lunes, 9 de septiembre de 2019

Nunca digas su nombre.

Basado en una historia real de 4chan.
No había escuchado el término 'skinwalker' hasta que llegué a Nuevo México.
Trabajo como contratista para una constructora en Estados Unidos, y se me asignó la construcción de un fraccionamiento en una comunidad al norte de Albuquerque. Pasé cerca de dos meses en el proyecto hasta que me asignaron a Nebraska, pero en ese lapso de tiempo vi cosas que me llevaron a evitar Nuevo México durante el resto de mi vida.

Pero es mejor que les explique desde un inicio. 
Soy una persona profesional y en cierto modo solitario, así que no me esforzaba en socializar; pero en los primeros días de nuestra estancia llegué a escuchar conversaciones fugaces entre mis compañeros, pláticas sobre que 'algo' afuera de los tráilers no los dejaba dormir durante la noche.
Como dije, soy solitario, y además de ello no era creyente en lo sobrenatural; así que deseché sus historias y achaqué todo ello a bromas entre los trabajadores o algún coyote o perro que anduviera por ahí en busca de sobras. De cualquier forma, jamás tuve problemas para dormir.

Esas historias pronto escalaron hasta convertirse en conversaciones largas sobre fenómenos paranormales y algunos relatos que habían escuchado de los pobladores en el bar local. Lo encontré entretenido, en la misma forma que disfrutaría una película de terror y todo siguió así hasta que Rick, uno de los albañiles, dejó de ir a trabajar. 
Una mañana no se presentó al sitio de construcción, así que enviamos a alguien a buscarlo. Yo no lo vi, pero el trabajador en cuestión me contó que lo había encontrado hecho un ovillo en una esquina de su habitación; murmurando una y otra vez una frase.

"Pezuñas. Ojos. Se estaba riendo."

Me sentí mal por Rick, pero siendo una persona escéptica me imaginé que debía ser por el estrés del trabajo y la jornada de ocho horas en el calor asfixiante de Nuevo México; todo eso más la falta de descanso debió provocarle una especie de colapso nervioso.
Pero para el resto del equipo, esto fue algo sobrenatural; pues en los días posteriores las historias de fantasmas se convirtieron en la teoría general de que una entidad fantasmal o un monstruo aparecía por las noches en el campamento; y discutían esto a todas horas. Llegó a pasar que mientras hablaban de ello en el bar, el bartender empezó a expresar su descontento sobre las historias y simplemente se retiraba a la parte trasera del local cuando los trabajadores empezarón a discutir una palabra nueva. 
'Skinwalker'.
La palabra no significaba mucho para mí, aunque de lo que llegué a escuchar descubrí que se trataba de una especie de hechicero o brujo malvado. Recuerdo que una noche en particular, uno de los trabajadores empezó a narrar historias sobre estos Skinwalkers mientras el resto del grupo lo escuchaba con la atención de un grupo de niños de kinder.
Llevaban un rato bebiendo, y sus voces eran fuertes; por lo que una buena parte de los otros comensales ya se veían fastidiados por esa ruidosa plática de borrachos.
Al mirar alrededor, pensando lo idiotas que debían verse; noté a un anciano con ropas de granjero que los escuchaba atentamente y tenía el rostro contorsionado en una expresión de enojo. El hombre debió darse cuenta de que lo veía, pues se levantó y caminó hasta el grupo de borrachos; con una mirada agresiva. A su vez, los borrachos le preguntaron qué quería, pero el granjero no respondió y se limitó a fulminarlos con la vista.
En ese momento me levanté, deseando que ninguno de esos ebrios fuera lo suficientemente imbécil para provocar una pelea. El anciano permanecía de pie, mirando en silencio mientras los trabajadores lo provocaban, y esto continuó hasta que eventualmente perdieron el interés en él y resumieron su plática sobre skinwalkers.
Al escuchar la palabra skinwalker, el hombre finalmente se decidió a hablar, y dijo con una voz cavernosa:

"Dejen de hablar sobre lo que no conocen."

Los borrachos se pusieron de pie, y me acerqué con la esperanza de que me vieran y se alejaran del viejo. Éste permaneció impasible ante ellos, ordenándoles no ser irrespetuosos y no meterse en cosas que salían de su comprensión. Esto los hizo enojar, y justo cuando uno de ellos se acercó agresivamente al anciano; me decidí a actuar.
Siendo su supervisor, los idiotas prefirieron largarse y no arriesgar a que los reportara; dejándonos solo al anciano y a mí. Me disculpé con el hombre y le expliqué que solo eran un montón de idiotas que no sabían controlar como bebían. En ese momento, el hombre sencillamente me dijo que tuviera cuidado, que la gente local no quería hablar del tema y que hablar de Skinwalkers solo traería la clase de atención que no querríamos recibir. 
Tratando de permanecer cordial, me limité a asentir y le reiteré al hombre que vigilaría a mi equipo para evitar otro incidente.

