Representación artística del encuentro inicial.
El primer encuentro.
Durante la noche fría y sin luna del seis de diciembre de 1978, Pier Zanfretta, un guardia de seguridad de 26 años, casado y con dos niños; se encontraba dando un patrullaje de rutina en la aldea de Torriglia, Italia; cuando tuvo una experiencia que cambiaría su vida para siempre.
De acuerdo a Zanfretta, estaba conduciendo por un camino helado en dirección al hogar de un cliente cuando su vehículo se apagó misteriosamente. En ese momento, Zanfretta se encontró con cuatro luces que se movían alrededor del jardín de la propiedad de su cliente; y creyendo que se podía tratar de las linternas de un grupo de ladrones, tomó su revólver y linterna, y salió de su auto, listo para enfrentarse con quien fuera.
El guardia se introdujo silenciosamente a través de una reja abierta y subió por un muro de roca con la intención de sorprender a los que pensaba eran ladrones comunes y corrientes; cuando sufrió el susto de su vida.
Justo cuando se preparaba para saltar y confrontar a los intrusos, Zanfretta sintió que alguien o algo le tocaba el hombro por detrás. Giró con revólver en mano para asustar al ladrón; pero se encontró con una entidad que describió como "una criatura enorme, verde y fea, de piel ondulante... que vestía una túnica de color gris... y medía no menos de tres metros de alto".
En entrevistas posteriores, Zanfretta añadió más datos de estas supuestas bestias interestelares que según algunos ufólogos; debían ser lo que se conoce como Reptoides o Reptilianos.
Zanfretta echó a correr rápidamente, pero al intentar llegar a su auto, fue iluminado por lo que describió como una nave espacial de forma triangular; más grande que la casa misma y que producía una gran temperatura al ascender de manera vertical. Con muchos problemas, Zanfretta logró volver a su vehículo y llamó por radio al centro de operaciones de la compañía para la que trabajaba, en la localidad vecina de Genoa.
A las 12:15 de la noche, Carlo Toccalino, operador de radio de la compañía de seguridad; recibió la llamada. Toccalino dijo que de lo poco que podía comprender de los balbuceos incoherentes de Zanfretta; era una mención constante de atacantes, y que al pedirle las descripciones de estos, el hombre se limitaba a decir una y otra vez que no eran hombres, que se trataba de seres horribles.
Entonces, la llamada se cortó de golpe y Tocalino llamó al jefe del servicio de seguridad, el Teniente Giovanni Cassiba. Cassiba, preocupado por el bienestar de su empleado y la propiedad del cliente, no perdió tiempo en enviar una patrulla como apoyo para Zanfretta.
Pero, debido a las condiciones traicioneras de ese invierno, la segunda patrulla no llegó a la propiedad hasta que había transcurrido una hora. Cerca de la 1:15 de la mañana, dos vigilantes, Walter Lauria y Raimondo Mascia; encontraron a Zanfretta tirado en el suelo congelado frente a la casa Righi.
Cuando vio a los guardias, Zanfretta se levantó con una mirada enloquecida y les apuntó con su arma. Lauria y Mascia testificaron que el usualmente tímido y lúcido hombre de familia se comportaba de manera irracional y parecía no reconocerlos, y tampoco quería soltar el arma cuando se lo pidieron.
Temiendo que disparara, derribaron y desarmaron al guardia. Al hacerlo, se dieron cuenta de que por alguna razón, su ropa estaba caliente. Algo imposible, pues debía haber pasado una hora expuesto al frío del invierno por al menos una hora.
Debido a las circunstancias del evento, la policía militar italiana, el cuerpo de Carabinieri; fue llamada a acudir al área para una investigación. Lo que los Carabinieri encontraron, fueron dos marcas impresas en el pasto detrás de la casa.
Las huellas medían casi tres metros de diámetro y tenían forma de herradura.
Durante la investigación, se reveló que 52 habitantes del pueblo de Torriglia habían reportado el avistamiento de una luz brillante que provenía de la propiedad en que Zanfretta estaba asignado esa noche.
Si bien el caso fue archivado como un misterio sin resolver y Zanfretta terminó ridiculizado por la opinión pública y los medios de Italia; sus encuentros con seres extraterrestres estaban lejos de terminar.
El segundo encuentro.
En la noche lluviosa del 26 de diciembre, Zanfretta conducía su patrulla a través de un túnel conocido como Bargagli, cuando súbitamente perdió control del auto.
El guardia, presa del pánico, llamó por radio al cuartel y reportó que su auto estaba manejándose solo y había logrado atravesar el túnel. Los intentos de Zanfretta por detenerlo fueron en vano, pues la patrulla continuó atravesando el camino cubierto de niebla hasta subir una pendiente pronunciada.
Lo último que se supo fue gracias a un mensaje de Zanfretta, que con voz calma dijo "El carro se ha detenido. Veo una luz brillante. Saldré."
De manera similar al primer incidente, el guardia fue descubierto a la 1:10 de la mañana por dos guardias de seguridad; quienes localizaron a Zanfretta en un campo que rodeaba el camino. De manera desconcertante, las ropas del hombre se hallaban cálidas y secas; pese a la tormenta que rugía esa noche.
Travenzoli, uno de los guardias que encontró a Zanfretta, declaró que el hombre lloraba y repetía constantemente: "Dicen que debo irme con ellos. ¿Pero y mis hijos? No quiero... no quiero..."
Cabe mencionar que tras el furor público desatado gracias a los encuentros de Zanfretta, la policía militar italiana elaboró un reporte completo sobre el caso. El 3 de enero de 1979, toda la información del caso fue recolectada por un comandante apellidado Nucchi en un archivo denominado "Reporte del Avistamiento de Objetos Voladores No Identificados por Fortunato Zanfretta".
El archivo fue enviado a la corte de magistrados en Génova, preguntando qué debía hacerse o qué procedía. Finalmente, el reporte fue entregado a un magistrado llamado Russo, que el 11 de enero de 1980 certificó que el archivo debía ser catalogado como un misterio, y que no se había cometido un crimen en sí.
El Departamento del Interior y el ejército Italiano, así como el Primer Ministro Giuilio Andreotti; le informaron al congreso sobre los OVNIs y el riesgo que podían suponer para el pueblo italiano.
No podía desmentirse a Zanfretta, ya que un eminente neurólogo de la época, el Doctor Giorgio Gianniotti, examinó al contactado y declaró que "Este hombre está en estado de shock, pero está perfectamente cuerdo".
Al ser analizado por Giannotti, Zanfretta confirmó que no solo había visto seres de otro mundo, si no que estas criaturas gigantescas lo habían abducido. También, al estar bajo hipnosis, declaró que estos seres lo llevaron a un lugar cálido y lleno de luz; donde lo examinaron concienzudamente y lo interrogaron.
Según Zanfretta, estos seres no hablaban italiano; pero usaron un "aparato luminoso" para traducir su conversación. Supuestamente provenían del planeta "Teetonia", que se localizaba en la "tercera galaxia" y de manera perturbadora, "quieren hablar con nosotros y volverán en grandes números".
Después fue desnudado y le colocaron un extraño casco que le permitió entender el lenguaje de los seres; pero que a su vez le producía un profundo dolor. También tomaron su arma y la dispararon a una "lámina" a manera de experimento para determinar si las armas humanas podían herirlos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario