miércoles, 25 de junio de 2014

La cosa que acecha los campos.

Fue hace unas semanas que las pacas de heno comenzaron a alejarse lentamente de mi casa. Cada mañana al despertar, cada una de ellas se había movido unas cuantas decenas de metros de donde habían estado antes. Asumí que se trataba de bromistas sin nada más que hacer. Así que lo ignoré.
Al cabo de unos días, las pacas comenzaron a acercarse a los límites de la granja. Me cansé del juego para entonces, y decidí empujarlas de vuelta. Me tomó una tediosa hora dejarlas cerca de la casa, y para cuando había terminado; me sentía listo para romperle el cuello a cualquier pequeño idiota que intentase fastidiarme.
La mañana siguiente, encontré a todos y cada uno de mis caballos decapitados. El olor fue lo que me despertó. Cada uno yacía a un costado de su caballeriza, y no había signos de las cabezas. Pasé el resto del día limpiando el desastre y enterrando los restos. Fue cuando acabé, que noté que todas las pacas de heno habían vuelto a donde las dejaron el día anterior; dispersas a lo largo de los campos. Esta vez las dejé ahí.

Esa noche me senté en el porche, escopeta en mano y con un tarro de café a mi lado. Permanecí por horas, inspeccionando los campos para ver si lograba dar con quién había movido mis pacas. Finalmente, estaba comenzando a dormirme. Y lo habría hecho, de no ser porque escuché un ruido y el crujir de los árboles de los bosques cercanos. Me levanté, con el corazón palpitando de emoción; esperando capturar por fin al bastardo. Apunté con el arma, esperando ansiosamente a quien fuese que se acercara. Solo cuando la criatura se acercó lo suficiente para distinguir su silueta en la oscuridad; me congelé sin saber qué hacer. La cosa que había salido de los bosques y merodeaba mis campos no sabía que estaba ahí.

Lo seguí por el campo, con el andar de un ladrón sigiloso. De no ser porque la cosa medía casi tres metros aún encorvada, me habría parecido muy frágil. La delgadez de sus brazos y piernas, y el aspecto hundido y esquelético de su pecho me recordó al de un animal hambriento.
Pero esta cosa era extrañamente fuerte, pues lo ví levantar una paca con cada brazo y bajarla de nuevo unos metros más adelante, cuidadosamente y dando solo un par de pasos para cubrir una gran distancia. Movía cada paca de forma precavida, y cada determinado tiempo levantaba la mirada para revisar las posiciones de las otras.
Antes de irse, dirigió la mirada hacia la casa. Sentí como sus ojos me observaban entre las sombras, pero si me vio o no; no pude decirlo. Posteriormente giró en silencio y regresó por donde vino, desapareciendo en la oscuridad del bosque. Me tomó una hora reunir el valor suficiente para moverme otra vez. Entré luego de un rato, pero no dormí es anoche. Y fue solo una vez que el sol salió, que me atreví a salir al porche y a los campos.
Las pacas de heno se encontraban donde las dejó, y de manera extraña no las movió tanto como en el transcurso de los días anteriores. Tomaban una forma invisible en los campos, y al verlos me di cuenta de que formaban una especie de línea. Y de hecho, al caminar alrededor de la casa; m epercaté de que formaban un círculo del cual yo era el centro. Al principio pensé que las habían movido al azar de la casa, pero ahora podía ver que las habían colocado en una especie de límite. Esta cosa me estaba mandando un mensaje. No dormí bien esa noche, y si logré hacerlo; fue solo porque me hallaba exhausto.

A la mañana siguiente, las pacas no se habían movido. No lo hicieron por el resto de la semana, de hecho. Finalmente estaban donde la cosa las quería. Me enfermé intentando interpretarlas. ¿Porqué esta cosa gastaría tanta energía moviendo mis pacas y me amenazara tan violentamente cuando tratara de intervenir? Matar a mis caballos era eso... una amenaza. Una amenaza inteligente, de hecho. Sabía que me asustaría, y sabía que también entendería las implicaciones.
El sonido de un automóvil dirigiéndose por el camino hacia mi granja me llenó de emoción una mañana. Estaba planeando abandonar el lugar desde que ví a la cosa, pero no quería arriesgarme a hacerlo a pie y que esa cosa me matara como a mis caballos. Pero si lograba subir al auto de quien fuese que venía por el camino, tal vez podría escapar antes de que me detuviera. No sabía o me importaba qué era. Decidí que en el momento que detuvieran el auto, saltaría al asiento del pasajero y les diría que nos largáramos del lugar.
No tuve la oportunidad.

