jueves, 8 de marzo de 2018

Los misterios del Parque Griffith.

El Parque Griffith, Los Ángeles, California.
El Parque Nacional y el Observatorio Griffith, es una reserva natural enclaustrada en medio de las montañas de Santa Mónica; en Los Ángeles, California. El parque, con una extensión de más de 1,700 hectáreas, es uno de los parques naturales más grandes de Norteamérica y el segundo en California; justo después de la Reserva de Mission Trails en San Diego.
El lugar cuenta con una larga historia relacionada a la ciudad. Por ejemplo, en uno de sus extremos se encuentra el barrio residencial Los Feliz, hogar de varios famosos hollywoodenses; fue la sede del antiguo zoológico de Los Ángeles, y en él se encuentra el letrero de Hollywood. Pero lo más curioso sobre el parque, es el hecho de que en él han transcurrido varios fenómenos que van desde lo chusco hasta lo sobrenatural.

Don Antonio Feliz y la maldición de Doña Petronila.
Griffith Jenkins Griffith (1850-1919)
La historia del parque Griffith inicia con un barón mexicano llamado Don Antonio Feliz, y su sobrina Petronila. Se dice que en 1863, Feliz estaba muriendo de una rara enfermedad cuando decidió legarle los derechos de sus tierras a un asociado; lo que desató la ira de su sobrina. No se sabe si Feliz lo hizo a propósito, o si su asociado y el notario involucrado se aprovecharon del febril y moribundo hombre.
Lo que se sabe, es que Petronila lanzó una maldición: "¡El ganado y los campos morirán! ¡Y nadie verá dinero de esta tierra!", y dijo que tanto el asociado como el notario morirían de forma sangrienta. 
Fue años después, en 1882 que el coronel Griffith J. Griffith compró la tierra. Y y sea por coincidencia o efectivamente la maldición de Petronila; pero la cuenca de Los Ángeles sufrió de sequías, incendios y otros desastres que fueron particularmente severos en el área del rancho Los Feliz. Hay quienes incluso aseguran que durante la tormenta, se podía ver al espíritu de Doña Petronila montando un caballo, gritando y riendo como una demente.
En 1891, Griffith apenas sobrevivió a un intento de asesinato por parte de un empresario rival. El hombre se salvó milagrosamente debido a que el atacante usó un tipo de perdigón para aves, y no el usual, que era destinado a ciervos y animales de gran tamaño. De cualquier forma, Griffith decidió que era más de lo que podía soportar y comenzó a regalar extensiones de terreno a los habitantes de Los Ángeles.
En 1903, Griffith atacó a su esposa con un arma durante su estancia en un hotel de Santa Mónica. La mujer saltó por la ventana para escapar, quedando desfigurada y sin el uso de su mano izquierda; pero afortunadamente pudo sobrevivir. Griffith fue sentenciado a la prisión de San Quintín. En 1919, finalmente falleció de una enfermedad del hígado, producto de su alcoholismo.

El fantasma de Petronila.
Hasta el día de hoy, no son pocos los angelinos que dicen ver al espíritu de una joven que porta un vestido blanco y que cabalga en un caballo del mismo color. Se puede ver a la medianoche en un edificio conocido como Paco Feliz Adobe; asomándose por las ventanas durante noches particularmente tormentosas y oscuras. El Adobe es la estructura más vieja del parque, y sirve en la actualidad como el cuartel de los rangers de Crystal Springs.
Una leyenda relacionada dice que en 1896, el espíritu de Don Antonio Feliz apareció en una fiesta para celebrar la venta de la tierra por parte de Griffith a la ciudad de Los Ángeles. Se dice que el fantasma se sentó en la silla de honor reservada para Griffith, y proclamó con voz espectral: "¡Los invito a cenar conmigo en el infierno! ¡En su gran honor, he traído una corte de demonios!"; acto seguido las luces se apagaron y un escándalo de tambores y trompetas inundó la habitación. No se sabe qué ocurrió después, pues todos los invitados de Griffith salieron huyendo antes de que los demonios llegaran. 
El fantasma de Don Feliz continúa apareciendo en lo que fue su antiguo rancho, usualmente montado en un caballo negro de brillantes ojos rojos. Curiosamente, hay quienes dicen haber visto al espectro de Griffith, montado también en un caballo.

