la última vez que dije la palabra 'skinwalker' en voz alta.

jueves, 5 de septiembre de 2019

Dobhar-chú - El Cocodrilo Irlandés.

No es desconocido para muchos, que las islas británicas cuentan con una gran cantidad de leyendas sobre las criaturas acuáticas que supuestamente habitan en sus lagos, ríos y costas. Del famoso monstruo del Lago Ness al Morag, el terrible Nuckelavee o el extraño ser de la isla Canvey; hay cientos de reportes sobre encuentros con críptidos anfibios que datan desde las épocas previas a la ocupación romana y que en muchas ocasiones han pasado a formar parte de la mitología de Bretaña, Irlanda, Gales y Escocia. 
Esta es la historia de un críptido legendario poco conocido, el Dobhar-chú, también llamado Sabueso de Agua, Amo Nutria o Cocodrilo Irlandés. 

Hace unos años, el sitio web Blather.net contactó al reconocido criptozoólogo Karl Shuker con información relevante a un extraño descubrimiento: Una lápida que databa del año 1722 y que parecía describir la muerte de una mujer en la localidad de Leitrim por obra de uno de estos seres. 
La lápida cuenta con un dibujo que representa una nutria empalada por una lanza sostenida por una mano invisible; junto al nombre de Grace McGlone y el siguiente texto:

"CUERPO DE GRACE MCGLONE, ESPOSA DE TER MAC LOGHLIN QUE MURIÓ EL SÉPTIMO MES EN EL DÍA VEINTICUATRO DEL ANNO DOMINI MDCCXII". 
Lápida de Grace McGlone
Este dato parece corroborar una vieja leyenda contada en los alrededores del lago Glenade, así como la existencia de una segunda lápida en el extremo sur del lago; la cual también pertenecía a otra mujer asesinada por un Dobhar-chú. 
La leyenda reza lo siguiente:

"Una mujer llamada Grainne, esposa de un hombre del clan McLoghlin, que vivía con su esposo en la ciudad de Creevelea en la esquina nor-oeste del Lago Glenade, llevó sus ropas a la orilla del lago para lavarlas. Al no regresar, su esposo acudió a buscarla y halló su cuerpo ensangrentado junto al lago, con el Dobhar-chú dormido en su regazo.
Retornó a su casa por su daga, escabulléndose hacia el Dobhar-chú y condujo el cuchillo hacia su pecho. Antes de morir, silbó en busca de sus amigos; y la gente vieja del lugar, que sabía de los procederes de los animales, advirtió a McLoghlin que huyera por su vida. Cabalgó, con otro hombre acompañándolo. Un segundo Dobhar-chú salió nadando del lago y corrió tras ellos.
Dándose cuenta de que no podrían perderlo, se detuvieron cerca de unas viejas murallas y condujeron sus caballos a través de un viejo arco de piedra. El Dobhar-chu se abalanzó sobre ellos, pero ya lo esperaba un hombre, quien lo apuñaló para matarlo."

El Cocodrilo Irlandés.
Aunque poco conocido en comparación al Monstruo del Lago Ness o el Kelpie, la verdad es que los pueblos originarios de las Islas Británicas han narrado historias sobre el Dobhar-chú desde tiempos inmemoriales; y su nombre, incluso proviene del término dobharchu, una palabra en viejo irlandés para describir a las nutrias. 
Dobhar es un cognado antiguo en los lenguajes celtas, mientras que el 'chu' se convierte en Cú; y el ser obtiene nombres tales como Dobarcu, Doyarchu o Dhuragoo dependiendo de la región donde se narre su historia. En ciertas regiones de Inglaterra, su nombre se traduce exactamente como Sabueso de Agua o Sabueso de las Profundidades; y se le describe como un híbrido monstruoso de nutria y perro, con un tamaño aproximado de dos metros. 
El término moderno, 'Cocodrilo Irlandés', proviene del libro de 1684 "Una Descripción Corográfica del Oeste de H-Lar Connaught" a la hora de hablar del lago Mask. El autor, Roderick O'Flaherty describe a "una rareza denominada como cocodrilo irlandés" y recopila el relato de un hombre que en 1674 encontró al ser.

"...Espió a la distancia la cabeza de una bestia nadadora, la cual pensó era una nutria y no le tomó mayor importancia. Pero entonces la bestia alzó su cabeza, para discernir la ubicación del hombre y se hundió bajo el agua, emergiendo de nuevo con gran fuerza y apresando al hombre por el codo; arrastrándolo hacia el agua."

El modo de ataque, similar al de los grandes cocodrilos africanos y americanos; llevó a O'Flaherty a denominarlo 'Cocodrilo Irlandés'; pese a la descripción de la bestia como un animal con el color de un sabueso, pero de piel negra y babosa. 
En la narración posterior, O'Flaherty hace notar que los hombres que viven en las orillas del lago tienden a encontrar cuerpos de animales a medio comer en una cueva que se expone cuando baja la marea y que al monstruo lo conocen como 'Dovarchu' o 'Anchu'. 

Del Dobhar-chú, existen datos que hacen pensar más en un animal que en un ser de leyenda como el Kelpie. Por ejemplo, se le describe como anfibio, agresivo y veloz; con un apetito por la carne del hombre, el caballo y el perro; que vive en parejas y que cuando uno muere, el otro emerge del agua y caza a quien haya matado a la primer bestia; usualmente devorándolo a manera de venganza. Esto ocurre pues, debido a que cuando el Dobhar-chú se encuentra moribundo; emite un chillido agudo para avisar a su pareja. 
Una columna en la edición de 1896 del Diario de la Real Sociedad de Anticuarios de Inglaterra habla de un ser 'parte lobo, parte perro y parte pez'; artículo que obtuvo una respuesta escrita por un hombre que describía al Dobhar-chú como el rey de los lagos y padre de todas las nutrias. 

El Padre de las Nutrias.
Al Dobhar-chú en su aspecto de Padre de las Nutrias, se le describe como nativo de los lagos de Sraheens, la isla Achill y el condado Mayo; donde se le encuentra en gran número y tienen lugar la mayoría de encuentros en la época moderna.
Criptozoólogos sugieren que el Dobhar-chú es un animal migratorio y que solo se les encuentra en el lago de Sraheens durante una época del año. Por ejemplo, en el año 2000, una pareja dijeron haber visto un Dobhar-chú en la isla Omey; y lo describieron como un animal grande, oscuro y con manchas naranja en las aletas que nadaba por el lago a gran velocidad. 

Con toda la evidencia presentada, hay diversas explicaciones respecto a la identidad del Dobhar-chú, que van desde lo creíble hasta lo más fantasioso. Por ejemplo, se sugiere que Bessie, el monstruo del Lago Erie en Estados Unidos podría estar relacionado y sería un Dobhar-chú que siguió a los inmgirantes irlandeses; mientras que otra criatura fue avistada en el verano de 1992 en el lago y mató a tres personas; y una más que atacó a nadadores en Port Dover, Canadá en agosto de 2001. 
¿Pero qué podría ser el Dobhar-chú?

La Nutria Gigante.
Reconstrucción de la Siamogale Melilutra.
La Nutria Gigante (Pteronura brasiliensis) es el ejemplar más grande de los mustélidos, familia que incluye a las nutrias, tejones, minks, glotones y comadrejas; y que alcanza una longitud de 1.70 metros de largo. 
Pero hay evidencia de que en el pasado, existía una nutria del tamaño de un lobo que podría haber sido un terrible depredador similar al concepto del Dobhar-chú. 
Descubierta en China, la nutria Siamogale Melilutra vivió aproximadamente hace seis millones de años y pesaba cerca de 60 kilogramos; con poderosas quijadas que le podrían haber permitido tener una mordida increíblemente fuerte y comparable a la de los grandes felinos y las hienas. 
Usando simulaciones por computadora, se determinó que las quijadas de la Siamogale Melilutra poseían la fuerza para resquebrajar las conchas de moluscos y quebrar huesos de aves y mamíferos. 
El nombre de la especie china, 'Melilutra', significa "nutria tejón"; en referencia a los molares y el cráneo del animal; que le conferían un aspecto similar al de los tejones  y glotones del norte de América y Europa. 