El auto avanzó con lentitud por el camino, sacudiéndose por el difícil terreno. Le imploré silenciosamente que se apresurara. Y fue cuando pasó entre dos pacas localizadas a ambos lados del camino, que comencé a escuchar un tronido agudo proveniente del bosque. La cosa emergió de entre los árboles, galopando con sus cuatro patas terribles y esqueléticas en dirección al auto. En segundos, ya estaba ahí; golpeando el vehículo de la misma forma que un gran felino. Levantó y destrozó el vehículo sin problemas; y el hombre, quien sea que fuese, gritó; y pude escucharlo en medio de los crujidos del metal y el cristal. Solo se detuvo una vez que la criatura lo apretó con su mano y lo destrozó.
Lo arrojó y se irguió, dejándome verla bien. En el sol, pude ver lo inhumano de su ser. Estaba compuesto enteramente de algo vivo y horrible que había sido unido en una cruda imitación de una figura humana. Cualquier cosa de la que estuviese hecha, parecía tan pulida y dura que de no ser por el como se movía, me habría hecho pensar que era granito.

La cosa retrocedió hacia el bosque, dejándome sorprendido. Mis ojos aún se enfocaban en el auto, con su motor aún chisporroteando; en medio de las dos pacas del camino. Repentinamente, comprendí. El mensaje era claro. Era el cautivo de esta cosa, y no se me permitía tener visitas. Nada podía cruzar los bordes que había colocado. Estaba atrapado ahí, por la cosa que acecha los campos; y no demanda otra cosa más que el que yo no pueda escapar jamás.
Aún así, no sé si puedo soportar ser el canario de esa cosa. He pensado mucho durante los últimos días desde que lo ví aplastar el pecho de ese hombre. Si cruzara el borde de pacas quizás me haría lo mismo. Me aplastaría el cráneo antes de que siquiera intentara protegerme a mí mismo. Luego iría a buscar una mascota nueva, probablemente una que soportara el saber lo que estaba afuera; observando todo el tiempo con esos ojos brillantes e insectiles.

He pensado mucho en eso durante los últimos días. Quizás intente escapar.

Señor Boca Ancha.

Durante mi niñez, mi familia era como una gota de agua en un vasto río; nunca permaneciendo en un lugar por mucho tiempo. Nos asentamos en Rhode Island cuando tenía ocho, y permanecimos ahí hasta que fui al colegio en Colorado Springs. La mayoría de mis memorias están arraigadas a Rhode Island, pero hay algunos fragmentos en el ático de mi cerebro que pertenecen a los diversos hogares donde vivimos cuando era más joven.
La mayoría de estas memorias son vagas y sin sentido: perseguir a otro niño en el patio trasero de una casa en Carolina del Norte, tratar de construir una balsa para recorrer el río que corría tras el apartamento que rentábamos en Pennsylvania, y así. Pero hay un grupo de memorias que permanece tan claro como el vidrio; tanto como si hubiesen pasado ayer. A veces me pregunto si estos recuerdos son solo sueños lúcidos producidos por una prolongada enfermedad que experimenté ese verano, pero en mi corazón sé que son reales.
Vivíamos en una casa a las afueras de la ajetreada metrópolis de New Vineyard, Maine; de 643 habitantes. Era una gran estructura, en especial para una familia de tres. Tenía una gran cantidad de habitaciones que jamás vi en los cinco meses que vivimos ahí. Y en cierta forma era un desperdicio de espacio, pero era el único hogar disponible en el mercado en ese entonces; o al menos, dentro del rango de la hora que le tomaría a mi padre para viajar a su trabajo.
El día después de mi quinto cumpleaños (en el que solo estuvieron mis padres), me enfermé de fiebre. El doctor dijo que tenía mononucleosis, lo que significaba nada de juegos y más fiebre por al menos tres semanas más. Fue un tiempo horrible para permanecer en cama, pues estábamos en el proceso de empacar nuestras cosas para mudarnos a Pennsylvania; y la mayoría de mis pertenencias ya estaban metidas en cajas, lo que dejaba mi habitación vacía. Mi madre me trajo ginger ale y varios libros al día, siendo estos últimos mi forma primaria de entretenimiento por las semanas siguientes. La aburrición siempre aparecía a la vuelta de la esquina, amenazando con asomar su fea cabeza y hacerme sentir miserable.
No recuerdo como conocí al Señor Boca Ancha. Creo fue una semana después de que me diagnosticaran con mono. Mi primer recuerdo de la pequeña criatura fue preguntarle si tenía un nombre. A lo que contestó que le llamara Señor Boca Ancha, porque su boca era enorme. De hecho, casi todo sobre él era muy grande en comparación a su cuerpo: cabeza, ojos, sus orejas torcidas... pero su boca era la más gigantesca.

