La Bóveda Chase.
En la isla de Barbados existe una leyenda que habla sobre ataúdes movidos por fuerzas sobrenaturales desde hace siglos; y pese a que los detalles que rodean el fenómeno son vagos, el enigma continúa fascinando a los investigadores de lo paranormal y los habitantes de Barbados hasta este día.
El fenómeno ocurrió en la Bóveda Chase, una cámara funeraria ubicada en un cementerio de las indias occidentales; a siete kilómetros de Bridgetown. La construcción es de gran tamaño, y fue construida para albergar los restos mortales de la familia Chase y sus amigos más cercanos; elevada específicamente a unos cuantos centímetros del suelo para protegerla de los huracanes y otros elementos que azotan la isla.
La bóveda se llenó poco a poco con los restos de varios miembros de la familia Chase. La primera fue la señora Thomasina Goddard, enterrada en un ataúd simple de madera en julio de 1807. Al año siguiente se le unió una niña de dos años llamada Mary Ann Chase, y su hermana de esta, Dorcas; posteriormente en 1812. La muerte de Dorcas pudo haber sido propiciada por su padre, quien la llevó al extremo de una depresión que culminó en una fatal inanición. Thomas Chase, padre de las niñas; fue enterrado semanas después de Dorcas.
Cuando la bóveda fue abierta para el funeral de Thomas, la procesión se escandalizó al ver que ninguno de los ataúdes se encontraba en el lugar adecuado; lo que también ocasionó furia entre la muchedumbre, por la posibilidad de que algún grupo de robatumbas haya irrumpido al sepulcro y sacudido los ataúdes en búsqueda de botín. Sin embargo, la entrada presentaba un problema para los ladrones: para cubrirla, se colocó una gigantesca losa de roca, y para abrirla había que picar el cemento, necesitando después la fuerza de varios hombres para mover la losa. Eventualmente se decidió que los robatumbas de alguna forma lograron mover los ataúdes.
Se reemplazaron y el ataúd de plomo de Thomas Chase fue puesto en su lugar, para luego sellar la bóveda de nuevo.
El 25 de Septiembre de 1816, la bóveda fue abierta para enterrar al niño Charles Brewster Ames. Similar a lo que ocurrió anteriormente, todos los ataúdes habían sido desacomodados; incluido el pesado ataúd de Thomas, el cual sobrepasaba los 120 kg. De nuevo se acomodaron y la bóveda fue sellada otra vez.
Cincuenta y dos días después, se debió enterrar a Samuel Brewster; y un gran grupo de curiosos se reunió para ver lo que ocurría. Se examinó cautelosamente la entrada en busca de daño cometido por alguien que intentase forzar la losa; no se hallaron defectos y se procedió a abrir la bóveda. Como ya se esperaba, la bóveda se encontraba desordenada; y el ataúd de la señora Goddard había sido dañado gravemente, al grado de que se necesitó envolverlo en alambre.
Algunos investigadores, incluido el reverendo Thomas Oderson; examinaron la bóveda y no se halló nada que pudiese indicar qué ocasionaba los extraños sucesos; así que la bóveda fue limpiada y sellada de nueva cuenta.
El 17 de julio de 1819, la bóveda fue abierta y se volvió a encontrar en desorden. El único ataúd intacto era el de la señora Goddard, frágil y hecho de madera. Esta vez, el gobernador de la isla, Lord Combermere; ordenó una investigación profesional. La bóveda entera fue analizada sin resultado alguno. Se acomodaron los ataúdes y se colocó arena en el piso para identificar las huellas de los perpetradores. El ataúd de la señora Goddard fue puesto contra una pared al ser tan frágil; la bóveda se selló y se colocaron sellos personales del gobernador en el concreto de la losa.
El 28 de abril de 1820, el gobernador y varios amigos viajaron a la bóveda y encontraron el sello intacto. Al abrirla, se encontró con que los ataúdes habían sido desacomodados y colocados incluso de cabeza. Sorprendentemente, en la arena colocada en el piso no había huella alguna de posibles ladrones o bromistas. Los ataúdes fueron removidos de la bóveda y enterrados en otro lugar de la isla. Y una inspección rápida del lugar no encontró agua o filtraciones, se eliminó la idea de que fueron movidos por un terremoto o algún derrumbe; ya que el ataúd de la señora Goddard era el único que misteriosamente no era cambiado de lugar.
Algunos investigadores, incluido el reverendo Thomas Oderson; examinaron la bóveda y no se halló nada que pudiese indicar qué ocasionaba los extraños sucesos; así que la bóveda fue limpiada y sellada de nueva cuenta.
El 17 de julio de 1819, la bóveda fue abierta y se volvió a encontrar en desorden. El único ataúd intacto era el de la señora Goddard, frágil y hecho de madera. Esta vez, el gobernador de la isla, Lord Combermere; ordenó una investigación profesional. La bóveda entera fue analizada sin resultado alguno. Se acomodaron los ataúdes y se colocó arena en el piso para identificar las huellas de los perpetradores. El ataúd de la señora Goddard fue puesto contra una pared al ser tan frágil; la bóveda se selló y se colocaron sellos personales del gobernador en el concreto de la losa.
El 28 de abril de 1820, el gobernador y varios amigos viajaron a la bóveda y encontraron el sello intacto. Al abrirla, se encontró con que los ataúdes habían sido desacomodados y colocados incluso de cabeza. Sorprendentemente, en la arena colocada en el piso no había huella alguna de posibles ladrones o bromistas. Los ataúdes fueron removidos de la bóveda y enterrados en otro lugar de la isla. Y una inspección rápida del lugar no encontró agua o filtraciones, se eliminó la idea de que fueron movidos por un terremoto o algún derrumbe; ya que el ataúd de la señora Goddard era el único que misteriosamente no era cambiado de lugar.
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