De las historias relacionadas a la criptozoología y la actividad OVNI, el caso del monstruo de la caña de azúcar es poco conocido aún entre los investigadores y conocedores del tema; debido a su escasa difusión en comparación a otras criaturas paranormales como el Mothman, el Monstruo de Flatwoods o el Demonio de Dover.
El incidente se hizo famoso gracias al investigador OVNI Albert Rosales, quien detalló el encuentro en una noche de 1915 entre un par de guardias de una plantación de caña y una bestia que parece salida de la imaginación febril de algún escritor como H.P. Lovecraft o H.G. Wells.
Rosales narra que esa noche, los dos guardias montaban a caballo en torno a un campo de cañas; y se encontraban llegando a una curva cuando sus monturas se detuvieron de golpe y comenzaron a reaccionar de forma bastante alarmada, resoplando y relinchando. Los hombres intentaron calmar a los animales, y al hacerlo, lograron divisar algo más adelante en el camino; una especie de 'costal' blanco en el pasto junto al sendero de terracería.
Algo en ese bulto alarmaba a los caballos, así que decidieron investigar. Sin embargo, al acercarse más al extraño objeto; los hombres retrocedieron de golpe cuando este comenzó a moverse de forma similar a un gusano o una oruga; arrastrándose hacia ellos y los caballos. Uno de los guardias sacó un revólver y abrió fuego contra el bulto.
Lo escalofriante es que, como si se tratara de una mala película de ciencia ficción, el bulto pareció hincharse y crecer de tamaño con cada disparo que recibía; llegando a medir tanto como los caballos que continuaban debatiéndose detrás de sus jinetes. Los guardias intentaron subir y cabalgar de vuelta a la casa principal de la plantación para dar alerta de lo que ocurría; pero los caballos, ya sea por terror o algo más, sencillamente se quedaron congelados y con los ojos fijos en el bulto.
Temiendo lo peor, los guardias optaron por abandonar a los caballos y echar a correr.
Una vez de vuelta en la oficina de la plantación, discutieron por horas y llamaron a la policía; la cual por las condiciones precarias de la campiña cubana, llegó al amanecer. Ya acompañados por oficiales armados, los guardias volvieron al punto del camino donde la noche anterior habían divisado a tan espantosa aparición; imaginando que la hallarían ahí junto a los pobres caballos.
Sus miedos resultaron pobremente infundados, pues solo encontraron a los caballos sanos y salvos, pastando a un costado del camino y ningún rastro del extraño ser en forma de costal. Revisiones posteriores por parte de veterinarios revelaron que los caballos no habían sufrido daño alguno, y que lo único que podía apoyar la historia de los guardias; era un ligero rastro de tierra removida en el camino; como la que dejaría alguien al arrastrar algo por ella.
Del monstruo de la caña de azúcar, no se volvió a saber jamás.
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