"Te ves como un Furby", le dije mientras él leía uno de mis libros.

El Señor Boca Ancha se detuvo y me miró confuso. "¿Furby? ¿Qué es un Furby?" Preguntó.

Me encogí de hombros. "Ya sabes... el juguete. El robot chiquito con las orejotas. Les puedes dar de comer y alimentarlos, casi como una mascota real."

"Oh." El Señor Boca Ancha resumió su actividad. "No necesitas uno de esos. No son lo mismo que tener un amigo real."

Recuerdo que el Señor Boca Ancha desaparecía cada que mi madre entraba a vigilarme. "Me escondo bajo tu cama," explicó después. "No quiero que tus padres me vean porque tengo miedo de que no nos dejen jugar otra vez."

No hicimos mucho durante los primeros días. El Señor Boca Ancha se limitaba a ver mis libros, fascinado por las historias e imágenes que contenían. La tercera o cuarta mañana luego de conocerlo, me saludó con una gran sonrisa en el rostro. "Tengo un juego nuevo que podemos jugar," dijo. "Esperaremos a que tu madre se vaya, porque así no nos verá jugar. Es un juego secreto."

Luego de que mi madre me trajo más libros y soda, como siempre, el Señor Boca Ancha salió de debajo de mi cama y me tomó de la mano. "Debemos ir a la habitación al final del pasillo." Dijo, y me quejé porque mis padres me habían prohibido salir de la cama sin permiso; pero el Señor Boca Ancha insistió hasta que le dije que sí.
La habitación en cuestión no tenía muebles o papel tapiz. Su único rasgo era una ventana opuesta a la puerta. El Señor Boca Ancha cruzó la habitación y empujó la ventana, abriéndola. Entonces me incitó a que mirara al suelo bajo ella.
Estábamos en el segundo piso de la casa, pero al estar en una colina, el ángulo de la caída era mayor que tres pisos debido a la inclinación. "Jugaremos a pretender." Dijo el Señor Boca Ancha. "Pretenderemos que hay un trampolín grande y suave bajo la ventana, y saltaremos. Si lo imaginas con suficiente fuerza, entonces podremos rebotar como una pluma. Quiero que lo intentes."

Era un niño de cinco años con fiebre, así que solo un pequeño rastro de escepticismo cruzó mis pensamientos al ver la caída y considerar la posibilidad. "Es una gran caída", dije.

"Pero esa es parte de la diversión. No sería divertido si solo fuera una caída corta. Si así fuera, pues mejor podríamos brincar en un trampolín real."

Jugueteé con la idea, imaginándome cayendo por el aire solo para rebotar hacia la ventana gracias a un objeto invisible. Pero el realismo prevaleció. "Quizás en otra ocasión," dije. "No sé si tengo suficiente imaginación, podría lastimarme."

La expresión de Señor Boca Ancha se contorsionó en un gruñido, solo momentáneamente. La ira dio paso a la decepción. "Si tú lo dices", dijo. Permaneció el resto del día bajo mi cama, quieto como un ratón.

La mañana siguiente, apareció cargando una pequeña caja. "Te enseñaré a hacer malabares. Aquí hay cosas con las que puedes practicar antes de que te empiece a dar lecciones."

Miré la caja. Estaba llena de cuchillos. "¡Mis padres me matarán!" Grité, horrorizado por la idea de que el Señor Boca Ancha había traído cuchillos a mi habitación: objetos que mis padres jamás me dejarían tocar. "¡Me van a golpear y castigar todo el año!"

Boca Ancha frunció el ceño. "Es divertido malabarear estos. Quiero que lo intentes."

Empujé la caja. "No puedo. Me meteré en problema. No es seguro lanzarlos por el aire."

