Como los dos conflictos más violentos en la historia de la humanidad, no es de extrañarse que las dos guerras mundiales cuenten con toda clase de historias paranormales relacionadas con ellas. Desde los Ángeles de Mons hasta las 'sombras' de Hiroshima y Nagasaki; hay miles de relatos sobrenaturales que involucran espíritus, entidades, demonios y críptidos merodeando los campos de batalla aún décadas después.
De todos estos, algunos de los más perturbadores surgen a raíz de la llamada 'Tierra de Nadie'; el mar de canales, fosas y trincheras que servían en los frentes de batalla de Europa en la Primera Guerra Mundial. Durante años, soldados de ambos bandos lucharon y murieron entre ríos de sangre y lodo, cadáveres putrefactos, ratas que devoraban cadáveres y la amenaza constante de ametralladoras y los primeros gases venenosos.
Así que cuando los soldados alemanes, ingleses, franceses y estadounidenses volvieron a casa; cientos de ellos relataron sus encuentros con espíritus de compañeros muertos, monstruos y seres que desafiaban toda explicación; los cuales parecían estar ahí con el firme propósito de atormentar a los combatientes y alimentarse de su miseria.
Los sabuesos fantasma.
La primer historia viene de un soldado identificado como "Jock", que se desempeñaba como vigía en la línea de batalla del frente occidental; que abarcaba Francia y Bélgica.
Al regresar de la guerra, Jock narraba a quien quisiera escuchar sus relatos de visiones misteriosas sobre fantasmas, luces espectrales y figuras sombrías que caminaban sin rumbo entre la masacre durante la noche; y una en específico que le heló la sangre: Durante una noche tranquila, Jack montaba guardia sin más que la luna llena para alumbrarle el camino, pues existía la posibilidad de que algún francotirador enemigo estuviese acechando entre las trincheras.
Pasaba ya de la medianoche cuando Jock escuchó el inconfundible aullido de un perro de gran tamaño. Al asomarse por sobre el borde de una trinchera, Jock divisó a un par de sabuesos que corrían por el campo de batalla, atados entre sí por una cadena. Los animales lanzaban aullidos lastimeros, y desaparecieron al cabo de unos segundos ante la vista del soldado, que no daba crédito a lo que acababa de ocurrir. Sin embargo, antes de que pudiera procesar la aparición, los perros se materializaron de nuevo, esta vez más cerca. El fenómeno se repitió por varios minutos; cuando los perros por fin se esfumaron a pocos metros del aterrado Jock.
En la mañana, el soldado relató su encuentro a otros vigías, y algunos de ellos le respondieron argumentando que sí; que también se llegaron a encontrar con los sabuesos durante la noche, y que debían prepararse, pues por lo regular se aparecían como anticipo a una batalla sangrienta.
Will Bird y la trinchera.
Soldados canadienses en Vimy Ridge.
Will Bird era un soldado canadiense que participó en la batalla de Vimy Ridge, famosa por ser una de las batallas más de la guerra y donde cuatro divisiones del ejército canadiense se enfrentaron con el alemán; resultando en más de diez mil muertos durante tres días en abril de 1917.
Brad narraba que durante una noche en combate, su hermano que había fallecido en otra batalla se le apareció para sacarlo de su posición en un agujero defensivo. Bird siguió a su hermano por la trinchera hasta que el espíritu desapareció. Percatándose de que había desertado de su puesto y se le podría someter a corte marcial por ello; emprendió el camino de regreso al amanecer. Al llegar, Bird se dio cuenta de que el hueco donde se había refugiado había sido arrasado por el proyectil de un cañón Howitzer y una buena parte de su pelotón lo creía muerto en combate.
El soldado de Verdún.
Trincheras de la batalla de Verdun.
La batalla de Verdún, la más larga de toda la guerra y la principal lucha de guerrilla entre el ejército Alemán y el Francés; también tiene algunos relatos de fantasmas ocurridos en ella. Contaban los soldados alemanes que durante las noches, era común encontrarse la aparición de un soldado con uniforme de la guerra franco-prusa, ocurrida más de cuarenta años atrás y fácilmente reconocible por una barba larga y blanca.
Los alemanes decían que la aparición ayudaba a los franceses y ocasionaba que los soldados alemanes dejaran caer sus armas o tropezaran al perseguirlos por las trincheras; además de guiar a los galos a través de espacios seguros durante los intercambios de fuego. Incluso un soldado francés declaró haber sido auxiliado por el fantasma, quien le ofreció un vaso de agua y curó sus heridas luego de ser alcanzado por una bala en la pierna.
"Rex".
En el libro "Shock Troops" de Tim Cook, se encuentran crónicas de los canadienses en la guerra e incluye un capítulo dedicado a eventos sobrenaturales. En él se habla de la historia del 'Cadete Rex'.
