El Ahuizotl en Dungeons and Dragons.
En la cultura de los aztecas, el nombre Ahuizotl significaba "espina de río", y hacía referencia no solo a uno de los más grandes gobernantes del imperio mexica, si no también a un temido ser legendario que merodeaba el lago de Texcoco en busca de presas fáciles.
El Ahuizotl aparece en la mitología de los aztecas a partir del siglo XIII, donde es descrito como un animal similar a un simio, pero de hábitos anfibios y una cola que terminaba en una 'mano' similar a la de una persona. Se decía que también poseía ciertas características caninas, un voraz apetito y amor por el consumo de carne humana (en especial partes crujientes como uñas y huesos); a eso se le añadía que devoraba con singular alegría los ojos de sus presas y su método de ataque consistía en hacer gritos similares a los de un bebé para atraer a su presa hacia el borde del lago de Texcoco.
Su piel era similar a la del perro, pero lustrosa y repelente al agua (comparable a la de la nutria o una foca), y poseía la habilidad de erizarla hasta convertirla en púas como las del puercoespín; podía manipular objetos con sus manos y la cola, y se le temía porque se le consideraba un guardián del agua: enemigo de los pescadores y cazadores de aves acuáticas, pero también uno de los hijos de Tláloc. Así pues, sus víctimas eran consideradas sacrificios a los dioses, y de acuerdo a la tradición azteca; aquellos devorados por el Ahuizotl estaban destinados a morar por la eternidad en el paraíso del dios de la lluvia.
Al Ahuizotl debía ofrecérsele parte de la pesca del día para evitar que hundiera la embarcación donde viajaban los pescadores o cazadores; aunque no era raro escuchar historias de canoas volteadas por el animal o de viajeros que eran jalados por la bestia hacia el lago, que usaba su fuerte cola para arrastrar a sus víctimas una vez que se encontraban cerca del agua.
Así pues, las desapariciones de algunos viajeros eran atribuidas a este animal; y la falta de uñas, ojos y dientes producida por peces que mordisquean los cadáveres de ahogados; dieron origen a las leyendas de que el Ahuizotl prefería cierto tipo de partes del cuerpo de sus presas.
El Ahuizotl aparece en la mitología de los aztecas a partir del siglo XIII, donde es descrito como un animal similar a un simio, pero de hábitos anfibios y una cola que terminaba en una 'mano' similar a la de una persona. Se decía que también poseía ciertas características caninas, un voraz apetito y amor por el consumo de carne humana (en especial partes crujientes como uñas y huesos); a eso se le añadía que devoraba con singular alegría los ojos de sus presas y su método de ataque consistía en hacer gritos similares a los de un bebé para atraer a su presa hacia el borde del lago de Texcoco.
Su piel era similar a la del perro, pero lustrosa y repelente al agua (comparable a la de la nutria o una foca), y poseía la habilidad de erizarla hasta convertirla en púas como las del puercoespín; podía manipular objetos con sus manos y la cola, y se le temía porque se le consideraba un guardián del agua: enemigo de los pescadores y cazadores de aves acuáticas, pero también uno de los hijos de Tláloc. Así pues, sus víctimas eran consideradas sacrificios a los dioses, y de acuerdo a la tradición azteca; aquellos devorados por el Ahuizotl estaban destinados a morar por la eternidad en el paraíso del dios de la lluvia.
Al Ahuizotl debía ofrecérsele parte de la pesca del día para evitar que hundiera la embarcación donde viajaban los pescadores o cazadores; aunque no era raro escuchar historias de canoas volteadas por el animal o de viajeros que eran jalados por la bestia hacia el lago, que usaba su fuerte cola para arrastrar a sus víctimas una vez que se encontraban cerca del agua.
Así pues, las desapariciones de algunos viajeros eran atribuidas a este animal; y la falta de uñas, ojos y dientes producida por peces que mordisquean los cadáveres de ahogados; dieron origen a las leyendas de que el Ahuizotl prefería cierto tipo de partes del cuerpo de sus presas.
En el libro 11 del Códice Florentino se le describe de la siguiente forma:
"Similar al teui, el pequeño perro teui; pequeño y suave, brillante. Tiene diminutas orejas puntiagudas como las de un can pequeño. Es negro como el hule, resbaloso, de piel suave y cola larga. Y esta cola está proveída de una mano al final; igual a la mano de un hombre. Y sus manos son como las del mapache o las del mono. Vive en cavernas submarinas, en profundidades acuosas. Y si alguien llega a la entrada o está en el agua con él, el monstruo lo jala hacia las profundidades... Una vez que el cuerpo ha sido recuperado, no tiene ojos, dientes y uñas; todas han sido arrebatadas de él. Pero su cuerpo está intacto, su piel sin lastimar. Su cuerpo sale todo mojado, suave, como si se le hubiese golpeado con una piedra o tuviera pequeños golpes... Cuando al Ahuizotl se molesta por no atrapar a nadie, no ahogar a ninguno de los comunes, entonces llora como un niño. Y quien oye esto piensa que es un bebé, tal vez abandonado. Ahí cae en las manos del Ahuizotl, el cual lo ahoga."
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