Una foca carnívora.
La foca leopardo (Hydrurga leptonyx).
En los confines de la Antártida, existe la foca leopardo (Hydrurga leptonyx), también conocida como leopardo marino. Es una foca agresiva e hipercarnívora cuyo único depredador natural es la orca; y entre sus presas se encuentran calamares, krill, peces, pingüinos y otras forcas; incluídas sus parientes las focas de Ross, la cangrejera y la de Weddell.
Al igual que el Dobhar-chú de la leyenda, la foca leopardo es un animal de gran tamaño, muscular y con una cabeza extrañamente parecida a la de los dinosaurios carnívoros; de fuertes quijadas y dientes de 2.5 centímetros de largo que le permiten destrozar hueso y carne con facilidad. 
Tiende a cazar sumergiéndose bajo el agua, esperando a que su presa entre al océano. Una vez detectada, la foca nada a gran velocidad e impacta a su víctima con fuerza, sacudiendo el cuerpo vigorosamente hasta matarla; un comportamiento parecido al de los cocodrilos y su 'giro mortal'. 
Como un dato interesante, es el único pinípedo que se sabe ha atacado y asesinado personas. En la expedición Imperial Trans-Antártica de 1914, una foca leopardo intentó perseguir al explorador Thomas Orde-Lees a través del hielo. En 1985, el explorador Gareth Wood fue mordido dos veces en la pierna cuando una foca intentó arrastrarlo hacia el mar y solo logró salvarse luego de patear al animal en la cabeza repetidamente. También está registrado que estas focas tienden a atacar botes inflables para hundirlos y que la única fatalidad confirmada ocurrió en el año 2003, cuando la bióloga Kirsty Brown fue arrastrada más de 61 metros bajo el agua hasta ahogarse. 

Arqueocetáceo.
Reconstrucción del Ambulocetus.
Otra teoría popular aunque descabellada, maneja la posibilidad de que el Dobhar-chú pueda representar una variedad aún no descubierta de ballena primitiva; un fósil viviente del orden de los arqueocetáceos o Archaeoceti (en latín, "ballena antigua"); también conocido como Zeuglodonte en antiguos escritos de paleontología.
Las ballenas antiguas o arqueocetáceos, son un grupo de animales que habitaron la tierra entre los periodos Eoceno y Oligoceno; aproximadamente entre 50 y 20 millones de años atrás. Representan lo que se conoce como cetáceos basales, las primeras formas anfibias en la evolución de las ballenas y antecesores directos de las órdenes modernas de cetáceos. 
Se cree que se originaron en los mares poco profundos que dividían India y Asia hace 50 millones de años, y que poseían hasta una treintena de especies que con los siglos posteriores desarrollaron adaptaciones para la vida acuática como la ecolocación y las barbas para filtrar microorganismos. 
Sus fósiles se han encontrado en sitios como las costas de América del Norte, África Occidental, Sudamérica, Groenlandia y las costas norteñas de Europa. 
Las ballenas están relacionadas con un género antiguo de ungulados carnívoros conocidos como Mesoníquidos, que podrían ser descritos como lobos con pezuñas. Con el tiempo se adaptaron a la vida en el agua, hasta evolucionar en el Ambulocetus; un carnívoro descubierto en Pakistán en 1994 y que de manera sorprendente, poseía una anatomía parecida a la de un cocodrilo y posiblemente habitaba agua dulce y salada. 
El Ambulocetus contaba con patas alargadas y poderosas, una cola muscular para impulsarse en el agua y quijadas que le permitían apresar a su víctima y arrastrarla al agua; de manera similar a los cocodrilos. Algunos criptozoólogos consideran que el Dobhar-chú, de ser real, podría ser una criatura parecida al cocodrilo tanto en apariencia como hábitos; y por ello posiblemente un representante sin descubrir del género de los Ambulocetus.

domingo, 28 de julio de 2019

El Koolakamba - El simio anómalo de Camerún.

Oficialmente, existen ocho especies de grandes simios reconocidas por la ciencia: El ser humano, el chimpancé común y el bonobo, los orangutanes de Borneo, Sumatra y Tapanuli; y las dos variedades de gorila que habitan en África.
Pero desde siempre han existido relatos de hombres 'salvajes' que combinan rasgos de hombre y simio. Desde los relatos de Plinio el Anciano hasta los modernos cuentos sobre antropoides críptidos como el Sasquatch, el Yeti o el Yowie; todavía se mantiene firme la creencia sobre que en ciertos rincones del globo son el hogar de 'hombres bestia'. Y esta teoría no resulta descabellada, pues por siglos los exploradores y colonos europeos escuchaban relatos de los nativos africanos sobre una raza de feroces hombres bestia con una gran fuerza.

