No sabía donde postear estas historias, así que se me ocurrió compartirlas aquí.
He trabajado como oficial de Búsqueda y Rescate para el Servicio Forestal de los Estados Unidos, y durante mi carrera he visto ciertas cosas que quizás puedan interesarles.
Tengo un buen récord en localizar gente perdida.
La mayor parte de las veces se trata de personas que se apartan del camino o caen de un risco pequeño y ya no pueden encontrar como volver; así que se quedan en un lugar y esperan el rescate. Esos son los fáciles.
Pero hubo dos casos en los que eso no ocurrió. Me molestan hasta la fecha, de hecho; y los uso como motivación cada que nos llega un nuevo reporte de desaparición. El primero fue un niño que estaba recogiendo bayas con sus padres: Su hermana y él desaparecieron al mismo tiempo.
Sus padres los perdieron de vista por unos segundos , lo suficiente para que los chicos pudieran apartarse de ellos.
Al no encontrarlos por su cuenta, nos llamaron para ir a peinar el área. Encontramos a la niña muy rápido, y cuando le preguntamos por su hermano nos dijo que se lo había llevado "el hombre oso". Nos contó que el hombre le dio bayas y le pidió que guardara silencio, que quería jugar con su hermano por un momento.
La última vez que vio a su hermano, el niño iba sobre los hombros del "hombre oso", bastante tranquilo. Claro que pesamos que se trataba de un secuestro, pero jamás encontramos evidencia de que hubiese otro ser humano en el área. La niña insistía que no era un hombre normal, y que tenía "una cara extraña".
Buscamos por semanas, pero nunca encontramos rastro del niño.
El segundo caso fue el de una mujer joven que había estado caminando con su madre y abuela. De acuerdo a la madre, la chica subió a un árbol para ver mejor el bosque, pero jamás bajó de las ramas. Esperaron en la base del árbol por horas, llamándola hasta que decidieron buscar ayuda. Como en el primer caso, buscamos por todos lados pero no logramos hallar siquiera un rastro de la chica.
No tengo idea de donde pudo haber ido, porque ni su madre ni la abuela la vieron bajar.
En ciertos casos, he estado acompañado por un perro de rescate que me guía a riscos verticales. No colinas, no laderas de montañas. Riscos afilados en los que nadie podría trepar ni con equipo de escalada.
Eso me perturba. Porque por lo regular encontramos a la persona en cuestión en la cima del acantilado sin explicación de como llegó ahí.
Un caso particularmente triste involucró la recuperación de un cuerpo.
Una niña de nueve años cayó por un acantilado y terminó empalada en un árbol al fondo. Fue un accidente terrible, y nunca olvidaré el grito de su madre cuando le conté qué había pasado. Vio la bolsa para cadáveres siendo subida a una ambulancia y dejó salir el llanto más desgarrador que jamás he escuchado.
Fue como si toda su vida se desmoronara en torno a ella y una parte de sí hubiese muerto con su hija. Un tiempo después escuché de otro oficial de rescate que se había suicidado unas semanas después, pues no pudo vivir con lo que había pasado.
En otra ocasión tuvimos que trabajar en equipos y usando armas porque llegaron reportes de osos en el área. Esa vez estábamos buscando a un tipo que no había regresado de un viaje de escalada; y lo encontramos atrapado en una zanja con una pierna rota.
No fue bonito. Llevaba casi dos días ahí, y su pierna se había infectado. Logramos treparlo a un helicóptero y por lo que escuché de los paramédicos, el tipo estaba inconsolable. Decía que había logrado subir un acantilado sin problemas, pero al llegar a la cima se encontró con que ya había alguien ahí.
Se le hizo raro que el hombre no llevara equipo para escalar o herramientas, y que únicamente vistiera con un abrigo parka y pantalones de ski.
Se le acercó para hablar con él, pero al hacerlo éste volteó y en donde debía estar su rostro solo había un espacio en blanco, como un lienzo de carne. Eso asustó al escalador y lo hizo caer por la orilla de la montaña; donde quedó atrapado.
Escuchó al sujeto sin cara gritando toda la noche, bajando por la ladera de la montaña y emitiendo gemidos ahogados. Eso me asustó muchísimo, y agradezco el no haber estado ahí para escuchar la historia de boca del escalador.
De las cosas que personalmente me han pasado, una que recuerdo bien involucra la búsqueda de una mujer joven que se separó de su grupo de escalada. Estuvimos afuera toda la noche, y la encontramos hecha un ovillo bajo un tronco podrido.
Le faltaban los zapatos y la mochila, y claramente estaba en shock. No tenía heridas, así que pudimos hacerla caminar junto a nosotros de vuelta a la base. A lo largo del camino volteaba constantemente hacia atrás y nos preguntaba porqué "ese hombre grande con ojos negros" nos estaba siguiendo.
No vimos a nadie, así que tuvimos qué descartarlo como un síntoma de shock. Pero mientras más nos acercábamos a la base, la mujer se agitaba más. Me suplicaba que le dijera al tipo que dejara de "hacerle gestos", al grado de que se detuvo, giró y empezó a gritarle al bosque que la dejara en paz.
Gritaba que no iba a ir con él, y que tampoco iba a permitir que nos llevara. Al cabo de un rato logramos moverla, y fue entonces que escuchamos unos ruidos que parecían venir de todos lados. Era casi como una tos, pero con ritmo definido y más profunda. Algo como el ruido que hace un insecto, pero más fuerte; porque no tengo una mejor forma de describirlo. Cuando estábamos cerca de la base, la mujer me miró y vi que sus ojos estaban tan abiertos como era posible. Me sujetó por el hombro y dijo: "Él dice que camines rápido, que no le gusta ver la cicatriz en tu cuello".
Sí. Tengo una cicatriz pequeña en la base del cuello pero quedaba oculta bajo el cuello de mi camisa, así que no tengo ni idea de como fue que la mujer la vio. Después de que dijera eso escuché una tos extraña junto a mi oído, y eso me hizo saltar. La apresuré a entrar a la base, tratando de no mostrar qué tan asustado estaba, pero sí puedo decirles que estuve condenadamente feliz de dejar el área esa noche.
La última historia que contaré es tal vez la más extraña.
No sé si sea algo constante en todas las unidades de Búsqueda y Rescate, pero en la mía es una especie de cosa secreta con la que nos topamos de vez en cuando.
Pueden intentar preguntarle a otros oficiales de ByR, pero incluso si saben de qué hablan no creo que les comenten algo al respecto. De hecho, nuestros superiores nos pidieron no hablar de ello y a estas alturas estamos tan acostumbrados que ni siquiera nos parece extraño.
En cada caso que involucra adentrarnos en los bosques, y hablo de entre 50 y 70 kilómetros en el interior del bosque; siempre llega un momento en que encontramos una escalera en el bosque. Sí, una escalera. Como la de una casa.
Pregunté de qué se trataba la primera vez que la encontré, y el oficial que me acompañaba me respondió que perdiera cuidado, que era algo normal. Todos a los que les pregunté contestaron lo mismo. Quería verlas y saber de qué se trataba, pero se me dijo de manera muy enfática que jamás me les acercara.
Ahora solo las ignoro porque las veo muy seguido.