Boca Ancha se enfureció. Tomó la caja de cuchillos y se deslizó bajo mi cama, permaneciendo ahí el resto del día. Me empecé a preguntar qué tanto permanecía ahí.

Comencé a tener problemas para dormir después de eso. El Señor Boca Ancha me despertaba por las noches, diciendo que había puesto un trampolín bajo mi ventana; uno grande que no podía ver en la oscuridad. Siempre me negaba y trataba de volver a dormir, pero él insistía. A veces permanecía a mi lado hasta el amanecer, impulsándome a saltar.
Ya no era tan divertido.
Una mañana, mi madre vino a mí y me dijo que podía salir a caminar. Dijo que el aire fresco me haría bien, especialmente luego de estar confinado a mi habitación por tanto tiempo. Me emocioné, me coloqué los zapatos para correr y troté hacia el porche trasero; deseando sentir el sol en el rostro.
El Señor Boca Ancha ya estaba ahí, esperándome.

"Aquí tengo algo que quiero que veas." Dijo. Debí haberlo visto de manera rara, porque entonces añadió "Es seguro, te lo prometo."

Lo seguí hasta el inicio de un sendero de ciervos que corría por los bosques detrás de mi casa. "Este es un camino importante." Explicó. "Tenía muchos amigos de tu edad, y cuando estaban listos los llevaba por este camino hasta un lugar especial. No estás listo aún, pero espero poder traerte algún día."

Regresé a casa, preguntándome qué clase de lugar se encontraba más allá del sendero.

Dos semanas después de conocer al Señor Boca Ancha, la última carga de nuestras posesiones fue subida a un camión de mudanzas. Yo estaría sentado en la cabina del camión, junto a mi padre de camino a Pennsylvania. Consideré decirle a Boca Ancha que me iría, pero incluso con cinco años de edad; comencé a sospechar que quizás las intenciones de la criatura no eran benéficas, a pesar de que dijera lo contrario. Por esa razón, decidí no decir nada.
Mi padre y yo estábamos en el camión a las cuatro de la mañana. Esperaba llegar a Pennsylvania al día siguiente a tiempo para el almuerzo, con la ayuda de una provisión infinita de café y un six-pack de bebidas energéticas. Parecía más un hombre listo para correr un maratón, que alguien que estaba a punto de permanecer sentado por dos días.

"¿Suficientemente temprano para tí?" Preguntó con un tono de simpatía.

Asentí y puse mi cabeza contra la ventana, esperando dormir un poco antes del amanecer. Sentí la mano de mi padre en el hombro. "Esta es la última mudanza, hijo. Lo prometo. Sé que es difícil para tí, por eso de que estuviste enfermo. Pero una vez que a papá lo asciendan, podremos asentarnos y harás amigos."

Abrí los ojos mientras salíamos por el camino de la entrada. Ví la silueta del Señor Boca Ancha en la ventana de mi habitación. Permaneció quieto hasta que giramos para salir al camino principal. Me dio una lastimera despedida con la mano, sosteniendo un cuchillo de carnicero. No le respondí.

Años más tarde, volví a New Vineyard. El lugar donde se hallaba nuestra casa ahora permanecía vacío, con excepción de los cimientos; pues se quemó años después de que mi familia se fuera. Por pura curiosidad, seguí el sendero de ciervos que Boca Ancha me había enseñado. Parte de mí pensaba que brincaría de un árbol y me asustaría, pero sentí que ya no existía. Que de alguna forma estaba atado a la casa que ya no existía.
El sendero terminaba en el Cementerio Memorial de New Vineyard.
Y gran parte de las tumbas ahí pertenecían a niños.

sábado, 24 de mayo de 2014

Am Fear Liath Mór.

En Escocia se encuentra una región montañosa cuyo punto más alto es el Ben Macdui, la segunda montaña más alta de las islas británicas; cuyo principal atractivo es la posible existencia de una criatura humanoide conocida para los habitantes como Am Fear Liath Mór; también conocida como "el gran hombre gris de Ben MacDhui" o solamente como el "Greyman" (hombre gris).
Al Greyman se le describe como un humanoide extremadamente alto, cubierto de pelaje corto y gris; y con la capacidad de irradiar un aura que incomoda a aquellos alpinistas y viajeros que recorren la montaña. Para algunos, es una criatura sobrenatural; mientras que otros lo consideran uno de los grandes simios misteriosos; perteneciente a la misma categoría que el Yeti o el Sasquatch. Finalmente, también cabe mencionar que en toda Europa hay leyendas de hombres salvajes también conocidos como Wudewas u "Hombres de Madera", que datan de fechas tan tempranas como el siglo XIII y son posible evidencia de otros homínidos no descubiertos.