En este caso, fue en el siglo XIX que el explorador francés Paul du Chaillu se encontró con lo que hoy se conoce como el gorila en las selvas de Gabón y Camerún; por lo que varios grupos de criptozoólogos sostienen que todavía hay una posibilidad de que regiones alejadas del planeta contengan especies de homínidos sin descubrir.
Curiosamente, además de catalogar al gorila y al chimpancé; los registros de du Chaillu hacen referencia a una criatura que denomina Koolakamba; a partir de los sonidos que hace y que son descritos por los nativos de la zona como un fuerte "¡Kooloo!".
De acuerdo con du Chaillu; el Koolakamba es un ser parecido al chimpancé, pero con un tamaño mayor, una cabeza grande y proporciones más similares a las del hombre. Y menciona que prefiere caminar en dos patas, a diferencia del chimpancé y el gorila.
Diferencias morfológicas entre cráneos de chimpancé, humano y gorila. 
Pero a diferencia de los otros dos grandes simios, y pese a la extensa recopilación de datos presentada por du Chaillu; el Koolakamba jamás fue reconocido por la ciencia y nunca se encontró un especimen vivo para corroborar los diarios del francés. Científicos que han investigado el tema sugieren que el Koolakamba podría haber sido un híbrido entre el gorila y el chimpancé; evidencia apoyada por Koppenfelds en el año de 1881, quien estaba convencido de que el animal era un híbrido y existía en regiones donde ambos primates compartían rangos de vivienda.
Koppenfelds escribió un tratado donde exponía que el Koolakamba era el producto de la cruza entre un gorila macho y una chimpancé hembra; a la vez que otros investigadores contemporáneos sugerían que sí, el Koolakamba podía ser real pero no un híbrido, si no una especie no reconocida y que podría ser el dichoso 'eslabón perdido' entre el hombre y los demás homínidos. Otros más exponían el hecho de que el Koolakamba podría ser únicamente un chimpancé anormal, producto de una mutación genética; cosa que se desmintió rápidamente al presentar evidencias de que los nativos de la región contaban con historias pasadas de generación en generación sobre el Koolakamba, lo que descartaba la idea de que se tratara de un animal mutante.

Las teorías de du Chaillu quedaron olvidadas hasta 1960, cuando el primatólogo Osman Hill mencionó que estaba casi seguro de que en los grupos de chimpancés que había investigado en la región de Holloman; podría haber especímenes del Koolakamba.
Hill observó variaciones entre los primates que coincidían con las descripciones de du Chaillu; en concreto la existencia de hocicos cortos y una variación en la forma de las orejas de los animales. Incluso Hill decía tener evidencia fotográfica sobre chimpancés de tamaño descomunal y postura bípeda, sosteniendo siempre que seguro se trataba de una subespecie de chimpancé y no un homínido sin descubrir.

En 1996, surgió un nuevo debate a raíz de la existencia de un chimpancé extraño en el zoológico de Yaounde, en Camerún. El animal era un simio grande, con un rostro cuadrado, una quijada poderosa, un cráneo muy grande y ojos vagamente humanos; por lo que se creyó que podía tratarse de un híbrido de chimpancé y gorila; y por ende, del fabuloso Koolakamba.
Desafortunadamente, el mono del zoológico Yaounde murió sin que se le pudieran realizar exámenes de ADN y nunca se comprobó si era un animal distinto o sencillamente un chimpancé anómalo.
Única fotografía conocida del chimpancé del zoológico Yaounde. 

sábado, 27 de julio de 2019

La intrusa en la morgue.

