"Hace unos años tuvimos problemas con una manada de coyotes que entraba a nuestra granja y atacaba a las gallinas; así que eventualmente comenzamos a hacer cacerías nocturnas para trata de ahuyentarlos o deshacernos de ellos.
En una noche en particular, me encontraba solo, sentado en una cerca a la orilla de un maizal y echándole un vistazo a la carnada de tripas de ciervo que había puesto para atrapar coyotes. Ya llevaba dos esa noche, pero los dejé tirados en el suelo en espera de que el olor atrajera a otros.
La noche siguió su curso.
Lo más sorprendente era lo particularmente callado de esa noche. Nada de ruidos. Ningún grillo chirriando, búhos o animales que hicieran sonido. Era un silencio espectral, casi como el que uno esperaría en el fondo del océano o el espacio.
Entonces hubo un crujido. Y el inconfundible sonido de carne siendo desgarrada.
¿Qué carajo...?, me pregunté.
No podía ver la carnada o los coyotes muertos, pues la luna se había ocultado detrás de una nube muy gruesa y el campo había quedado en completa oscuridad. Esperé a que la luna volviera a salir, y cuando lo hizo... vi algo que no se parecía en nada a cualquier animal que hubiese visto antes.
Algo plateado o gris estaba casi al ras del suelo, cerca de la pila de entrañas de ciervo. Estaba mordisqueando a uno de los coyotes muertos, así que en un principio pensé que se trataba de algún otro carroñero o un coyote que había olfateado el cuerpo y pensado que se trataba de comida fácil y gratis.
Así que tomé el rifle y le apunté a donde pensé que estaba su cadera. Por las balas calibre .243 que usaba, independientemente de donde le diera iba a acabar matándolo. Crack, disparé.
De inmediato, el carroñero se levantó y vi que era enorme. Algo gigantesco de cuatro patas con casi un metro de alto y enormes ojos inyectados de sangre. Sus ojos... no los olvidaré. Cada uno era más grande que la cabeza de un coyote.
Joder, le tenía qué disparar.
El tiro entró unas pulgadas arriba de un ojo; pero jamás vi sangre ni nada. Hubo solo un "poof" y algo de pelo volando; pero la cosa estaba ahí de pie. Se limitó a mover la cabeza como si le hubiese dado con una resortera.
Crack. Crack. Crack. Le disparé varias veces, mientras corría de regreso a mi camioneta. Tomé el rifle AR de mi padre y un reflector que llevábamos a veces; y lo apunté hacia la pila de entrañas donde estaba la criatura. Sangre y tripas por todos lados.
Un coyote muerto había sido partido a la mitad, como si un tiburón o un dinosaurio le hubiese dado un bocado; y a su lado había un rastro de sangre negra.
Lo cual, como pueden adivinar... estaba realmente mal. No hay forma de que la sangre se vea negra cuando la iluminas con luz incandescente. Así que muevo la luz hacia todos lados, y al cabo de unos segundos fue que le iluminé el rostro a esa cosa.
La cosa no huyó. Estaba ahí sentada como un perro. Un gran perro de dos metros de alto... lo cual me sorprendió, pues recuerdo que sus patas no eran tan largas. Así que bajo un poco la linterna para iluminarle el pecho y es entonces que me doy cuenta de que la cosa no está sentada; si no apoyada en una cerca, usando sus patas delanteras como un humano usaría los brazos para apoyarse.
Le vacié el cargado del rifle, pero permaneció ahí como si nada; a pesar de que tenía marcas de balas en todo el cuerpo.
Regresé a la camioneta y conduje al pueblo, para informarle al encargado de control animal de la localidad. Éste se armó con artillería pesada, lo que se usa para matar osos y alces. Manejamos de vuelta a la granja y nos topamos con que las entrañas y los cadáveres de coyote habían quedado reducidos a huesos.
Los coyotes incluso estaban en su posición correcta, como esqueletos montados para un museo.
NINGÚN animal come así. Ningún depredador es tan limpio a la hora de devorar un cuerpo.
El encargado de control animal tomó muestras de la sangre y de los huesos, y yo me fui a casa sin dejar de pensar qué había sido esa cosa. Unas horas después me hablaron, diciendo que la agencia de protección ambiental había obtenido los resultados de un examen de ADN; y que según el depredador había sido un puma. Lo cual es estúpido, porque en mi estado no ha habido pumas desde 1920 y esa cosa era más grande que una persona.
Les dije que estaban en un error, que era otra cosa.
La única respuesta que me dieron fue que me olvidara de todo eso.
No sé qué haya sido, pero puedo asegurarles que no era ningún tipo de animal conocido. Nada de ese tamaño podría sobrevivir varios tiros de un rifle .234 y el cargador entero de un rifle de asalto.
Lo que sí puedo decirles es que jamás volví a cazar coyotes por la noche."