En 1925, el alpinista J. Norman Collie comenzó a narrar una experiencia ocurrida 35 años antes, en una ocasión que subió a la cumbre del Ben MacDhui: "Comencé a pensar que escuchaba algo más que el sonido de mis propias pisadas. Cada vez que daba unos cuantos pasos, escuchaba un crujido y luego otro; como si alguien siguiera tras de mí, pero diese pasos tres o cuatro veces más largos que los míos. El crujido sonaba tras de mí de manera continua, y me vi presa del terror; por lo que bajé rápidamente de la montaña por dos o tres kilómetros."

Otros montañistas han reportado experiencias similares que involucran sentimientos de miedo, imágenes de una gran figura gris que los sigue o solo pisadas y ruidos inexplicables en un área prácticamente desolada.
El último encuentro se dio a comienzos de la década de 1990, cuando tres hombres divisaron a una criatura bípeda con rostro inhumano en un bosque cerca de Aberdeen. Varias semanas después, volvieron a verla; y reportaron que la criatura corrió junto a su auto por varios kilómetros con la intención de meterse.
De acuerdo con algunos criptozoólogos, las respuestas de miedo o pánico en los encuentros con el Greyman; son similares a las descritas por personas que han visto al Sasquatch en Norteamérica; por lo que se cree que estos seres pueden usar ciertas feromonas o infrasonidos que generan respuestas negativas en el cerebro humano. El criptozoólogo Karl Shuker cree que el Greyman puede ser el guardián de un portal inter-dimensional; cosa que describe en su libro de 1997, "Lo Inexplicable".
Científicos e investigadores escépticos sin embargo, manejan que el desgaste de escalar y recorrer las alejadas áreas del MacDhui pueden ocasionar ilusiones ópticas; lo que se conoce también como un "Espectro Brocken". Este fenómeno, también llamado "espectro montañoso" o "gloria", ocurre en ciertas condiciones atmosféricas en que el sol se localiza en un ángulo específico. La sombra de una persona puede ser proyectada en las nubes más bajas, creando la ilusión de una gran figura humanoide.

sábado, 26 de abril de 2014

Aswang

Un Aswang en la serie de televisión "Grimm".
En la mitología de las Filipinas, el Aswang (también llamado "Asuwang", "tik-tik", "wak-wak" y "sok-sok") es una criatura que mezcla rasgos del licántropo y el vampiro; y su nombre viene de la combinación de las palabras sánscritas "swan" y "ang"; que en español pueden traducirse como "cuerpo de perro".
Se le considera un espectro nocturno similar a los gules y vampiros;  y en algunas variaciones del mito, se le compara con el espectro femenino conocido como el manananggal, al grado de que los nombres son intercambiables.

La descripción del Aswang cambia dependiendo de la región de las Filipinas donde se narre; aunque se puede llegar a una definición constante: los Aswangs son capaces de cambiar de forma, y durante el día actúan como personas comunes, tranquilas y elusivas; pero durante la noche se vuelven seres con características de gatos, murciélagos, cerdos y la más común; un perro.
Son rápidos y silenciosos; aunque algunas versiones mencionan que son capaces de hacer ruidos; por ejemplo, el "tik-tik", es llamado así por los sonidos que produce, los cuales son más fuertes mientras más lejos se encuentre; con el fin de confundir a su presa. Otro, el Bubuu; es particularmente agresivo y cacarea como una gallina a la medianoche.
Se cree que tienen ojos rojizos por permanecer toda la noche buscando casas donde hay sepelios; para robar cadáveres.
Disfrutan devorar fetos no-natos y niños pequeños, y sus partes favoritas son hígados y corazones. Otros tienen probóscides con las que pueden succionar a los niños desde los vientres de sus madres o a través de las ventanas de las casas; unos más son tan delgados que logran ocultarse tras varas de bambú. Son rápidos y silenciosos; pero algunas versiones de la historia dicen que hacen ruidos (el "tik-tik" es llamado así por los sonidos que producen al correr); los cuales son más fuertes mientras más lejos esté el Aswang, con el fin de confundir a su víctima potencial.
El Bubuu, un Aswang particularmente agresivo; emite las llamadas de una gallina durante la medianoche.
De acuerdo a los mitos en algunas regiones, tienen la habilidad mágica de reemplazar a sus víctimas o cadáveres robados con doppelgangers hechos de troncos de árboles y otras plantas. Este "clón" regresará al hogar de la víctima, donde enfermará y morirá.
Durante el día, los Aswangs se vuelven humanos; y solo cambian de forma al anochecer o cuando necesitan comer. Se dice que si un Aswang se casa con un humano; la pareja también se transforma en uno durante la noche de bodas, pero rara vez son capaces de reproducirse entre sí. La pareja caza junta en la noche, pero se separan para evitar ser vistos y para no compartir su alimento.