Historia anónima.
Esta historia le ocurrió a mi padre hace unos años, cuando se desempeñaba como guardia de la morgue en un importante hospital general del bajío, en el centro de México.
Mi padre era policía, y se le asignó el cuidado de la morgue en una época donde por la violencia de la guerra contra el narco; llegaban varias víctimas durante las noches. Había ocurrido que comandos armados entraban a los hospitales para rematar a sus objetivos si es que estos habían sobrevivido, a extraer cuerpos de sicarios o simplemente con motivos de intimidación. 
Era una noche cálida de verano, justo en medio de la famosa canícula; y mi padre estaba cubriendo el turno de las 11 de la noche a las 6 de la mañana junto a otro compañero a quien llamaré Miguel. Mi padre se encontraba afuera del hospital, tomando un café a eso de las dos de la mañana cuando recibió una llamada de Miguel en el radio. 
Miguel le explicó que un empleado de mantenimiento había estado trapeando un corredor cerca de la morgue cuando alcanzó a ver a una silueta corriendo de un lado a otro al final del pasillo. Sin saber qué hacer, llamó a los elementos de seguridad y no tardó mucho para que mi padre se reuniera con Miguel y el empleado les diera su testimonio. 

Pensando que podía tratarse de algún miembro del crimen organizado, los dos entraron al sótano del hospital y anunciaron su presencia; pidiéndole a quien estuviese dentro, que se rindiera y saliera con las manos en alto. Nadie les respondió, y más sorprendente aún, no había rastros de que alguien hubiese entrado por las otras puertas que conectaban con el piso superior del hospital. 
Se dividieron para cubrir más terreno y mi padre se encontraba subiendo las escaleras al primer piso cuando recibió una llamada de Miguel; que le decía que había visto al intruso correr a lo lejos, y que se trataba de una mujer. Luego de reunirse, Miguel y mi padre corrieron en dirección al pasillo por donde había desaparecido la mujer; y fue ahí que la vieron cerca de un corredor poco iluminado.

La mujer estaba frente a una puerta gris, de metal. Las luces en esa área del hospital fallaban mucho, y a esa hora se encontraban apagadas; por lo que no pudieron verla claramente. De lo que se distinguía, iba desarmada y llevaba un vestido que le llegaba abajo de las rodillas, zapatos de piso y una cabeza llena de esponjado cabello negro y le cubría las facciones. 
Miguel le habló a la mujer, preguntándole quién era. 
No hubo respuesta. En lugar de ello, la mujer abrió y entró a la habitación; azotando la puerta detrás de sí. Le tocaron y gritaron que abriera, sin respuesta alguna. La mujer había asegurado el cerrojo, así que la única forma de abrir fue llamar a mantenimiento y pedirle las llaves. 

Cuando el empleado de mantenimiento llegó y escuchó lo que había ocurrido, les lanzó una mirada de confusión y preguntó si estaban seguros de lo que había ocurrido. Mi padre le dijo que sí, a lo que el empleado le respondió que era imposible; pues esa habitación no tenía forma de cerrarse desde adentro.
De cualquier forma, les abrió y los dos entraron apuntando con sus armas. Llevaban linternas, así que barrieron cada centímetro de la habitación con ellas en busca de algo; pero no había rastro alguno de la mujer o de cualquier cosa fuera de lugar, más allá de un olor desagradable y dulzón que mi padre no pudo identificar en un principio; pero le causó bastante repulsión.

El empleado de mantenimiento entró después de ellos y encendió las luces de la habitación. Efectviamente, el lugar estaba vacío con excepción de algunas herramientas en anaqueles y dos planchas de metal. Una estaba vacía, y la otra cubierta con una sábana y lo que parecía ser un cuerpo.
Ahí estaba la mujer, oculta y haciéndose pasar como un cadáver en el área de la morgue. Mi padre se acercó a ella, diciéndole que todo había terminado y que era mejor rendirse. Al aproximarse, percibió de nuevo el aroma; esta vez más fuerte. Era el olor de un cadáver.
Al retirar la sábana, mi padre sintió como se le encogía el corazón y Miguel dejó salir una maldición bastante fuerte. 
Ahí, bajo la plancha y ya con rasgos de lividez cadavérica; estaba esa mujer. Desnuda, con el esponjado cabello negro hecho una pasta y enmarcando su rostro; acrecentando aún más el aspecto tétrico de sus mejillas demacradas y las venas oscuras en ellas. 
La etiqueta atada en el pulgar del pie derecho decía que había muerto cuatro días atrás. 

jueves, 11 de julio de 2019

El Keelut

Al igual que en muchas otras mitologías, los Inuit de Alaska y el norte de Canadá cuentan con leyendas sobre animales sobrenaturales que parecen odiar al hombre. Junto al Kooshtaka, el Amarok o el Aklut; el Keelut es uno de los más temidos seres de las leyendas que los esquimales solían contar durante las oscuras épocas sin sol en el círculo polar ártico.

El Keelut, también conocido bajo otros nombres como Qiqirn, Ke'lets o Qiqion es un espectro del inframundo que aparece únicamente durante el invierno y toma la forma física de un perro despellejado casi por completo, con excepción de sus patas; las cuales van cubiertas de grueso pelaje que le ayuda a borrar sus huellas. 
Esta adaptación le permite al Keelut el perseguir a su presa, por lo regular humanos; sin que estos se percaten. Aunado a esto, este monstruoso espíritu canino también es fanático de desenterrar cadáveres y devorarlos; por lo que la tradición Inuit sugiere que también actúa como un augurio de la muerte. 

Sin embargo, su poder más peligroso es el de provocar convulsiones en sus presas con solo verlas; hacerlas olvidar a donde se dirigían o matarlas de hipotermia. Una vez que su víctima está indefensa, el Keelut entonces comienza a devorarla. Afortunadamente, es fácil ahuyentarlo; ya que le teme al ruido y los gritos, así como el llamarlo por su nombre pueden hacerlo correr. Aunque esto también resulta difícil, pues el Keelut es un gran cazador y por lo regular sus víctimas ni siquiera se dan cuenta de su presencia hasta que es muy tarde.

jueves, 4 de julio de 2019

El Hombre Rojo del Palacio Tuileries.

Jean L'Ecorcheur en el comic Ghostbusters. 
El Hombre Rojo del Palacio de Tuileries es una leyenda  poco conocida de la historia de Francia, pero no por ello menos escalofriante que algunas de las historias de horror relacionadas a las Catacumbas de París, la Bestia de Gévaudan o los avistamientos paranormales en Versalles. Es un mito espectral arraigado a la historia francesa desde la época de la realeza, pasando por la revolución y la época de la Comuna. 

Jean el Despellejador.
El mito del Hombre Rojo (del francés L'Homme Rouge), se origina durante el reinado de Enrique II; quien se dice empleó a un asesino a sueldo conocido con el ominoso nombre de Jean el Despellejador (Jean L'ecorcheur), quien fue tan eficiente que llegó a convertirse en confidente personal y mano derecha del rey.
Desgraciadamente para Jean, esta cercanía lo llevó a enterarse de varios secretos delicados sobre la reina Catalina de Medici; quien contrató a otro asesino de nombre Neuville para acabar con Jean en el jardín de Tuileries. Cuando Neuville sorprendió a Jean y logró su cometido, se vio obligado a abandonar rápidamente el área y ocultarse luego de escuchar que alguien se acercaba. 
Aquí comienza lo sobrenatural, pues cuando Neuville volvió para recoger el cuerpo de Jean, este ya había desaparecido misteriosamente. Aunado a eso, en los días consecuentes la astróloga de la reina Catalina experimentó terribles visiones sobre los ocupantes de Tuileries; en las cuales todos morían de forma sangrienta. La astróloga también declaró que el alma de Jean quedaría condenada a embrujar el palacio hasta que la propiedad fuese destruida. 
Desde entonces, se cree firmemente que cada que París sufre una tragedia mayúscula, el espíritu del Hombre Rojo aparece en las inmediaciones de Tuileries.

L'Homme Rouge, el Hombre Rojo.
La reina Catalina de Medici (1519-1589)
La segunda versión de la leyenda involucra a la reina Catalina. 
Catalina de Medici, famosa por sus intrigas y el uso de redes de espías en la corte para acabar con sus oponentes políticos; decidió consagrar su reino con la construcción del palacio de Tuleries, una obra faraónica que ansiaba a tal grado que se mudó a ella cuando todavía se encontraba en construcción.
Al poco tiempo de habitarla, la reina se topó cara a cara con una espantosa aparición cubierta por un manto rojo como la sangre; que le vaticinó a la reina que moriría en Saint-Germain. 
Aterrorizada porque Tuileries forma parte de la parroquia de Saint-Germain, la reina abandonó el castillo y jamás regresó a él. De cualquier forma, el pronóstico del fantasma sí se cumplió de alguna forma; ya que como coincidencia trágica, el monje benedictino que le administró la extrema unción en su lecho de muerte llevaba por nombre Laurent de Saint-Germain.