Los misterios del letrero de Hollywood.
P22, el puma del parque.
Construido en 1923 como una manera de promocionar la ciudad y atraer a nuevos habitantes, el letrero de Hollywood es indudablemente una de las obras arquitectónicas más famosas del mundo. La versión que existe hoy, no es la original, sino una construida de un material más duradero luego de que la primera se deteriorara por varios accidentes y exposición a los elementos hasta 1978.
Como un dato curioso, fue el fundador de Playboy, Hugh Hefner; quien inició la campaña para la restauración del letrero y que consistía en que cada letra fuera 'donada' por un famoso diferente.
En los últimos años, se hizo famoso por ser el hogar de "P22", un puma que también saltó a la fama luego de haberse comido un koala del Zoológico de Los Ángeles.  Pero, además de P22, el letrero también es el hogar de un espíritu: el de una joven actriz llamada Peg Entwistle.
En 1932 y luego de una corta carrera llena de decepciones, Peg Entwistle se suicidó saltando de la H del letrero. Desde entonces, varios paseantes y deportistas han dicho haber visto a una mujer saltando de la letra H al anochecer; siempre desapareciendo antes de chocar con el piso. Se dice que es Peg debido a que su descripción coincide, por el hecho de que viste ropas antiguas y que también ha sido vista recorriendo el camino entre el letrero y su antigua residencia en Beachwood Drive. Incluso hay quienes sugieren que el aroma a gardenia, el perfume favorito de Peg, tiende a presentarse cerca del letrero durante las noches.

Los amantes de la mesa y otros espíritus del parque.
La banca embrujada. 
En 1976, el un músico de nombre Rand Garrett y su novia, Nancy Jeanson; se encontraban haciendo el amor en una de las mesas de picnic en Griffith Park cuando una rama de árbol se desprendió y cayó sobre ellos; aplastándolos. Sus restos fueron cremados y dispersados en la mesa y los alrededores; mientras que algún fanático decidió escribir "RIP 10/31/1976 RAND+NANCY" en la banca. 
De cualquier modo, se dice que los espíritus de Rand y Nancy siguen anclados al lugar; y no están para nada contentos.
Muchos empleados del parque han reportado haberse encontrado con Nancy y Rand, o sufrido accidentes relacionados con ellos. El primero de ellos fue un trabajador de la ciudad de nombre Morris Carl, a quien se le dió la tarea de talar el árbol caído en la banca. Carl apenas había comenzado a cortar el árbol cuando sintió un escalofrío y empezó a escuchar llantos y gemidos a su alrededor. 
Lo que finalmente lo hizo huir fue que el árbol comenzó a agitarse violentamente, y Carl escuchó un susurro en su oído que decía claramente: "déjanos en paz". Carl intentó escapar, pero el motor de su camioneta no lograba encender; y en ese instante fue que vio algo que le heló la sangre. 'Algo' había empañado el parabrisas y escrito "la próxima vez, te mueres" (NEXT TIME YOU DIE).
Años más tarde, un supervisor de nombre Dennis Higgins aceptó una apuesta de quinientos dólares para ir y talar el árbol durante la noche. Sorprendentemente, no solo se encontró a Higgs tirado junto a la banca al día siquiente, si no que la sierra eléctrica que usaría para el trabajo yacía a unos metros de él; con la hoja completamente doblada en forma de 'U'. El forense que lo examinó, declaró que la muerte del hombre había sido por un infarto; pero quienes vieron el cuerpo coinciden en que el cabello se le había puesto blanco, y que su rostro estaba congelado en una mueca de horror.
La policía también reveló que las manos de Higgs sufrían de heridas consistentes con lo que habría sido si alguien lo hubiese arrastrado por el piso. Al final, las autoridades del parque emitieron un comunicado prohibiéndole a los empleados que se alejaran de la mesa número 29. El árbol permanece intacto, aún cuarenta años después de haberse desplomado; sin rasgos de musgo o infestación por los escarabajos que una década atrás no solo diezmaron los árboles del parque, sino que acabaron con uno plantado en honor de George Harrison.
Quienes han visitado la banca por la noche, cuentan haber sufrido opresiones en el pecho, escuchado llantos e incluso haber visto dos pares de ojos rojos entre los árboles; los cuales casi siempre van acompañados de una risa escalofriante.

Otro punto importante en términos de apariciones fantasmales, es el viejo carrusel del parque. Luis Alvarado, 'alcalde' honorario de Griffith Park supuestamente se encontró a un fantasma en dos ocasiones distintas; mientras recorría el parque al anochecer para cerciorarse de que todos los visitantes habían salido.
Alvarado pudo observar como un hombre descendía por una escalera cerca del carruse, desapareciendo al llegar al último escalón. Inicialmente, descartó la idea como una ilusión óptica, pero el fenómeno se repitió a los pocos días durante otra revisión de rutina. Indagando en la historia del parque, no se pudo corroborar que en ese punto hubiese ocurrido alguna muerte.
El observatorio y la zona conocida como Travel Town también cuentan con historias de apariciones, voces desencarnadas y orbes de luz; y son tan frecuentes que las autoridades de la ciudad han llevado equipos de investigadores paranormales con la intención de descubrir exactamente qé ocurre con la zona. 

