Escultura representando al Silbón.
En Sudamérica, precisamente Venezuela y Colombia, uno de los espíritus nocturnos más temidos es aquél que lleva el nombre del Silbón. Se le ve en verano, en épocas de lluvia cuando vaga por las noches en busca de víctimas a quienes castigar; principalmente hombres borrachos que también caminan solitarios por las veredas y caminos rurales.
Se le describe como un humanoide enorme, de proporciones alargadas y que camina entre las copas de los árboles (similar a la descripción de Slender Man); silbando de manera escalofriante y cargando un viejo saco, en el cual se encuentran los huesos de aquellos desafortunados que lo han encontrado. Se dice que también aparece como un hombre alto, extremadamente delgado y que porta un sombrero.
Los silbidos de este espectro tienen múltiples propiedades. Al igual que la Llorona en México, se dice que si se escuchan cercanos, es que el Silbón se haya lejos; mientras que de ser lejanos, quiere decir que el ser ronda a corta distancia del oyente. Otros, que el escucharlos significa una sentencia de muerte o el presagio de un ser; que si el ser se sienta afuera de una casa y silba, muchas veces una persona de dicho hogar morirá durante la noche; y finalmente, que de ser agudos, implican que morirá una mujer; mientras que un silbido grave significa que un hombre será quien fallezca.
Como muchos otros espíritus de la noche, la leyenda del Silbón tiene múltiples variantes. Todas ellas producto de distorsiones y variaciones a lo largo del tiempo; debido a que se trata de un mito que data, por lo menos, de mediados del siglo XIX en los llanos y comunidades rurales de Venezuela.
La primer variante cuenta que el Silbón fue un hombre joven que descubrió que su esposa lo engañaba con su padre, y que al confrontarlo, el joven asfixió a su padre con un palo. El abuelo del joven, al encontrarse con la escena del crimen, lo castigó con varios latigazos, maldiciéndolo y diciéndole "¡Maldito eres pa' toa' la vida!"; luego le frotó ají en las heridas y le lanzó a un perro para que lo mordiera.
Según esta versión, el aullido o ladrido de un perro resulta la única manera de ahuyentar al Silbón.
En una segunda versión, se habla de que el Silbón era un muchacho mimado, al cual se le antojó comer vísceras de venado y obligó a su padre a salir de cacería. Sin embargo, su progenitor fue incapaz de capturar a un venado, y tras volver a casa sin el animal; el hijo enloqueció y lo asesinó; para después destazarlo y sacarle las vísceras necesarias para el guiso.
La madre, completamente ignorante de lo ocurrido; procedió a hacer la comida y fue ahí que se percató de que las vísceras no eran de venado, pues no se ablandaban como lo harían normalmente. Similar a la primera variante, el abuelo del chico se entera de lo ocurrido y lo castiga a punta de latigazos y una tortura que involucraba frotarle ají en las heridas y enviar a un perro a que lo atacara.
Al oeste de Colombia se le dice "Silbador", y ahí es el alma de un hombre parrandero que murió abandonado. Se dice que cabalga o ronda por las noches, buscando compañía. En otras regiones de Colombia, se dice que el Silbador persigue a las mujeres embarazadas y que su silbido pronostica la muerte de un conocido de quien lo escucha.
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