"Es descrito como un hombre pequeño, tapado de la cabeza a los peis en escarlata, con una mirada tan penetrante y sobrenatural que aterra al más valeroso. Nunca habla, y sus visitas no son prolongadas; pues se desvanece tras ser descubierto."
-Escrito anónimo del siglo XVII.

El poeta Pierre-Jean de Béranger describe al ser como un demonio color rojo brillante, jorobado y tuerto. Otros más apuntan a que el espíritu asemeja a un duende de nariz larga y curva, boca deforme y patas de cabra.
De sus apariciones, sí queda claro que coinciden con eventos desastrosos en la historia francesa. Por ejemplo, se le avistó en la víspera del 13 de mayo de 1610; un día anterior a la muerte del Rey Luis XVI. La famosa reina Maria Antonieta fue visitada por el ser en los días previos al 10 de agosto de 1792, cuando el castillo fue atacado; y el emperador Napoleón también lo encontró durante el invierno previo a su fatídica invasión a Rusia. Reza la leyenda que el Hombre Rojo apareció ante los guardias reales de Napoleón, demandando violentamente verlo; a lo que el capitán de la guardia se negó rotundamente. 
El espectro ofendido lo empujó y corrió para encontrar al chambelán de Napoleón; a quien le ordenó lo siguiente: "Dígale al Emperador que el Pequeño Hombre Rojo que vio en Egipto quiere una audiencia con él."

Al oír la noticia, Napoleón lo recibió de inmediato y sostuvo una larga conversación con el ente en su alcoba privada. De lo que pudieron escuchar los guardias apostados afuera, se dice que Napoleón le imploraba al ser por algo; a lo que este se negaba con carcajadas burlonas mientras salía de la habitación y se esfumaba en los corredores del palacio.
La siguiente aparición del Hombre Rojo ocurrió en 1815, cuando la Duquesa de Angouléme atendía una fiesta en los apartamentos del Louvre. Durante la cena, un monstruoso ser de color rojo emergió de la chimenea de la sala; robó una pierna de cordero y después se esfumó reptando por donde vino como una enorme araña ante la mirada de los asistentes.
Finalmente, la aparición final fue en los últimos días de la Comuna, durante el año de 1871. Un periodista que reportaba lo ocurrido en la Comuna, publicó un relato aterrador de parte de un conserje del Louvre; quien se encontró al ser en el edificio:

"Al dar su ronda acostumbrada una noche, linterna en mano entre las galerías silenciosas, observó en la Galería d'Apollon a una figura humana de pie contra una ventana, con brazos cruzados y una cabeza gacha, en estado de profunda aflicción. Creyendo que había sorprendido a un ladrón, el conserje se acercó al intruso que desapareció de forma misteriosa. Intentó convencerse a sí mismo de que sus sentidos lo habían engañado, cuando al llegar a la Gran Galería vio de nuevo a la misma figura, en la misma pose melancólica. Al verse descubierta, la figura desapareció. El empleado entonces recordó la leyenda del Homme Rouge y no perdió tiempo... Regresó con algunos de sus camaradas, a quienes les había relatado lo visto; pero en esta ocasión la búsqueda del duende fue infructuosa. Y fue cortada por otro tipo de aparición: una llamarada en el cielo."
Reproducción de la época sobre el incendio de Tuileries.
La saga del Hombre Rojo termina el 23 de Mayo de 1871, cuando un grupo de hombres bajo las órdenes del antiguo comandante de la Comuna cubrieron el palacio de Tuileries con petróleo, brea y alcohol; y a las siete de la noche le prendieron fuego.
Las llamas del Tuileries ardieron brillantemente por 48 horas hasta que el edificio fue consumido hasta los cimientos. Y se dice así, que con la muerte del glorioso palacio también llegó el fin del Hombre Rojo que jamás volvió a ser visto; incluso en las épocas oscuras de Paris como la segunda guerra mundial o las revueltas estudiantiles de los años sesenta.