El Zoológico abandonado.
El parque Griffith también llegó a funcionar como el hogar del Zoológico de Los Angeles, que operó entre 1912 y 1966; y que  pese a estar abandonado en la actualidad, sigue atrayendo a miles de turistas cada año por lo extraño y decadente de sus estructuras.
De acuerdo con los habitantes de Los Angeles y varios investigadores paranormales, el zoológico es un punto importante en términos de actividad inexplicable; y en las décadas que lleva abierto a paseantes y aficionados al UrbEx (exploración urbana), cuenta con reportes de apariciones de personas, olores misteriosos, sonidos e incluso animales espectrales. En la década de 1990, un grupo de aficionados a la exploración urbana salieron despavoridos de una jaula abandonada tras encontrar lo que parecía ser un león africano adulto emergiendo de las sombras del lugar.
En el año 2010, una renombrada psíquica visitó el zoológico con un equipo de filmación, y de inmediato experimentó varias visiones que le helaron la sangre: Animales en condiciones deplorables, grandes felinos recurriendo al canibalismo, un mono sufriendo ataques de psicosis, elefantes con los pies infectados y un dragón de komodo encerrado en una jaula demasiado pequeña. 

La Bestia de Griffith Park.
Pero no son solo fantasmas animales y humanos los que rondan el parque, pues de acuerdo con la leyenda urbana; existe una bestia monstruosa que acecha en los sitios más recónditos. En el año 2005, tres hombres que volvían de una excursión nocturna, se encontraron con una bestia de piel verde y pelaje de un rojo brillante. 
"Las piernas eran muy largas, y daba grandes zancadas mientras atravesaba la calle. Tenía la espalda jorobada, su cuello era muy largo y caminaba como un gran simio. No hay forma de que un hombre puede caminar así. Sus ojos eran negros", declaró uno de los testigos a los medios de la época.
En el año 2009, un usuario del sitio "Weird CA" contó haber sido perseguido por un coyote o lobo gigante durante una excursión; y que al subir por una loma pronunciada, encontró a un chico y le advirtió del animal. El chico le agradeció por la advertencia y le entregó un petardo para defenderse de su perseguidor; para luego desaparecer entre una línea de arbustos y un sendero. Termiendo que pudiese ser atacado, el excursionista decidió seguir al niño pero este ya se había desvanecido sin dejar rastro alguno.

miércoles, 14 de febrero de 2018

La criatura de la montaña Bald.

El 14 de noviembre de 1974, habitantes del condado Lewis, en el estado norteamericano de Washington; inundaron las líneas de emergencia con reportes del impacto de un meteoro en la Montaña Bald, cerca del Monte Santa Helena. Lo que podría haber quedado como un incidente astronómico menor, rápidamente se salió de control cuando durante las semanas siguientes, varios grupos de campistas y montañeses acudieron a los servicios forestales de la localidad para reportar encuentros con una extraña criatura bioluminiscente.

Los reportes, que eran demasiados como para ser una broma, eventualmente llegaron a oídos del sheriff del condado; quien lanzó una investigación al respecto. Sin embargo, el sheriff fue visitado por un grupo de militares que decían pertenecer a la Fuerza Aérea, y le ordenaron detener la investigación; diciendo que ellos se encargarían de ese momento en adelante. 

Tres noches después, otro objeto chocó cerca de Seattle. Un mercader de nombre Ernest Smith, que vivía en las afueras de la ciudad, fue el primero que vio a la extraña criatura. De acuerdo con Smith, el ser era del tamaño de un caballo, cubierto de escamas y se sostenía en cuatro patas con ventosas como las de un pulpo. Su cabeza tenía forma de balón de fútbol americano y llevaba grandes antenas como las de un insecto. Lo más notorio, sin embargo, era el hecho de que este ser emitía una luz color verde y parecida a la de un letrero de neón.

Un día más tarde, una pareja de apelligo Ramsbaugh viajaba en auto por un camino montañoso cuando también vieron a la bestia; describiéndola exactamente igual que Smith. El sheriff, William Wister, fue contactado por un equipo militar que también se identificó como perteneciente a una rama del gobierno; en este caso la NASA. Wister sospechó un poco, pues ninguno mostró credenciales y sus uniformes no llevaban emblemas de la NASA o de la Fuerza Aérea.

Lo que haya pasado con la criatura después de ello, es un misterio. 
Wister recibió órdenes de detener cualquier investigación y no interferir en las labores del ejército, por lo que cualquier información existente quedó obviamente clasificada. Cabe mencionar que, en los días posteriores al encuentro se observó un incremento en la actividad de la base aérea McChord.

martes, 13 de febrero de 2018

Los Hombres Ave de Var.

En noviembre de 1962, la revista francesa de corte ufológico "Flying Saucer Review" publicó una extensa crónica detallando el encuentro de un hombre de negocios con una especie de alienígenas similares a aves de presa en los bosques de Var.

