Durante noviembre de 1927, varios automóviles y un autobús que viajaban por el puente de Camden, Nueva Jersey, fueron víctimas de un ataque repentino que destrozó sus cristales como si de una ráfaga de ametralladora se tratara.
Temiendo que fuese obra de algún asesino serial o psicópata, la policía se presentó de inmediato y acordonó el puente en su totalidad. Pero tras una exhaustiva búsqueda, la policía y un equipo de balística fueron incapaces de encontrar rastros de los proyectiles... casi como si las balas se hubiesen desintegrado.
Sorprendentemente, no hubo víctimas graves. Todas las heridas fueron producidas por los fragmentos de cristal al estallar los parabrisas, pero fue ahí que ocurrió lo más extraño: Durante el proceso de investigación, el oficial de policía John J. Rodgers cayó al recibir dos disparos mientras recorría el puente.
Tras el ataque a Rodgers se recuperó un proyectil azul de tamaño similar a una canica. En este caso, no se determinó como podría haber sido disparada con la misma potencia de una bala sin hacerse añicos al impacto, mucho menos el punto exacto desde donde se disparó. El otro proyectil recuperado quedó incrustado en uno de los rieles de acero del puente, dejando en claro que habían sido propulsados por una fuerza increíble.
Curiosamente, la única evidencia del disparo en Rodgers fue un moretón en la espalda.
Pese al descubrimiento de la canica, un análisis de los cristales destrozados reveló que lógicamente el daño fue producido por balas de calibre .22 o .25.
Fotografía de la época mostrando el daño a un cristal.
En los días posteriores, varios automóviles, tranvías, autobuses, taxis y luces de la calle fueron reventados por balas 'fantasma'. Un total de 11 vehículos fueron dañados de esta forma, y en cada caso los testigos reportaron no haber escuchado algún disparo.
Las autoridades aún intentaban descubrir qué había sucedido cuando llegaron más noticias de ataques en otros sitios, todos al mismo tiempo. Una tienda en la zona de Crammer Hill fue atacada, y sus puertas de cristal reforzado terminaron destrozadas por los impactos de proyectiles invisibles.
La investigación del ataque determinó que el proyectil había sido disparado desde afuera, pero no hubo evidencia de fragmentos de bala o proyectiles como balines o canicas en las inmediaciones del edificio. Tampoco se reportó algún disparo.
Las localidades de Collingswood y Lindenwood fueron las siguientes, y como en los sucesos anteriores, no hubo disparos o evidencia de balas. En ciertas ocasiones, se recuperaron proyectiles convencionales como un tornillo de niquel o más canicas; pero no se estableció un enlace directo entre estas y el agresor. De cualquier manera, la mejor teoría fue que estos proyectiles habían sido disparados mediante el uso de un rifle de aire o resortera de gran poder.
Esa teoría se descartó debido a que en la época no existía ningún rifle de aire o resotera conocido que tuviera esa potencia. Otra teoría que prevalece hasta hoy es que el asaltante debía estar usando alguna especie de silenciador muy sofisticado.
En cuanto a los sospechosos, la falta de pistas condujo a búsquedas infructuosas.
En un caso, se arrestó a un niño con una resortera, pero se le liberó al no llegar a la conclusión de como era que podría haber disparado con la fuerza necesaria o como pudo ser responsable de los otros ataques.
Camden y las poblaciones vecinas ya se encontraban presa del pánico en ese momento, y si bien el tirador no había matado a nadie hasta el momento, para algunos pobladores era cuestión de tiempo. La gente ya no salía de sus casas y evitaba pasar por el puente. Es durante este pánico que se cree que debió haber imitadores que aprovecharan el caos para realizar otros ataques similares.
La primer evidencia concreta de un atacante llegó durante un incidente en el cual dos mujeres dijeron haber visto a un extraño afuera de su ventana a eso de las cuatro de la mañana.
Las mujeres dormían en una habitación cuando el cristal de la ventana explotó en añicos. Al asomarse, lograron ver a un hombre misterioso cruzando la calle a gran velocidad. En palabras de una de las mujeres:
"Vimos a un hombre con un arma al otro lado de la calle. Miraba nuestra ventana. Y mientras lo veíamos, salió corriendo hacia la esquina. Ahí lo escuchamos decirle a otro hombre 'ya está bien, Louie'."
El hombre fue descrito como alguien muy alto y con una agilidad sorprendente para su tamaño, y que desapareció en la oscuridad de manera muy fácil.
Nunca se supo quién era o la identidad de 'Louie', pero en este caso sí se logró recuperar una bala de calibre .32 en el piso del dormitorio. Lo que no se identificó fue de qué dirección se disparó el arma, la identidad del perpetrador o el arma en cuestión.
El pánico continuó por unos meses hasta que se detuvo repentinamente en 1928, dejando a las autoridades incapaces de resolverlo hasta el día de hoy.
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