Jean L'Ecorcheur en el comic Ghostbusters.
El Hombre Rojo del Palacio de Tuileries es una leyenda poco conocida de la historia de Francia, pero no por ello menos escalofriante que algunas de las historias de horror relacionadas a las Catacumbas de París, la Bestia de Gévaudan o los avistamientos paranormales en Versalles. Es un mito espectral arraigado a la historia francesa desde la época de la realeza, pasando por la revolución y la época de la Comuna.
Jean el Despellejador.
El mito del Hombre Rojo (del francés L'Homme Rouge), se origina durante el reinado de Enrique II; quien se dice empleó a un asesino a sueldo conocido con el ominoso nombre de Jean el Despellejador (Jean L'ecorcheur), quien fue tan eficiente que llegó a convertirse en confidente personal y mano derecha del rey.
Desgraciadamente para Jean, esta cercanía lo llevó a enterarse de varios secretos delicados sobre la reina Catalina de Medici; quien contrató a otro asesino de nombre Neuville para acabar con Jean en el jardín de Tuileries. Cuando Neuville sorprendió a Jean y logró su cometido, se vio obligado a abandonar rápidamente el área y ocultarse luego de escuchar que alguien se acercaba.
Aquí comienza lo sobrenatural, pues cuando Neuville volvió para recoger el cuerpo de Jean, este ya había desaparecido misteriosamente. Aunado a eso, en los días consecuentes la astróloga de la reina Catalina experimentó terribles visiones sobre los ocupantes de Tuileries; en las cuales todos morían de forma sangrienta. La astróloga también declaró que el alma de Jean quedaría condenada a embrujar el palacio hasta que la propiedad fuese destruida.
Desde entonces, se cree firmemente que cada que París sufre una tragedia mayúscula, el espíritu del Hombre Rojo aparece en las inmediaciones de Tuileries.
L'Homme Rouge, el Hombre Rojo.
La reina Catalina de Medici (1519-1589)
La segunda versión de la leyenda involucra a la reina Catalina.
Catalina de Medici, famosa por sus intrigas y el uso de redes de espías en la corte para acabar con sus oponentes políticos; decidió consagrar su reino con la construcción del palacio de Tuleries, una obra faraónica que ansiaba a tal grado que se mudó a ella cuando todavía se encontraba en construcción.
Al poco tiempo de habitarla, la reina se topó cara a cara con una espantosa aparición cubierta por un manto rojo como la sangre; que le vaticinó a la reina que moriría en Saint-Germain.
Aterrorizada porque Tuileries forma parte de la parroquia de Saint-Germain, la reina abandonó el castillo y jamás regresó a él. De cualquier forma, el pronóstico del fantasma sí se cumplió de alguna forma; ya que como coincidencia trágica, el monje benedictino que le administró la extrema unción en su lecho de muerte llevaba por nombre Laurent de Saint-Germain.
"Es descrito como un hombre pequeño, tapado de la cabeza a los peis en escarlata, con una mirada tan penetrante y sobrenatural que aterra al más valeroso. Nunca habla, y sus visitas no son prolongadas; pues se desvanece tras ser descubierto."
-Escrito anónimo del siglo XVII.
El poeta Pierre-Jean de Béranger describe al ser como un demonio color rojo brillante, jorobado y tuerto. Otros más apuntan a que el espíritu asemeja a un duende de nariz larga y curva, boca deforme y patas de cabra.
De sus apariciones, sí queda claro que coinciden con eventos desastrosos en la historia francesa. Por ejemplo, se le avistó en la víspera del 13 de mayo de 1610; un día anterior a la muerte del Rey Luis XVI. La famosa reina Maria Antonieta fue visitada por el ser en los días previos al 10 de agosto de 1792, cuando el castillo fue atacado; y el emperador Napoleón también lo encontró durante el invierno previo a su fatídica invasión a Rusia. Reza la leyenda que el Hombre Rojo apareció ante los guardias reales de Napoleón, demandando violentamente verlo; a lo que el capitán de la guardia se negó rotundamente.
El espectro ofendido lo empujó y corrió para encontrar al chambelán de Napoleón; a quien le ordenó lo siguiente: "Dígale al Emperador que el Pequeño Hombre Rojo que vio en Egipto quiere una audiencia con él."
Al oír la noticia, Napoleón lo recibió de inmediato y sostuvo una larga conversación con el ente en su alcoba privada. De lo que pudieron escuchar los guardias apostados afuera, se dice que Napoleón le imploraba al ser por algo; a lo que este se negaba con carcajadas burlonas mientras salía de la habitación y se esfumaba en los corredores del palacio.
La siguiente aparición del Hombre Rojo ocurrió en 1815, cuando la Duquesa de Angouléme atendía una fiesta en los apartamentos del Louvre. Durante la cena, un monstruoso ser de color rojo emergió de la chimenea de la sala; robó una pierna de cordero y después se esfumó reptando por donde vino como una enorme araña ante la mirada de los asistentes.
Finalmente, la aparición final fue en los últimos días de la Comuna, durante el año de 1871. Un periodista que reportaba lo ocurrido en la Comuna, publicó un relato aterrador de parte de un conserje del Louvre; quien se encontró al ser en el edificio:
"Al dar su ronda acostumbrada una noche, linterna en mano entre las galerías silenciosas, observó en la Galería d'Apollon a una figura humana de pie contra una ventana, con brazos cruzados y una cabeza gacha, en estado de profunda aflicción. Creyendo que había sorprendido a un ladrón, el conserje se acercó al intruso que desapareció de forma misteriosa. Intentó convencerse a sí mismo de que sus sentidos lo habían engañado, cuando al llegar a la Gran Galería vio de nuevo a la misma figura, en la misma pose melancólica. Al verse descubierta, la figura desapareció. El empleado entonces recordó la leyenda del Homme Rouge y no perdió tiempo... Regresó con algunos de sus camaradas, a quienes les había relatado lo visto; pero en esta ocasión la búsqueda del duende fue infructuosa. Y fue cortada por otro tipo de aparición: una llamarada en el cielo."
Reproducción de la época sobre el incendio de Tuileries.
La saga del Hombre Rojo termina el 23 de Mayo de 1871, cuando un grupo de hombres bajo las órdenes del antiguo comandante de la Comuna cubrieron el palacio de Tuileries con petróleo, brea y alcohol; y a las siete de la noche le prendieron fuego.
Las llamas del Tuileries ardieron brillantemente por 48 horas hasta que el edificio fue consumido hasta los cimientos. Y se dice así, que con la muerte del glorioso palacio también llegó el fin del Hombre Rojo que jamás volvió a ser visto; incluso en las épocas oscuras de Paris como la segunda guerra mundial o las revueltas estudiantiles de los años sesenta.
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