Lyonel Trigano, un joven investigador ufológico, detalló el reporte del "Señor M", un empresario de la ciudad de Herault que viajaba de noche por un camino boscoso en el departamento de Var. Esa noche, llovía a cántaros y los caminos de terracería en la campiña francesa eran bastante traicioneros; así que "M" conducía lentamente para evitar un accidente.
El viaje, que se desarrolló sin problemas, rápidamente dio un giro inesperado cuando las luces del auto iluminaron a un grupo de figuras agazapadas a mitad del camino. Lo primero que pasó por la mente del hombre de negocios, fue que probablemente se tratara de asaltantes; así que giró el volante y estaba a punto de echar en reversa cuando los seres se alzaron y "M" cayó en cuenta de que en realidad no eran criminales. De hecho, ni siquiera eran humanos.
Los seres eran más altos de un hombre, iban cubiertos de plumas negras y tenían alas y cabezas que asemejaban las de grandes águilas reales. Al ver el auto, soltaron chillidos ensordecedores y se abalanzaron sobre él; lanzando picotazos y zarpazos contra los cristales. 
Venciendo el terror que embargaba su cuerpo, "M" pisó el acelerador sin tomarle importancia al camino enlodado, y rápidamente dejó atrás a las criaturas.
Había avanzado por lo menos quinientos metros cuando lanzó un rápido vistazo al retrovisor, para cerciorarse de que los hombres ave no lo seguían. En lugar de ello, los monstruos echaron a correr a un lado del camino, chillando y agitando las alas. De inmediato; una serie de luces azules iluminó el pasto y reveló un gigantesco objeto volador, en el cual entraron  por medio de una escotilla en la parte inferior; para que el vehículo saliera disparado hacia los cielos poco después.

La historia de "M" terminó siendo olvidada, quedando reducida a una leyenda urbana conocida por pocos; al menos hasta el año de 1968, cuando la revista publicó una entrevista con John Keel y un reporte de los avistamientos del Mothman y el colapso del Silver Bridge en diciembre del año anterior; estableciendo una hipotética relación entre los seres voladores vistos en Var, el Mothman y las primeras historias de humanoides alados en las selvas de Vietnam.

domingo, 11 de febrero de 2018

La casa embrujada de Borgvattnet.

La casa parroquial de Borgvattnet.
Quizás al lector promedio no le suene el nombre de Borgvattnet, en especial siendo este el de una pequeña comunidad rural en Suecia. Más, para los nativos de aquél país nórdico, Borgvattnet evoca temor y reverencia por los extraños sucesos que se desarrollan en la casa parroquial del pueblo.

La reputación de la casa parroquial como un sitio embrujado, inició en 1927 con el capellán Nis Hedlund. 
Hedlund llegó a habitar la casa para desempeñarse como el párroco de Borgvattnet, y desde la primer noche experimentó varios fenómenos inexplicables. En su diario, Hedlund escribe un escalofriante encuentro con una presencia invisible que arrancó un tendedero en el ático e hizo volar por los aires la ropa que el párroco había colgado en él.
Una década después, Rudolf Tangden, el sucesor de Hedlund; contó que al entrar en una habitación vacía en busca de un libro, se encontró cara a cara con una misteriosa anciana vestida de gris; misma que desapareció ante la vista del religioso. En 1940, un ocupante de la casa llamado Otto Lindgren y su esposa se vieron obligados a huir luego de una serie de ataques poltergeist de gran intensidad.

En cierta ocasión, una huésped de Lindgren despertó a la mitad de la noche y vio a un trío de ancianas sentadas en el piso junto a su cama. Al encender la luz para cerciorarse de que no estaba soñando, la mujer soltó un grito tras darse cuenta de que las ancianas seguían ahí; pero sus imágenes aparecían borrosas y translúcidas.
En 1945, el joven capellán Eric Lindgren ocupó la casa luego de la salida de Otto; y también terminó siendo atacado por los fantasmas. En su diario, una extensa jornada que relata ataques fantasmales que tuvieron lugar casi todas las noches; Lindgren cuenta haber sido arrojado de una silla por 'una fuerza desconocida', ruidos como si animales salvajes rondaran los pasillos y habitaciones de la casa, sombras que se escurrían en su visión periférica al caer la noche e incluso un encuentro bastante cercano con las ancianas misteriosas.

Los fenómenos en la casa parroquial continuaron por décadas, incluso después de que la propiedad dejara de servir como hogar para los párrocos de Borgvattnet; siendo más frecuentes el de una silla mecedora que se movía sola, gente de sombras, gritos que resonaban dentro y fuera de la propiedad por las noches e incluso llantos de bebé. 
No existe un registro histórico o noticias que relacionaran la propiedad construida en 1876 con homicidios o violencia doméstica; y la mayoría de las explicaciones sobre los fenómenos, que van desde sirvientas asesinadas y enterradas en la propiedad en secreto, bebés enterrados en el jardín posterior e incluso de espíritus de párrocos que se negaron a abandonar la casa después de muertos; recaen en nada más que leyendas urbanas.
Tore Forslund, el 'sacerdote fantasma' (1927-2000)
En 1980, el famoso exorcista luterano Tore Forslund (apodado 'el sacerdote fantasma'); realizó una serie de sesiones de limpieza y expulsión en la casa, pese a las protestas de los pobladores que ya comenzaban a explotar el valor turístico de los fenómenos sobrenaturales. 
Desafortunadamente, luego de un año terminó por rendirse y reconocer que los fantasmas que habitaban en la casa eran demasiado poderosos.