Supuesta foto de un Aswang.
A diferencia del vampiro occidental, los Aswangs no sufren por la luz del sol; y de hecho son caminantes diurnos. Al ser inteligentes, se les puede hablar y expresan sentimientos humanos, incluso tienen la capacidad para ganar la amistad de ciertas personas y un Aswang nunca atacará a sus vecinos o conocidos; de ahí surge una expresión popular filipina que dice "mejor un Aswang que un ladrón".
La única vulnerabilidad que poseen durante el día es que no cuentan con la fuerza sobrenatural que ganan durante la noche; por lo que son mucho más débiles que una persona común, y cuando se sabe que alguien puede ser un Aswang, se les caza y se les mata.
Al igual que sus contrapartes occidentales, los Aswangs son repelidos usando ajo, sal y objetos religiosos como el agua bendita, el crucifijo y el rosario; y también le temen al sonido hecho por los látigos, por lo que un arma muy popular en su contra es un látigo hecho con la cola de una mantarraya. Se cree que tampoco pueden estar en terreno consagrado, y que la decapitación las mata.
A los niños recién nacidos se les protege colocándoles brazaletes de cuentas naranjas y negras, así como ejecutando rituales y plegarias especiales.

domingo, 20 de abril de 2014

Los ataúdes de la bóveda Chase.

La Bóveda Chase.
En la isla de Barbados existe una leyenda que habla sobre ataúdes movidos por fuerzas sobrenaturales desde hace siglos; y pese a que los detalles que rodean el fenómeno son vagos, el enigma continúa fascinando a los investigadores de lo paranormal y los habitantes de Barbados hasta este día.
El fenómeno ocurrió en la Bóveda Chase, una cámara funeraria ubicada en un cementerio de las indias occidentales; a siete kilómetros de Bridgetown. La construcción es de gran tamaño, y fue construida para albergar los restos mortales de la familia Chase y sus amigos más cercanos; elevada específicamente a unos cuantos centímetros del suelo para protegerla de los huracanes y otros elementos que azotan la isla.
La bóveda se llenó poco a poco con los restos de varios miembros de la familia Chase. La primera fue la señora Thomasina Goddard, enterrada en un ataúd simple de madera en julio de 1807. Al año siguiente se le unió una niña de dos años llamada Mary Ann Chase, y su hermana de esta, Dorcas; posteriormente en 1812. La muerte de Dorcas pudo haber sido propiciada por su padre, quien la llevó al extremo de una depresión que culminó en una fatal inanición. Thomas Chase, padre de las niñas; fue enterrado semanas después de Dorcas.

Cuando la bóveda fue abierta para el funeral de Thomas, la procesión se escandalizó al ver que ninguno de los ataúdes se encontraba en el lugar adecuado; lo que también ocasionó furia entre la muchedumbre, por la posibilidad de que algún grupo de robatumbas haya irrumpido al sepulcro y sacudido los ataúdes en búsqueda de botín. Sin embargo, la entrada presentaba un problema para los ladrones: para cubrirla, se colocó una gigantesca losa de roca, y para abrirla había que picar el cemento, necesitando después la fuerza de varios hombres para mover la losa. Eventualmente se decidió que los robatumbas de alguna forma lograron mover los ataúdes.
Se reemplazaron y el ataúd de plomo de Thomas Chase fue puesto en su lugar, para luego sellar la bóveda de nuevo.

El 25 de Septiembre de 1816, la bóveda fue abierta para enterrar al niño Charles Brewster Ames. Similar a lo que ocurrió anteriormente, todos los ataúdes habían sido desacomodados; incluido el pesado ataúd de Thomas, el cual sobrepasaba los 120 kg. De nuevo se acomodaron y la bóveda fue sellada otra vez.
Cincuenta y dos días después, se debió enterrar a Samuel Brewster; y un gran grupo de curiosos se reunió para ver lo que ocurría. Se examinó cautelosamente la entrada en busca de daño cometido por alguien que intentase forzar la losa; no se hallaron defectos y se procedió a abrir la bóveda. Como ya se esperaba, la bóveda se encontraba desordenada; y el ataúd de la señora Goddard había sido dañado gravemente, al grado de que se necesitó envolverlo en alambre.
Algunos investigadores, incluido el reverendo Thomas Oderson; examinaron la bóveda y no se halló nada que pudiese indicar qué ocasionaba los extraños sucesos; así que la bóveda fue limpiada y sellada de nueva cuenta.

El 17 de julio de 1819, la bóveda fue abierta y se volvió a encontrar en desorden. El único ataúd intacto era el de la señora Goddard, frágil y hecho de madera. Esta vez, el gobernador de la isla, Lord Combermere; ordenó una investigación profesional. La bóveda entera fue analizada sin resultado alguno. Se acomodaron los ataúdes y se colocó arena en el piso para identificar las huellas de los perpetradores. El ataúd de la señora Goddard fue puesto contra una pared al ser tan frágil; la bóveda se selló y se colocaron sellos personales del gobernador en el concreto de la losa.

El 28 de abril de 1820, el gobernador y varios amigos viajaron a la bóveda y encontraron el sello intacto. Al abrirla, se encontró con que los ataúdes habían sido desacomodados y colocados incluso de cabeza. Sorprendentemente, en la arena colocada en el piso no había huella alguna de posibles ladrones o bromistas. Los ataúdes fueron removidos de la bóveda y enterrados en otro lugar de la isla. Y una inspección rápida del lugar no encontró agua o filtraciones, se eliminó la idea de que fueron movidos por un terremoto o algún derrumbe; ya que el ataúd de la señora Goddard era el único que misteriosamente no era cambiado de lugar.

jueves, 3 de abril de 2014

Lucy la muñeca.

Hay una muñeca en mi armario, mamá. Es una muñeca grande. Más grande que tú, mamá. Está rota. Alguien debió tirarla, ¿eh?. Hay un gran agujero en su mejilla. Puedo ver sus dientes, mamá. Pero todavía creo que es bonita. Tiene una bonita sonrisa. Siempre sonríe porque siempre está feliz. Me canta, mamá. Como tú hacías cuando era bebé. Tiene una bonita voz. Y un vestido bonito. ¿Puedo ser su amiga, mamá?

No la puedes ver, mamá. Solo yo puedo. Se va cuando estás en mi habitación. Solo sale de noche.

Es muy buena, mamá. ¡Incluso me da dulces! Me dice toda clase de cosas. Su nombre es Lucy, mamá. Está hecha de vidrio como mi otra muñeca. Quisiera que pudieras verla. Ella dice que es tímida. Quisiera que no lo fuera. Así podrías ser su amiga. ¿Porqué no me crees, mamá? Está ahí. Puedo verla. Sé que sí. Es real, mamá. No estoy inventando cosas. ¡Por favor, créeme, mamá! Lucy dice que te va a lastimar si no me crees. No quiero que te lastime, mamá.

Mmá, Lucy me asusta. Sácala de mi habitación. Me dice que haga cosas malas. No quiero hacer cosas malas, mamá. No quiero meterme en problemas. Ya no sonríe, mamá. Por favor haz que se vaya. No quiero ser su amiga ya. Me asusta de verdad, mamá.

La hice enojar, mamá. Le dije que no quería ser su amiga. Se fue de mi habitación. No sé a donde va. Te oí gritar, mamá. ¿Estás bien? ¿Te asustó? La puerta se está abriendo. ¿Eres tú? ¿Te hiciste cargo de ella?

Lucy volvió, mamá. Estoy asustada. Se ve muy enojada, mamá. Está toda manchada de rojo. ¿Donde estás? Por favor ven a aydarme, mamá. Me quiere lastimar. ¡No la dejes lastimarme, mamá! ¡Tiene un cuchillo, mamá! ¿Porqué tiene un cuchillo? Me esconderé bajo la cama hasta que vengas a salvarme. Apúrate, mamá.