Volví al campamento horas más tarde y de camino a mi tráiler, vi a uno de los borrachos; en concreto aquél que quería golpear al anciano. Dormía en una silla plegable frente a su tráiler, con una cerveza en la mano. No me importó dejarlo ahí, así que lo ignoré y seguí de largo para ir a dormir.
Desperté después de las tres de la mañana con los gritos de los trabajadores afuera del tráiler. Salté de la cama, me vestí y salí todavía algo dormido; para encontrar con que casi todos los trabajadores estaban reunidos cerca al tráiler del borracho dormido; gritando improperios y oraciones en igual medida. 
Supuse que el borracho debió haber sufrido un infarto, así que como responsable me abrí camino entre el tumulto hasta que una peste casi me provocó el vómito. No era un infarto. Era algo peor. 

El borracho, cuyo nombre ya no recuerdo, se había suicidado.
Al parecer, había roto la botella y usado un trozo de cristal para rajarse la garganta de lado a lado. Esta vez, fue suficiente para hacerme vomitar; así que me retiré a un terreno baldío junto al campamento para que no me vieran hacerlo. 
Acababa de vaciar mi estómago cuando escuché un ruido cerca. Algo se movía entre los arbustos del terreno, y pensando que podría tratarse de un coyote o un perro salvaje; miré a todos lados en busca de lo que producía el sonido. Podía ver las luces del campamento al otro lado de la barda que lo separaba del baldío, pero de ahí en fuera no había más iluminación allá de la luz de la luna y las estrellas en el cielo. 
Escuché otro ruido, esta vez más lejos y dirigí la mirada hacia él. Detrás de una línea de árboles, vi la inconfundible figura de una persona a cuatro o cinco metros; y pensé que a lo mejor debía ser uno de los trabajadores. Lo llamé. Y no tardó mucho en que cayera en cuenta de que había cometido un error.
Al gritarle que se identificara, no hubo respuesta. 
La persona se giró para encararme y emprendió el andar hacia mí. Algo en su movimiento me resultaba extraño. Perturbador. Se tambaleaba, pero no como un borracho; si no con los mismos pasos inseguros y torpes de un pequeñito que apenas aprende a caminar. Imaginen pues, a un bebé que todavía no domina el movimiento de sus piernas.
Grité de nuevo y esta vez sí hubo respuesta.
La voz que emergió de su garganta me heló la sangre. Sonaba inhumana y no sé como describirla exactamente, pero si pudiera compararla con algo, diría que parecía un perro que intentase hablar como un hombre. A esto se sumaron una serie de convulsiones que estremecieron al ser, y eso fue lo que de verdad me aterrorizó.

No comprendía las palabras que intentaba decir, y fue hasta que emergió de las sombras de los árboles que la luna lo iluminó de lleno y vi que no se trataba de un hombre o de un animal que conociera. Era algo más. Algo malvado y antinatural.
Su cuerpo era un híbrido del borracho suicida, el hombre a quien acababa de ver muerto minutos antes; y algo que parecía una cabra o un ciervo: La piel se veía alargada y como un rompecabezas de piel humana y pelo de animal, su rostro parecía una máscara de hule estirada sobre un cráneo animal y sus piernas tenían articulaciones como las de un animal de cuatro patas; terminados en pies con forma de pezuñas. 

La cosa dijo otra cosa, pero para ese momento ya había echado a correr.
Hui, esperando que no me persiguiera y como todos estaban enfocados en el cuerpo del borracho; nadie notó lo mal que me veía o la forma en que entré corriendo a mi tráiler. Ya adentro, tomé unos tragos de alcohol para calmarme y llamé al sheriff local; que ya se encontraba en camino luego de que un trabajador reportase la muerte del borracho.
Me senté en el tráiler, sin saber qué hacer y esperé que el sheriff llegara. Solo entonces me animé a salir, porque una parte de mí sabía que esa cosa seguía allá afuera. 

La muerte del borrachín trajo muchos problemas que terminaron con el proyecto de construcción. Demandas de su familia, investigaciones por un posible homicidio y varias quejas de los clientes que nos habían contratado. Después llegó una demanda porque no se completó el trabajo, y la verdad es que nadie quería regresar a trabajar luego de que los empleados dijeran que habían visto 'algo' inhumano rondando el sitio de construcción después de la muerte del borracho; y un puñado incluso renunció luego de escuchar la voz del difunto hablándoles por las noches, invitándolos a salir de sus tráilers.

No supe más.
De hecho, fui de los primeros que se largaron luego de que se cancelara el proyecto. Pero sentí que debía ir al bar y buscar al anciano con quien hablé anteriormente; para preguntar si sabía algo al respecto de la criatura que vi detrás del campamento. 
Afortunadamente, lo encontré sentado en el mismo lugar, bebiendo un tarro de cerveza. Me le acerqué para entablar conversación, pero él se dio cuenta de mi presencia y comenzó a hablar antes de que yo siquiera pudiese decirle un 'hola'. 

"Les advertí que no anduvieran por ahí hablando de esas cosas sin pensar en las repercusiones."

"Se suicidó, ¿o fue un skinwalker?", pregunté. El anciano me miró de vuelta con fuego en los ojos y replicó en un tono muy serio:

"No digas su nombre. Nunca sabes quién te escucha."

Con ello, se levantó y salió sin decir otra cosa.
Esa fue la última vez que dije la palabra 'skinwalker' en voz alta.

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