En la actualidad, la casa parroquial funciona como una posada de huéspedes, cafetería y restaurante; e inclusive quienes pasan una noche en ella reciben un certificado de honor.

viernes, 19 de enero de 2018

El maniquí de la abuela.

Historia anónima.
Mis abuelos emigraron al país desde Alemania a principios de los 1930s, y eran dueños de una papelera en una ciudad más o menos importante del centro del país. Les iba bien, y vivían en una mansión que databa de varios siglos atrás; uno de esos caseríos imponentes que seguro más de uno estará imaginándose como salido de una película de terror.
En realidad, era todo lo contrario. La casa de los abuelos era la cosa más normal del mundo, aunque al ser tan grande y con todos los hijos ya viviendo fuera del hogar; imponía un poco por la soledad en sus muchas habitaciones. 

Aquí debo mencionar que mi abuela también se dedicaba a bordar, y acostumbraba a diseñar vestidos por puro hobby; por lo que se había hecho de varios maniquíes a lo largo de los años. Siempre me asustaron, en especial porque la habitación donde los guardaba tenía un gran ventanal que daba al pasillo donde estaban las habitaciones para huéspedes; y tenían esa extraña cualidad de muchas estatuas y pinturas, de sentir que te 'siguen' con la mirada mientras pasas frente a ellos.
Tenía once años en una ocasión que nos tocó pasar la noche ahí, y a mi me enviaron a una habitación del tercer piso; en el mismo corredor por el que se podía ver el ventanal de los maniquíes. Si me ponía de pie en la puerta, era capaz de ver claramente a un maniquí con forma de mujer, el cual le daba la espalda a la ventana.
Esa noche, ya sea por nervios hacia los maniquíes o por la copiosa cena que la abuela nos preparó, fui incapaz de dormir; así que pasé varias horas viendo películas en mi habitación. A mitad de una película animada, más o menos a eso de las dos de la mañana, empecé a escuchar el ruido de algo arrastrándose por la alfombra del pasillo. Bajé el volumen de la película y escuché, esperando escuchar también los constantes quejidos de mi abuelo alandar, el sonido de alguien aclarándose la garganta o algo que me pudiera confirmar la identidad de quien fuese que estuviera caminando por ahí.
Pero nada. Permanecí varios minutos en silencio, escuchando y dándome cuenta de que los pasos estaban acercándose a mi puerta.

Dudé por un rato, hasta que me armé de valor y abrí la puerta lo suficiente para poder asomar la cabeza con facilidad. El corazón me dio un vuelco ante lo que vi.
El maniquí de mujer, ese que había estado de espaldas hacia el ventanal; ahora me veía fijamente. Me congelé, aterrado y pensando si lo que estaba viendo era real. No tenía idea de qué hacer, y aunque mi mente infantil me decía que seguro alguien lo había movido unas horas antes; yo sabía que esa cosa debía estar viva de alguna manera. Algo muy dentro de mí me gritaba eso. 
Cuando pude volver en sí, cerré la puerta con llave y eché a correr de nuevo hacia la cama, donde me cubrí con las cobijas y subí el volumen al televisor. Pero esa cosa, ese maniquí viviente, volvió a caminar. Las pisadas fuertes, arrastrándose en el suelo, se acercaban más y más. Lentas, pero decididas. Así, hasta que escuché un golpe seco en la puerta, como si tomasen un mazo de madera y golpearan con poco interés; solo para intentar llamar mi atención, a manera de reconocimiento, una forma del maniquí para hacerme saber que estaba consciente de que yo estaba ahí. 
El ruido se detuvo, y ya pasaban de las cuatro de la mañana cuando reuní el suficiente valor para echar un vistazo por debajo de la puerta. La luz de la luna que se filtraba por las ventanas me dejaba ver el pasillo inmediato con toda claridad, y sí, ahí estaba esa cosa. Dos pies pálidos y sin dedos de pie frente a la puerta. En ese instante, hubo otro sonido de arrastre, y abrí la puerta justo en el momento para ver al maniquí desapareciendo hacia el final del pasillo. No caminaba. Era más bien como si algo lo hubiese jalado a la oscuridad de la habitación al fondo. 
No pude más. Salí despedido a toda velocidad por las escaleras y corrí hacia el garage, donde me quedé hasta la mañana que mi papá fue a buscarme. 
Sobra decir, que no volví a pasar una noche ahí, y cuando iba de día, evitaba a toda costa el subir al tercer piso yo solo. Con el tiempo llegué a pensar que tal vez se debía a una alucinación, a la falta de sueño o quizás solo lo imaginé; convencerme a mí mismo de que los fantasmas no existían y mucho menos los maniquíes vivientes.

