miércoles, 25 de junio de 2014

La cosa que acecha los campos.

Fue hace unas semanas que las pacas de heno comenzaron a alejarse lentamente de mi casa. Cada mañana al despertar, cada una de ellas se había movido unas cuantas decenas de metros de donde habían estado antes. Asumí que se trataba de bromistas sin nada más que hacer. Así que lo ignoré.
Al cabo de unos días, las pacas comenzaron a acercarse a los límites de la granja. Me cansé del juego para entonces, y decidí empujarlas de vuelta. Me tomó una tediosa hora dejarlas cerca de la casa, y para cuando había terminado; me sentía listo para romperle el cuello a cualquier pequeño idiota que intentase fastidiarme.
La mañana siguiente, encontré a todos y cada uno de mis caballos decapitados. El olor fue lo que me despertó. Cada uno yacía a un costado de su caballeriza, y no había signos de las cabezas. Pasé el resto del día limpiando el desastre y enterrando los restos. Fue cuando acabé, que noté que todas las pacas de heno habían vuelto a donde las dejaron el día anterior; dispersas a lo largo de los campos. Esta vez las dejé ahí.

Esa noche me senté en el porche, escopeta en mano y con un tarro de café a mi lado. Permanecí por horas, inspeccionando los campos para ver si lograba dar con quién había movido mis pacas. Finalmente, estaba comenzando a dormirme. Y lo habría hecho, de no ser porque escuché un ruido y el crujir de los árboles de los bosques cercanos. Me levanté, con el corazón palpitando de emoción; esperando capturar por fin al bastardo. Apunté con el arma, esperando ansiosamente a quien fuese que se acercara. Solo cuando la criatura se acercó lo suficiente para distinguir su silueta en la oscuridad; me congelé sin saber qué hacer. La cosa que había salido de los bosques y merodeaba mis campos no sabía que estaba ahí.

Lo seguí por el campo, con el andar de un ladrón sigiloso. De no ser porque la cosa medía casi tres metros aún encorvada, me habría parecido muy frágil. La delgadez de sus brazos y piernas, y el aspecto hundido y esquelético de su pecho me recordó al de un animal hambriento.
Pero esta cosa era extrañamente fuerte, pues lo ví levantar una paca con cada brazo y bajarla de nuevo unos metros más adelante, cuidadosamente y dando solo un par de pasos para cubrir una gran distancia. Movía cada paca de forma precavida, y cada determinado tiempo levantaba la mirada para revisar las posiciones de las otras.
Antes de irse, dirigió la mirada hacia la casa. Sentí como sus ojos me observaban entre las sombras, pero si me vio o no; no pude decirlo. Posteriormente giró en silencio y regresó por donde vino, desapareciendo en la oscuridad del bosque. Me tomó una hora reunir el valor suficiente para moverme otra vez. Entré luego de un rato, pero no dormí es anoche. Y fue solo una vez que el sol salió, que me atreví a salir al porche y a los campos.
Las pacas de heno se encontraban donde las dejó, y de manera extraña no las movió tanto como en el transcurso de los días anteriores. Tomaban una forma invisible en los campos, y al verlos me di cuenta de que formaban una especie de línea. Y de hecho, al caminar alrededor de la casa; m epercaté de que formaban un círculo del cual yo era el centro. Al principio pensé que las habían movido al azar de la casa, pero ahora podía ver que las habían colocado en una especie de límite. Esta cosa me estaba mandando un mensaje. No dormí bien esa noche, y si logré hacerlo; fue solo porque me hallaba exhausto.

A la mañana siguiente, las pacas no se habían movido. No lo hicieron por el resto de la semana, de hecho. Finalmente estaban donde la cosa las quería. Me enfermé intentando interpretarlas. ¿Porqué esta cosa gastaría tanta energía moviendo mis pacas y me amenazara tan violentamente cuando tratara de intervenir? Matar a mis caballos era eso... una amenaza. Una amenaza inteligente, de hecho. Sabía que me asustaría, y sabía que también entendería las implicaciones.
El sonido de un automóvil dirigiéndose por el camino hacia mi granja me llenó de emoción una mañana. Estaba planeando abandonar el lugar desde que ví a la cosa, pero no quería arriesgarme a hacerlo a pie y que esa cosa me matara como a mis caballos. Pero si lograba subir al auto de quien fuese que venía por el camino, tal vez podría escapar antes de que me detuviera. No sabía o me importaba qué era. Decidí que en el momento que detuvieran el auto, saltaría al asiento del pasajero y les diría que nos largáramos del lugar.
No tuve la oportunidad.

El auto avanzó con lentitud por el camino, sacudiéndose por el difícil terreno. Le imploré silenciosamente que se apresurara. Y fue cuando pasó entre dos pacas localizadas a ambos lados del camino, que comencé a escuchar un tronido agudo proveniente del bosque. La cosa emergió de entre los árboles, galopando con sus cuatro patas terribles y esqueléticas en dirección al auto. En segundos, ya estaba ahí; golpeando el vehículo de la misma forma que un gran felino. Levantó y destrozó el vehículo sin problemas; y el hombre, quien sea que fuese, gritó; y pude escucharlo en medio de los crujidos del metal y el cristal. Solo se detuvo una vez que la criatura lo apretó con su mano y lo destrozó.
Lo arrojó y se irguió, dejándome verla bien. En el sol, pude ver lo inhumano de su ser. Estaba compuesto enteramente de algo vivo y horrible que había sido unido en una cruda imitación de una figura humana. Cualquier cosa de la que estuviese hecha, parecía tan pulida y dura que de no ser por el como se movía, me habría hecho pensar que era granito.

La cosa retrocedió hacia el bosque, dejándome sorprendido. Mis ojos aún se enfocaban en el auto, con su motor aún chisporroteando; en medio de las dos pacas del camino. Repentinamente, comprendí. El mensaje era claro. Era el cautivo de esta cosa, y no se me permitía tener visitas. Nada podía cruzar los bordes que había colocado. Estaba atrapado ahí, por la cosa que acecha los campos; y no demanda otra cosa más que el que yo no pueda escapar jamás.
Aún así, no sé si puedo soportar ser el canario de esa cosa. He pensado mucho durante los últimos días desde que lo ví aplastar el pecho de ese hombre. Si cruzara el borde de pacas quizás me haría lo mismo. Me aplastaría el cráneo antes de que siquiera intentara protegerme a mí mismo. Luego iría a buscar una mascota nueva, probablemente una que soportara el saber lo que estaba afuera; observando todo el tiempo con esos ojos brillantes e insectiles.

He pensado mucho en eso durante los últimos días. Quizás intente escapar.

1 comentario: