En una entrega anterior hablamos de plantas carnívoras en sitios como la meseta de Matto Grosso en el Amazonas, las sierras de México o las recónditas junglas de África. Y no es de extrañarse que en otros rincones del mundo existan también historias de monstruos vegetales que buscan sangre y carne como sustento.
En el año 1185, una expedición alemana a las selvas de Nueva Guinea se encontró con un inusual árbol en las montañas de la isla. Curiosamente, a casi cinco mil pies sobre el nivel del mar, las selvas de Nueva Guinea daban paso no solo a planicies abiertas y extrañas anomalías magnéticas que neutralizaban las brújulas de la expedición, si no a lo que parecía ser un cementerio de animales y un silencio inexplicable.
En la expedición viajaba un hombre conocido como el Dr. Kummel, quien tenía como misión el catalogar especies nuevas de plantas y animales. Fue en medio de los claros llenos de huesos que Kummel se encontró con una especie vegetal desconocida, un gran árbol lleno de pústilas en las raíces. Sabiendo que se trataba de una especie sin catalogar, Kummel ordenó a un soldado que cortara una de las pústulas con un machete.
Para sorpresa de Kummel, el trozo contenía un núcleo negro sólido que producía descargas eléctricas. Como un experimento, Kummel tomó un alambre de cobre doblado, y lo colocó en el núcleo; el cual generó una violenta explosión de energía eléctrica lo suficientemente fuerte como para quemar el alambre.
El coronel Gassende escribió esto del extraño árbol en su diario:
"Cada rama del árbol presentaba nucleos similares, los cuales parecían hacer circular corriente en todo el organismo. No sé como, ni cuanta energía podía almacenar, pero debo decir que era lo suficiente para derribar a un hombre adulto."
Kummel especuló que los árboles eléctricos eran los culpables de los múltiples esqueletos y la falta de presencia de otros árboles en la zona, pues podrían matar a cualquier cosa que se acercara lo suficiente. Nombró a la especie como 'Elassia electrica', pero jamás se encontró otro ejemplar para dar veracidad a su historia.
En el estado de Arizona existen reportes de un 'pino' que mide hasta 10 metros de alto y tiene hojas similares a las púas de un puercoespín. Relajado, las púas permanecen en reposo y emite un aroma dulce y plasentero. Pero, si el árbol se agita en lo más mínimo, las púas se erizan y el aroma se torna similar al de un cadáver.
Se dice que esto pasa cuando algo pasa cerca de él, y que es tan peligroso que animales como osos, pumas y lobos evitan acercarse. Se dice que si algo se acerca lo suficiente, el árbol mueve sus ramas con la intención de destrozarlo usando las púas, y que es bastante resistente al daño físico.
El coronel Brace Dion escribió lo siguiente sobre el árbol:
"Hay más cosas curiosas en Arizona que en cualquier otra parte de esta vasta tierra, y de acuerdo con mi idea, y sé bien lo que son estas cosas raras; la más extraña de todas es un árbol con temperamento peor que el de una prima donna de opera cómica, pues se enfurece con la más pequeñas de las provocaciones. Algunos amigos en Houck's Tank lo llaman el árbol puercoespín, y otros alegan que su nombre correcto es el árbol zorrillo. Yo lo llamo el árbol del terror sagrado. Pero no importa como lo llames, es extraño y es un hijo de Arizona."
En el año de 1895, un botánico de Inglaterra se encontraba explorando las montañas de Hawaii cuando llegó a un acantilado al que su guía nativo temía acercarse. Esto le pareció una superstición, así que continuó caminando hasta llegar al borde de un agujero circular de más de cien yardas de diámetro.
Alrededor de esta depresión, el botánico se encontró con un círculos de huesos blanqueados por el sol, de varias especies de mamíferos, aves e incluso seres humanos; y se dio cuenta de que no había vegetación a unos veinte metros del agujero. En el centro parecía haber una especie de 'pozo', del cual salían extraños hilillos de humo.