No puede verme. Yo puedo verla. Está cantando. Me está buscando. Camina por la habitación. Oh, no. Se dejó de mover. ¡Me encontró, mamá! ¡Ayúdame, mamá! Me quiere lastimar con el cuchillo, mamá. ¡Mamá, ayuda! Sigo gritando pero tú no vienes, mamá. ¿Porqué no me salvas? ¡Me está lastimando, mamá! ¡Ayúdame, por favor!

lunes, 31 de marzo de 2014

Los Ángeles de Mons.

Representación de arqueros en la batalla de Agincourt.
El 22 de agosto de 1914, inició la primer gran batalla de las Fuerzas Expedicionarias Británicas en la Primera Guerra Mundial; la cual llegó a ser conocida como la batalla de Mons. Para sorpresa de ambos bandos, las fuerzas alemanas que tenían una ventaja tecnológica y numérica muy superior a la de los británicos; fueron vencidas de una manera aplastante, y Alemania se vio forzada a retroceder al día siguiente.
Pese a la censura en los medios ingleses, la batalla se consideró un momento clave en la guerra y fue la primera indicación de que vencer a Alemania como se pensaba.
Para el resto del mundo, la habilidad británica para repeler la marcha de los alemanes fue impresionante, y el reclutamiento militar para luchar en la guerra se incrementó bastante en las semanas posteriores.
El 29 de Septiembre, el autor galés Arthur Machen, publicó en el periódico londinense The Evening News; una historia llamada "Los Arqueros"; inspirada en relatos que escuchó sobre la pelea en Mons y una idea que se le ocurrió despés.

Machen, que ya había escrito anteriormente varios artículos sobre el conflicto para el diario, situó su historia al momento de la retirada en la Batalla de Mons. La historia describía arqueros fantasmales de la Batalla de Agincourt, siendo invocados por un soldado que pedía ayuda a San Jorge. La historia de Machen, sin embargo; no fue considerada ficción y esa misma edición del Evening News la publicó como un relato de primera mano, y se le consideró un documento falso. El resultado fue que Machen se vio rápidamente asediado en busca de fuentes para corroborar su historia por parte de lectores que la consideraron verdadera, a lo que él respondió que todo era ficción.
Un mes después, Machen recibió peticiones de parte de editores de revistas parroquiales para re-imprimir la historia, y en la introducción del libro "Los Arqueros y Otras Leyendas de la Guerra", Machen contaba que un sacerdote anónimo, el editor de una de estas revistas; subsecuentemente le pidió que por favor re-imprimiera la historia a manera de panfleto, y que si podía escribir una narración corta para darle fuentes respecto a ella.
Sin embargo, soldados que participaron en la batalla, comenzaron a narrar historias sobre que habían visto cadáveres de soldados alemanes con heridas de flecha en el cuerpo; la presencia de una "línea de figuras brillantes" que se interpusieron entre ambos ejércitos. Esto llevó a Machen a pensar que los arqueros de su historia se convirtieron en lo que eventualmente llegó a ser conocido como los Ángeles de Mons.

Los Ángeles.
El 24 de abril de 1915, la revista British Spiritualist publicó una narración que hablaba sobre las visiones de una fuerza sobrenatural que intervino milagrosamente para ayudar a los británicos a ganar en un momento decisivo de la batalla. Esto rápidamente degeneró en una oleada de anécdotas similares y rumores. Las descripciones de esta fuerza variaban desde arqueros medievales junto a San Jorge, hasta una extraña nube luminosa y la eventual versión de guerreros angelicales. Historias similares de apariciones en el campo de batalla ocurrían constantemente en las luchas medievales y antiguas. 
En mayo de ese mismo año, explotó una controversia en la cual los ángeles fueron vistos como prueba de acción de la divina providencia en favor de los Aliados; lo cual se diseminó rápidamente por los periódicos en todo el mundo. Macen, entretenido por los rumores y decidido a acabar de una vez por todas con ellos; volvió a publicar su historia en agosto, con un prefacio largo que decía que los rumores eran falsos y se originaron en su historia.
La única evidencia real de visiones por parte de los soldados en la batalla, dijeron que lo que observaron fueron jinetes fantasmales, no ángeles o arqueros; y que esto ocurrió durante la retirada y no en la batalla misma. Estas visiones en ningún momento intervinieron para atacar o detener a los alemanes, y fueron explicadas como alucinaciones debido a la falta de sueño de parte de los soldados.