A fin, mi abuela falleció de edad avanzada hace unos pocos años.
Mi padre se encargaba de los trámites respecto a la casa y las posesiones de mi abuela, y en uno de los días posteriores a la muerte de mi abuela, me llamó para pedirme que pasara por él; ya que era demasiado tarde. 
Mientras frenaba en el camino delante de la casa, volteé instintivamente hacia el tercer piso y lo vi. No grité, pero sí experimenté una sensación increíble de terror. En la ventana, viendo hacia el frente de la casa, ahí estaba el maniquí de pie. Pude ver como retrocedía, desapareciendo en la oscuridad de la habitación.
Sé que sigue ahí. Y a lo mejor está moviéndose mientras escribo esto.

miércoles, 17 de enero de 2018

Las manos peludas.

Uno de los espectros o manifestaciones fantasmales más famosas alrededor del mundo, son aquellas que consisten en la aparición de manos cercenadas que reptan por el suelo y las paredes como grandes tarántulas, que buscan alimentarse del miedo o realizar 'castigos' al jalar los pies de los niños mal portados al dormir.
El mito es extremadamente viejo, y aparece no solo en la figura latinoamérica arquetípica de la "mano peluda"; si no en sitios tan distantes y dispares como las campiñas y las ciénagas de Inglaterra, los caminos rurales de México o los baños en las metrópolis japonesas. 

La Mano Peluda.
Oriunda de México y algunas regiones de Centroamérica, también es conocida como "mano pachona", "mano del diablo" o la "mano negra". Y la leyenda es tan variopinta como sus nombres: Así, puede ser la mano amputada de una bruja víctima de la Inquisición Española, la mano de un joven que cometió el pecado de masturbarse demasiado, la zarpa de un demonio en busca de almas o incluso la de un obrero que haya sido cortada por accidente.
De cualquier forma, este espíritu toma el rol de una especie de boogeyman o de coco, una figura arquetípica para asustar a los niños y evitar un mal comportamiento. La leyenda reza que esta mano, parecida a la de un simio de gran tamaño, aparece bajo las camas o los muebles para jalar la extremidad de algún niño mal portado o un pecador; otros que inclusive ataca al emerger del inodoro. Ciertas variantes del mito señalan que el espectro ronda fábricas o vías del tren abandonadas, y que perteneció a un obrero o trabajador del tren, siendo cercenada en un incidente desafortunado. 
Como nota extraña, en varios pueblos y zonas del exterior de las grandes ciudades de la república mexicana, se han dado incontables relatos sobre encuentros con estas manos peludas; todas ellas compartiendo la misma descripción de una mano grande y deforme, similar a la de un primate y cubierta de grueso pelaje negro.

El Kurote.
Hace mucho, en la provincia japonesa de Noto, vivía un samurai de nombre Kasamatsu Jingobei. Kasamatsu habitaba, como se esperaba de alguien con su condición de guerrero al servicio de un señor terrateniente; en una gran casa lujosa. 
La vida del samurai transcurrió sin mucho problema, al menos hasta un día en que su esposa llegó corriendo a él. La mujer, aterrada y reducida a una ruina balbuceante, tardó unas horas en calmarse lo suficiente para relatarle lo ocurrido al samurai: La mujer había estado en el cuarto de baño, cuando sintió que una mano salía del drenaje y la acariciaba con dedos largos y monstruosos. El samurai, que de inmediato supo que se trataba del trabajo de un demonio yokai, tomó su katana y entró al baño; dispuesto a castigar al intruso sobrenatural.
Y como lo había previsto, un brazo enorme, cubierto de pelo negro y maloliente; salió del hueco del drenaje y estiró la mano hacia él, intentando tomarlo. Kasamatsu, un habilidoso guerrero, blandió su espada y cercenó la mano de la criatura con un rápido mandoble.
Tres días después, un grupo extraño de sacerdotes apareció en la puerta de Kasamatsu; pidiéndole pasar bajo la excusa de que habían sido enviados por su señor, ya que en la casa de Kasamatsu había evidencia de un extraño yokai conocido como el Kurote, el cual habita los baños. 
Kasamatsu guió a los sacerdotes a una habitación, donde guardaba la mano amputada en una caja de roble a manera de trofeo. Uno de los sacerdotes la tomó, identificó al yokai como un Kurote y la pasó a uno de sus acompañantes. Este, para sorpresa del samurai; soltó una carcajada y se transformó en un monstruo velludo, el cual dijo "¡Esta es la mano que me cortaste!" antes de desvanecerse junto con los otros dos sacerdotes.
Tiempo después, Kasamatsu volvía a casa de una reunión con su señor cuando sintió que algo caía de los árboles y lo derribaba. Tirado en el suelo, Kasamatsu sintió como una fuerza descomunal lo levantaba y lo arrojaba una y otra vez. Pasaron unos cuantos minutos durante aquél suplicio, y cuando Kasamatsu pudo recuperarse, notó que su preciada espada, aquella que había usado para arrancar la mano del Kurote... había desaparecido.