El botánico se retiró debido a que ya comenzaba a anochecer y que su guía le gritaba con desesperación que se fueran. Al día siguiente, se sometió a un ritual para protegerse del mal por recomendación del guía, y solo así se le permitió regresar al agujero. Al avanzar por la selva, se encontró con una masa de lo que parecían ser algas marinas, rodeadas por huesos de animales y que parecían soltar una especie de humo. Al moverse, el botánico se percató de que algunas raíces delgadas se alzaron y comenzaron a arrastrarse hacia él.
Asustado y maravillado a la vez, el botánico retrocedió del extraño vegetal, pero resbaló al hacerlo. En ese momento, algo lo golpeó en la cabeza con tanta fuerza que casi lo dejó inconsciente; y al reaccionar, dijo haber visto un objeto serpentino reptando por entre las rocas, y que un zumbido desconocido y de baja intensidad empezó a emanar de la planta.
Nunca estableció una conexión directa entre la masa de plantas y el agujero, pero lo que vio ciertamente lo convenció de no regresar al lugar.
El Árbol Hidra.
Grabado alemán del Bohon Upas.
En la isla de Java se dice que existe un árbol conocido como el Bohon Upas, siendo 'upas' la palabra javanesa para 'veneno'; o 'Árbol Hidra de la Muerte'. Este árbol es mencionado por primera vez en el siglo XIV por el monje viajero Jordano, que escribe de árboles en Java que 'producen nubes venenosas que matan todo a su alrededor'.
Los reportes esporádicos de estos árboles continúan apareciendo hasta el día de hoy, y considerando lo remoto de las junglas de Java; es muy difícil saber exactamente donde pueden encontrarse. En el siglo XVIII, un doctor alemán de nombre J.N. Foersch escribió para la London Magazine que pasó varios años recolectando relatos de encuentros con estas plantas durante su tiempo estacionado como cirujano en las Indias Orientales; y que estaba decidido a montar una expedición para hallarlos.
Foersch creía que solo existía un árbol de este tipo, el cual supuestamente se encontraba en un lugar montañoso y despoblado de vegetación en cerca de seis kilómetros a la redonda; y que cualquier animal que entrara en este sitio era rápidamente afectado por un gas pútrido, así como que las aves que sobrevolaban el área tendían a caer muertas en pleno vuelo.
De acuerdo a Foersch, fuera del desierto alrededor del árbol vivía un ermitaño que proveía equipo y la extrema unción a los criminales que eran enviados por el gobierno para intentar obtener la resina del árbol. El ermitaño decía que estos criminales aceptaban la labor en vez de ser enviados a morir directamente, y que antes de entrar al desierto de la muerte se vestían con gorros de piel, gafas gruesas, guantes gruesos y ropas de cuero cuertido. Solo uno de cada diez enviados volvían, y la resina recolectada era tan potente que se usaba para matar dolorosamente a otros criminales.
El botánico William Turner Thiselton-Dyer hizo una comparación entre los mitos del Umdhlebi en África y el Bohon Upas, sugiriendo que inclusive podrían ser especies relacionadas entre sí.
El Jubokko.
En Japón existe un árbol conocido como el Jubokko o 'árbol vampiro', cuyas raíces se alimentan de la sangre y los cadáveres en campos de batalla o lugares de ejecución.
El Jubokko, se dice, parece un árbol común y corriente cuya identidad es solo revelada por los huesos y cadáveres en torno a sus raíces. Más allá de saciarse con la sangre que permea la tierra, supuestamente tiene la habilidad de sujetar y asfixiar a quienes se acercan demasiado; usando una especie de 'tubos' en sus ramas para drenar la sangre de un cuerpo hasta que este asemeja un montón de piel seca.
Al cortar la rama de un Jubokko, emanará una sangre con potentes capacidades medicinales. También se cree que el Jubokko sana muy rápido, que puede causar alucinaciones y tiene el poder de hablar con otras plantas. En algunas tradiciones, se cree que el Jubokko empieza como un árbol normal, el cual se deforma al absorber la sangre derramada en el suelo durante batallas y asesinatos.