En las décadas de 1960 y 1970, en algunas regiones de la Unión Soviética como Rusia, Bielorrusia, Ucrania y Mongolia; existía una leyenda sobre una limusina negra de modelo Volga con cortinas blancas en las ventanas y que pasaba por calles y caminos rurales; secuestrando personas y niños al azar.
De acuerdo a las diferentes versiones, sus pasajeros podían ser sacerdotes, monjas, judíos, vampiros, satanistas e inclusive el mismo Demonio. Se decía que los niños eran raptados para usar su sangre como una cura para miembros del partido comunista o extranjeros que sufrían de leucemia; otros decían que se les extraían los órganos para venderlos en el mercado negro o simplemente se les usaba para experimentos secretos.
La leyenda volvió a resurgir a finales del siglo XX, cambiando el detalle de que el conductor se detenía para preguntarle la hora a los peatones; y les disparaba al momento de que se acercaban a contestar.
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