Durante una marcha de regreso al campamento, el teniente de un pelotón canadiense se peractó de que un soldado, el Cadete Rex, caminaba a una distancia considerable del resto del pelotón. Al acercarse, el teniente notó que Rex se veía pálido y demacrado, por lo que le ofreció algo de comer. Al entregarle las raciones, tomó nota de que las manos de Rex se sentían gélidas al tacto, pero lo achacó a que el hombre pudiese haber enfermado en las condiciones del campo de batalla.
Al llegar al campamento, el teniente pasó lista y vio que Rex había desaparecido. Temiendo lo peor, acudió en su búsqueda. Luego de preguntar a varios médicos de campo y oficiales, por fin supo qué había ocurrido. Otro oficial le contestó que sí, que sabía qué había pasado con Rex.
El soldado Rex llevaba muerto varios días, víctima del fuego alemán en Vimy y horas antes, ese mismo día, se le había enterrado cerca del campamento.
El médico de Yves.
Yves es una municipalidad de Bélgica que fue sede de importantes batallas debido a su localización estratégica para frenar el avance de los Alemanes hacia Francia, y por ello no hubo cuartel a la hora de pelear por ella. Es infame porque aquí fue en 1915 cuando los Alemanes bombardearon la ciudad con gases venenosos para aniquilar a toda la resistencia francesa.
Y es durante este evento que los franceses y estadounidenses apostados en Yves se toparon con un ser angelical, o al menos así lo llamaron los sobrevivientes.
Los franceses en las primeras líneas defensivas fueron los primeros en divisar una extraña nube de humo gris que avanzaba hacia ellos, cubriendo el campo de batalla y acabando con todos los seres vivos en él. El pánico no tardó en hacerse presente, pues al ver caer muertos a los cuervos que devoraban los cuerpos de los caídos, los soldados cayeron en cuenta de que era el temido gas venenoso de los alemanes.
Aquí fue que un hombre que llevaba el uniforme de los cuerpos médicos del Ejército Real Inglés, emergió misteriosamente de entre la niebla tóxica y se dirigió a un grupo de ingenieros galos. El hombre misterioso hablaba con acento francés, y les entregó una especie de vasos que llenó con un líquido que llevaba en una garrafa. Les ordenó beber la sustancia, y los ingenieros notaron que era parecida al agua de mar, es decir increíblemente salda. Sorprendentemente, cuando el gas venenoso del ejército Alemán llegó a ellos, muy pocos sufrieron síntomas de envenenamiento; ninguno más allá de una irritación en la garganta.
El elemental de Cambrai.
Cambrai durante el asedio alemán.
En el libro de 1977, "El Diablo y todos sus trabajos", el escritor Dennis Wheatley escribió una de sus experiencias como parte del ejército canadiense en la batalla de Cambrai. Wheatley y un grupo de oficiales se vieron forzados a tomar como base una hacienda luego de capturarla de los Alemanes.
Dentro, Wheatley y sus compañeros encontraron cuerpos de soldados Alemanes que prefirieron suicidarse antes que ser capturados, uniformes abandonados y cubiertos de sangre, impactos de bala en las paredes y material médico en una habitación que había sido ocupada como un quirófano de emergencia. Una noche mientras trabajaba redactando informes, una sensación de pánico se apoderó de Wheatley, creciendo hasta volverse incontrolable y obligarlo a huir de la habitación; preso de histeria y gritando que algo invisible lo perseguía.
Al ser encontrado afuera de la casona, Wheatley le explicó a sus superiores que había sido atacado por un elemental; un espíritu no humano o demonio atado a lugares donde se han cometido actos de violencia o se ha experimentado mucho sufrimiento.
Los Jinetes de Le Cateau.
Caballería inglesa en la Primera Guerra Mundial.
Durante la batalla de Le Cateau en 1914, soldados ingleses y franceses aseguraban constantemente que era común ver la aparición de batallones espectrales de caballería que galopaban a toda velocidad en dirección a los alemanes, a quienes incluso llegaban a atacar con armas fantasmales.
Durante una noche, un grupo de oficiales de la fuerza expedicionaria británica se encontraron con un gran ejército de jinetes, todos con el uniforme de los escuadrones de caballería reales y que aparecieron de entre los bosques al lado del camino; cabalgando al mismo ritmo que los oficiales. Fue un oficial de nombre Johnstone que años después describió la historia, relatando que este fenómeno ocurrió durante veinte minutos; por lo que inclusive creyeron que se trataba de alguna división del ejército británico enviada a reforzar a su unidad.
Luego de dejar atrás a los jinetes, Johnstone decidió detenerse y regresar para saber de quién se trataba o la identidad del oficial a cargo de los jinetes. Al regresar por el camino, Johnstone no pudo encontrar evidencia alguna de los caballos,, como pasto aplastado o las huellas de cascos en el lodo.
En otra ocasión, un brigadier relató en entrevista con el London Evening News que una vez mientras se encontraba en la localidad de Langy, a unos kilómetros de París; el ejército inglés entró a una pradera donde cabalgaba un ejército de caballería fancesa, acomodados en columnas y marchando hacia París. De manera increíble, luego de ver a lo que parecía ser una gran fuerza militar en dirección a la capital francesa, estos comenzaron a hacerse translúcidos hasta que se desvanecieron del todo a orillas de un bosque.
La madre del soldado.
Un diario perteneciente a un soldado canadiense narra una experiencia parecida a la de Will Bird. Encontrado por el historiador Tim Cook, el diario que cubre la vida de un soldado canadiense durante los primeros años de la guerra de trincheras presenta un relato en el cual el hombre se encontraba trasladando bombas durante una noche, en medio de una intensa descarga de artillería alemana.
Llego un punto en que el fuego enemigo era tan fuerte, que se vio forzado a cubrirse en el rellano de una trinchera y ahí, para su desconcierto, vio de pie a su madre difunta a unos metros de distancia. Confundido, se incorporó y trató de seguir a la aparición... salvándose del impacto de un cañón Howitzer que voló en pedazos el rellano donde había estado tan solo unos momentos antes.
El caso de William Orpen.
Una de las pinturas de William Orpen.
William Orpen fue un artista cuya gran parte de su trabajo se basó en paisajes relacionados con la guerra, y cuya experiencia en la guerra se vio marcada por un suceso paranormal del que fue testigo mientras se encontraba en el bosque de Thiepval; cerca del campo de batalla del Somme.
Para noviembre de 1917, Orpen se encontraba en Thiepval cuando la batalla del Somme ya llevaba aproximadamente dieciocho meses sin detenerse. De hecho, para cuando Orpen fue desplegado en el lugar, muchos de los cuerpos de los soldados fallecidos seguían descomponiéndose en el suelo porque no había forma de enterrarlos. Esa tarde en particular, Orpen se sintió extraño, como si una presencia invisible lo estuviera observando, e inclusive dijo en más de una ocasión que aunque el sol brillaba en lo alto durante un día despejado; el bosque se veía inusualmente oscuro.
El pintor decidió sentarse en un tronco caído, experimentando abrumadores sentimientos de miedo y fatalidad. Se encontraba tratando de lidiar con una opresión en su pecho cuando 'algo' lo golpeó de lleno en el pecho; lanzándolo hacia el suelo con gran fuerza.
Pensando que se podía tratar de un soldado enemigo, Orpen se incorporó de un salto y se dio cuenta de que no había nadie en el lugar. Al revisar su equipo, que también había caído al suelo por la gran fuerza invisible; se encontró con que su lienzo había sido destruido. Al caer, increíblemente había aterrizado sobre un cráneo humano y este lo había atravesado ene l medio.
Fue hasta muchos años después, cuando ya había sido liberado del servicio militar, que Orpen relató su historia; explicando que era común que los soldados vieran fantasmas en el campo de batalla, pero estos relatos eran usualmente descartados como síntomas de enfermedades mentales desarrolladas por el estrés y la exposición a la muerte y el constante peligro de la guerra; y por ello era que muchos militares terminaron siendo dados de baja o enviados a análisis psicológicos.
Robert Graves y el Soldado Challoner.
Como otros intelectuales de la época, el poeta Robert Graves fue enviado al campo de batalla en 1915 y también tuvo encuentros con lo paranormal. En su libro, 'Goodbye to All That', escribe que la creencia en fantasmas entre los soldados ingleses era prevalente, al grado de que la forma en que se reconocían entre sí durante los patrullajes; era el decir la palabra 'fantasmas' a manera de contraseña.
En junio de 1915, Graves se encontraba cenando durante su estadía en la región de Bethune cuando vio pasar a un viejo amigo suyo, el soldado Challoner de la delegación real galesa, pasando por una ventana. Challoner le sonrió, saludó y continuó caminando como si nada por afuera de la casa.
Graves creyó conveniente saludarlo y fue a la ventana para hablar con él. Lo que encontró afuera fue oscuridad, y ningún rastro de Challoner con excepción de una colilla de cigarro humeando al pie de la ventana. Al poco tiempo de ello, Graves se enteró de que Challoner había sido asesinado en Festubert en mayo de ese año; semanas antes de que lo viera pasar por la ventana. Como un dato curioso, Graves afirma que durante su época en Inglaterra, Graves le había dicho que "se verían en Francia".
Meses después, Graves se encontraba descansando en Harlech, Gales; en casa de la madre de un compañero que había muerto en Francia. La mujer dejó el cuarto de muchacho tal y como estaba cuando se fue, a manera de altar hacia su memoria: las cobijas eran cambiadas y lavadas constantemente, y se colocaban flores frescas y cigarrillos en la cama. Graves habló hasta tarde con otro compañero, y al irse a dormir dijo que fue despertado constantemente durante la noche por golpes en el piso y las paredes, ruidos de puertas abriéndose y finalmente gritos histéricos de un hombre desconocido.
En la mañana, Graves agradeció a la mujer y salió junto con su compañero, diciendo que el lugar era peor que los campos de batalla de Francia; y años después escribió que como miles de madres adoloridas, esa mujer debía haber estado entablando contacto con su hijo fallecido por medios de espiritismo.