Esta es una leyenda conocida entre los capitalinos, en específico los de las colonias Del Valle y Narvarte, y en específico, se le ubica en el cruce que forma el Eje 5, mejor conocido como Eugenia, y el Eje 2 Gabriel Mancera.
Era una niña que caminaba cerca de las dos de la mañana por la ciudad, buscando una farmacia abierta para poder comprar la medicina que necesitaba su madre enferma. La niña caminaba con cuidado por las calles oscuras de la ciudad, en medio de conductores imprudentes y la inseguridad tan famosa de la capital.
Finalmente alcanzó una intersección transitada, la de Eugenia con Gabriel Mancera. La niña esperó a que el semáforo cambiara y le diera luz roja a los vehículos que pasaban sobre el Eje 5, y cuando el cambio de luz le indicó que era seguro, decidió a atravesarse.
Lamentablemente, un automóvil que iba a exceso de velocidad ignoró la luz roja (algo común en conductores capitalinos durante la madrugada) y sin poder detenerse a tiempo, arrolló a la niña, dejándola moribunda sobre el asfalto.
El conductor siguió su camino y no le importó que la niña muriera agonizando sola sobre la calle.
La historia dice que, aproximadamente a las dos de la mañana, en el cruce del fatídico accidente, la niña se le sigue apareciendo a los automóviles que van con exceso de velocidad.
El espectro cruza la calle como lo hizo esa noche antes de morir, y se detiene súbitamente a media calle para provocar que los automóviles se accidenten al tratar de esquivarla.
La versión de la historia más conocida dice que la niña desaparece tras el accidente para que los pasajeros del automóvil mueran de forma agónica como ella, mientras que una versión más espeluznante aún dice que la niña se ríe de forma vengativa.
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