La temporada de lluvia siempre comenzaba a principios del verano, y este Junio no había sido la excepción. Por ello, el Hombre no se sorprendió cuando descubrió agua de lluvia goteando del tejado sobre su comedor.
Pensando que era lo usual, colocó una olla bajo la gotera y esperó que se detuviera. Pero para su mala suerte, continuó lloviendo, y antes de que se diera cuenta; la olla amenazaba con derramarse. Echó el agua acumulada al excusado al despertar por la mañana, y por la noche tras volver del trabajo. Eventualmente comenzó a hallar daño por humedad en el punto de donde goteaba. El techo, usualmente de un impoluto blanco, se había despintado y ahora presentaba una fea tonalidad marrón.
Revisó el clima y se dio cuenta de que llovería durante los próximos diez díaz.
Se preguntó si la reparación costaría mucho, por lo que decidió llamar a un albañil local.
Desafortunadamente, el Hombre no podía aprobar la reparación... eso era cuestión del casero del edificio. Era algo frustrante. Llamó al casero pero no pudo encontrarlo. Le dejó algunos correos de voz, detallando como el daño se volvía progresivamente peor. No sabía porqué razón su casero no devolvía las llamadas, pues hasta entonces hablaban al menos dos veces al mes.
Finalmente, se dio cuenta de que no había forma de que se le culpara por cualquier daño sostenido por el edificio gracias a la humedad.
Una noche, el Hombre despertó por el sonido ensordecedor de un golpe. Encendió su lámpara de noche y vagamente pudo ver una mesa volcada y una gran masa negra junto a ella. Se levantó y salió corriendo de su departamento y llamó a la policía a la vez que tosía por un horrible olor.
El Hombre se sentó en la estación de policía con una manta sobre los hombros y una taza de café en sus manos temblorosas. Solo sabía algo. Había un cuerpo muerto en el departamento de arriba, y el agua lo había saturado tanto que el tejado colapsó bajo su peso. El agua lo dejó irreconocible y tuvo qué ser sometido a una autopsia.
Mientras esperaba, llamó a su casero y finalmente éste contestó, aterrorizándose una vez que escuchó el relato de lo ocurrido. El casero le gritó, preguntando donde estaba. El Hombre estaba por responder que en la estación de policía, cuando un detective se apareció frente a él.
Puso el teléfono a un lado, preguntándose si el cuerpo ya había sido identificado.
Entonces la sangre se le heló y sacudió en negación y terror abyecto. El cuerpo pertenecía a Richard Thompson, su casero. Y había muerto casi un año atrás.
Sin embargo, eso no fue lo que lo perturbó más. Si su casero estaba muerto...
¿Entonces quién estaba al otro lado de la línea?
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