jueves, 16 de julio de 2015

Ella.

Bien, no era importante al principio, ¿sabes?
Era una de esas historias online, la clase de cuentos que lees en los comentarios en un video de YouTube o un estado en Facebook. Esos comentarios diseñados para asustarte y que postees la cadena en otros videos o páginas.
Teresa Fidalgo y esa mierda, ya sabes. Esas donde morirás, donde tu amor platónico te rechazará o serás pobre si no pegas el comentario en otros lados. Digo, ¿porqué debía pensar que esta vez sería diferente? Pero ahora... bueno, es la única cosa que puedo pensar.
El comentario empezaba diciendo que "Ella" no había dejado al usuario en días, y que con solo leer esto; Ella vendría por tí. No recuerdo exactamente qué decía porque ya era tarde y estaba cansado, y había visto cien copias de ese comentario antes.
Se me olvidó.
Al menos hasta que Ella vino tras de mí.
Comenzó con algo pequeño. Un destello en la orilla de mi visión, una sombra rara en el piso del pasillo. Luego empeoró. Escuché susurros estando solo en casa, risas, el sonido de pisadas. Fue ahí que supe que me estaba provocando. Así como un gato juega con un ratón antes de comérselo.
Luego... ugh. Los espejos.
Los espejos eran los peores.
Le gustaba quedarse de pie tras de mí cuando me peinaba, siempre mirándome con esa sonrisa. Oh, Dios. ESA sonrisa.
Sus dientes siempre estaban ensangrentados. Cada noche era peor. La veía cuando iba a la escuela, en el retrovisor, rasgándose la cara con las uñas mientras yo miraba con terror abyecto. Por un rato tuve que dejar de dormir.
Y entonces vino.
Era tarde, no podía dormir porque lo único que escuchaba era su sonrisa. Me tapé el rostro con una almohada y cerré los ojos, hasta que sentí algo frío en mi mano. Me paralizó. Era afilado, frío y se movía hacia mi codo.
"Ven a jugar", dijo en esa espeluznante voz.
Grité y me levanté, pero ya se había ido. O al menos, por el momento.
Y cometí el error más grande cuando me armé de valor y le hablé. Acababa de salir de la bañera y ella estaba ahí, así que le grité.
"¡¿Porqué?! ¡¿Porqué haces esto?!"
Entonces me dijo porqué. Era porque yo sabía algo sobre ella. Me atacó y ahora estoy en el hospital.
Ya no lo soporto. Soy solo una persona, y sé lo que tengo que hacer. Creo que siempre lo supe. Dios, lo siento mucho. De verdad.
Se llama Nora. Deberá estar contigo muy pronto.

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