Las Manos de Dartmoor.
El puente de Postbridge, donde se producen los
encuentros con las manos peludas.
En la región británica de Dartmoor existe un camino conocido como el B3212, el cual conecta los pueblos de Postbridge y Two Bridges. Este camino es famoso por la terrible actividad paranormal que ocurre en él desde el año 1919, la cual ha resultado en varios accidentes trágicos.
En 1910, varios ciclistas que recorrían el tramo de la granja Acherton a las afueras de Postbridge; comenzaron a reportar incidentes inexplicables, en los cuales los manubrios de sus vehículos eran repentinamente jalados por una fuerza inexplicable; conduciéndolos a estrellarse en las zanjas y los árboles del camino. Con el advenimiento de los automóviles y el uso de estos, tampoco tardó para que se dieran casos similares; muchos de ellos con resultados fatales.
El misterio continuó hasta mediados de la década, cuando un oficial del Ejército Británico chocó en su motocicleta y fue auxiliado por pobladores que vieron el incidente. Al dar su testimonio, el oficial explicó que el causante no había sido una fuerza misteriosa o un fenómeno magnético; sino un par de enormes manos peludas que se 'colocaron' sobre las suyas y lo obligaron a salir del camino.
En 1920, una viajera despertó a mitad de la noche y pudo observar una enorme mano peluda que trepaba por la ventana de su caravana como una especie de araña. Este fenómeno ha continuado por décadas, y todos aquellos que han sobrevivido a la experiencia dicen lo mismo: Al conducir por el camino, hay un punto en el cual sus manos son cubiertas por un par de garras espectrales parecidas a las de un chimpancé; las cuales mueven el volante y obligan el auto, motocicleta o bicicleta a chocar. 

La Garra del Ateo.
De acuerdo con el autor Elias Owen en su libro "Una Colección de Leyendas de Gales", hubo un fenómeno ocurrido en el siglo XIX en el pueblo de Flintshire, y el cual le ocurrió a un hombre que se declaraba a sí mismo como un ateo.
El hombre, de nombre Richard Roberts, era un no-creyente que prefería pasar los domingos cultivando su campo en lugar de acudir a los servicios eclesiásticos de la mañana. En una ocasión, Roberts recogía nueces en un prado cuando encontró un arbusto repleto de bayas; mismas que eran bastante escasas durante esa época del otoño. Sabiendo que podía cobrar bastante por venderlas, Roberts se arrodilló para recogerlas y fue en ese momento que una garra peluda emergió del arbusto; soltándole manotazos e intentando agarrarle la mano.
Roberts pudo salir corriendo de ahí, aterrado por la posibilidad de que la garra perteneciese al mismo Demonio; algo que pensó, fue provocado por su falta de fe y respeto a las creencias de la iglesia. 

Oniate, la mano seca.
El Oniate.
Oniate, conocido como Dedos Secos o la Mano Seca; es la aparición de un brazo momificado que se original del folklore de los Iroqueses, los Séneca y los Cayuga; pueblos nativos del norte del estado de Nueva York.
La leyenda no es clara, y Oniate puede ser tanto un fantasma como una especie de boogeyman o espíritu chocarrero que busca aterrorizar a los viajeros durante la noche. En otras variantes de la historia, Mano Seca es una aparición vengativa cuya labor es castigar a quienes se portan mal; en especial a los que hablan mal de los muertos, siembran la discordia en una familia o se entrometen en los asuntos de las personas. Se dice que el Oniate puede volar, y que quienes son tocados por él sufren de enfermedades misteriosas e incurables, quedan ciegos repentinamente o mueren; dependiendo de la gravedad de sus crímenes.

Manekute no Yurei.
En la mitología japonesa, existe un género de los Yurei (espíritus vengativos) que vagan por las casas en busca de reconocimiento y que alguien les rinda tributos en los templos para poder descansar en paz. El Manekute no Yurei, es un tipo de espíritu que se asienta en las casas cercanas a los templos o en aquellas donde viven personas piadosas; pues el espíritu busca que se realice una ceremonia que le permita descansar. 
Una leyenda sobre este ser tiene su origen en el periodo Edo, y habla de un monje peregrino que caminaba rumbo a la villa de Akiyama a mitad de la noche; cuando escuchó el sonido de pisadas detrás de él. El monje, asiduo a sentir presencias espectrales, supo de inmediato que se trataba de un alma en pena. 
El monje se arrodilló, sacó sus instrumentos y preparó un talismán con un sutra Budista. Se giró para confrontar al espíritu y fue entonces que una mano blanca salió de la oscuridad del bosque, extendiendo la mano en dirección al monje. Este colocó el sutra en la mano del espíritu y realizó una oración designada para el descanso de los muertos.
Ese Yurei jamás volvió a aparecerse en el camino.

lunes, 15 de enero de 2018

Furisode - El Kimono Morado

Patrick Lafcadio Hearn
El escritor irlandés Patrick Lafcadio Hearn es famoso por su interés hacia la cultura tradicional japonesa del siglo XIX, y entre sus obras figuran no solo escritos detallando las costumbres, sociedad y expresiones culturales del país del sol naciente; si no también aspectos más oscuros como la temática escrita en su última obra antes de morir, "Kwaidan: Historias y Estudios de Cosas Extrañas"; donde narra varias leyendas japonesas de fantasmas y que fue posteriormente adaptada a una película homónima en 1961.
Una de estas historias es "Furisode", que trata sobre una maldición relacionada al amor y la obsesión de una joven por un samurái; la cual además de terminar cobrando varias vidas, casi terminó con una ciudad.
La historia reza así:

"Recientemente, al pasar por una calle pequeña y atiborrada de anticuarios, noté a la venta un Furisode, o kimono de mangas largas en ese hermoso color púrpura denominado Murasaki; el cual colgaba en una de las tiendas. Era un kimono del tipo preferido de las damas de alto rango en el tiempo de Tokugawa, por lo que me detuve para observarlo con detenimiento. En ese instante, vino a mi memoria una leyenda que involucraba una ropa parecida, y que casi destruyó al antiguo Edo.

Hace doscientos cincuenta años, la hija de un mercader japonés de la ciudad de los Shogunes atendía a las actividades del festival dedicado a un templo cuando, entre la muchedumbre, notó a un joven samurái muy apuesto y del cual quedó perdidamente enamorada. Para su mala suerte, el joven se esfumó entre la multitud antes de que pudiese dirigirle la palabra. Pero el amor que sintió por él en ese momento, fue tal que la imagen del hombre quedó grabada en su memoria hasta en el más mínimo detalle.
Pero el recuerdo más vívido era la ropa color púrpura del guerrero. Curioso, pues los samuráis, siendo guerreros honorables; obtaban por ropas de tonos más opacos la mayoría del tiempo. De cualquier modo, la joven doncella decidió mandar a hacer un kimono del mismo color, idéntico en los detalles y emblemas para que así; pudiera llamar su atención cuando lo volviera a ver. El kimono, un Furisode de mangas muy largas; era bellísimo y la obsesión de la joven por el guerrero la condujo a jamás quitárselo, sin importar a donde fuera. Pasaba horas perdida en la contemplación de la prenda, soñando y lamentándose por el hipotético futuro al lado de aquél samurái. En las noches, incluso rezaba a los dioses del hogar y a Buda para que pudiera ganar la afección del hombre.
Siempre, repitiendo el encantamiento o mantra de "¡Namu myo ho renge kyo!"

Desgraciadamente, esto no ocurrió. Conforme los días se volvieron meses, y estos años, la chica se deprimió y su salud menguó hasta que falleció de lo que hoy sabemos, es un corazón roto. Tras su entierro, la familia de la desdichada víctima donó el kimono al templo budista; pues en Japón se acostumbra donar la ropa de los muertos para volver a ser usada.
El monje a cargo del templo notó de inmediato la calidad del kimono, así que lo vendió a un buen precio. Estando hecho de seda costosa y casi intacto pese al uso que la joven difunta le daba; no tardó mucho tiempo en ser comprado por otra muchacha más o menos de la edad de su dueña original. Pero esta solo lo vistió un día, pues misteriosamente cayó en cama y empezó a actuar de manera extraña; diciéndose atormentada por la visión de un hombre muy bello al que jamás podría tener. Luego de eso, murió y el kimono fue devuelto al templo.

El monje lo vendió por segunda vez, y la historia se repitió. La nueva dueña también empeoró de salud y a quejarse de un hombre hermoso poco antes de fallecer. Cuando el kimono regresó al templo, los monjes del lugar empezaron a dudar al respecto. De cualquier manera, terminaron vendiéndolo otra vez. Como en las dos veces anteriores, la cuarta dueña también falleció.

Esa fue la confirmación de que algo maligno habitaba la prenda. El sacerdote principal ordenó a lo smonjes que hicieran una hoguera en el templo y echaran ahí el kimono para destruirlo. Pero, al arrojar la prenda al fuego y esta empezase a arder; los caracteres de una invocación budista aparecieron entre las llamas como ascuas brillantes, esparciéndose por el aire hacia el tejado del templo.
Las chispas, al entrar en contacto con la paja y madera del templo, desataron un incendio que se extendió a los tejados contiguos y de pronto toda la calle se vio convertida en un infierno. Y después, otra. Y otra, y otra. Al final, la ciudad ardió en un episodio que quedó en la historia de Tokio como el Gran Incendio del Furisode."

Según el libro Kibun-Daijin, la dueña del kimono se llamaba O-Same y era la hija de Hiyokemon; un mercader de vino en el distrito de Azabu. Y dependiendo de quién cuente la historia, hay personas que sugieren que el samurái no era un hombre común y corriente; si no un dragón transformado, una serpiente, un kitsune, un espíritu Gaki o inclusive un demonio que buscaba almas.
Kimono tradicional de corte Furisode.