domingo, 16 de octubre de 2016

Esperanza.


Hola, querido.
No sabes quién soy, pero te conozco. Soy uno de los tres demonios que se te asignaron al nacer. Verás, existen personas en este mundo destinadas a la grandeza, destinadas a experimentar vidas alegres y satisfactorias.
Tú, lo siento mucho, pero no eres de esas personas. Y es nuestro trabajo asegurarnos que así sea.
¿Quienes somos?
Oh, sí. Por supuesto. Qué maleducado he sido. Déjame presentarnos.

Vergüenza es mi hermano menor. El demonio en tu hombro izquierdo. Vergüenza te dice que eres un fenómeno, que esos pensamientos que tienes no son normales y que jamás serás aceptado en ningún lugar. Vergüenza te susurró al hombro esa vez que mamá te encontró tocándote cuando eras niño. Vergüenza es el que hace que te odies.

Miedo se sienta en el hombro derecho.
Es mi hermano más viejo, tanto como la vida misma. El miedo llena cada rincón oscuro con monstruos, convierte a cada extraño que ves en la calle en un asesino. El miedo te impide decirle a tu amor platónico lo que sientes. Te dice que es mejor no intentar hacer algo porque fallarás. 
El miedo te hace construir tu propia prisión.
¿Y quién soy yo? Bueno, soy el peor de tus demonios, pero eso es porque me ves como un amigo. Piensas en mí cuando no te queda otra cosa, porque vivo en tu corazón. Soy el que te obliga a resistir. El que prolonga tu tormento.

Sinceramente, Esperanza.

jueves, 29 de septiembre de 2016

Los Monstruos de Narrabeen.

El caso de los Monstruos de Narrabeen comienza en 1968 en la región australiana de Nueva Gales de Sur: El 3 de abril de ese año, una mujer de nombre Mabel Walsh visitaba el lago Narrabeen, un estuario de agua salada en la costa al norte de Sidney cuando se topó con algo que jamás había visto antes.

La señora Walsh había estado conduciendo por un tramo de la autopista Wakehurst Parway de manera paralela al lago, cuando vio algo emergiendo de las aguas. Se detuvo para observarlo con más detenimiento, y su sorpresa fue mayúscula al ver una criatura de aspecto humanoide que asemejaba una especie de "hombre elefante".
De acuerdo con Walsh, el ser medía poco más de un metro de alto, tenía piel áspera y gris como la del elefante y piernas cortas, redondas y gruesas; mientras que sus extremidades superiores resultaban considerablemente más cortas. Walsh explicó que su cabeza tenía una forma similar a la del oso hormiguero, con una trompa alargada y ojos pequeños.

Al darse cuenta de que lo estaban observando, la criatura salió del agua y corrió tambaleándose hacia la autopista con un andar que a Walsh le recordó a un borracho, para después desaparecer en unos matorrales. La mujer se convenció de que la criatura no era ningún animal que hubiese visto antes, pero no pudo detenerse a investigar pues tenía prisa por un compromiso y además la zona de Narrabeen es famosa por sus cocodrilos de agua salada; lo que representaba un gran riesgo para la mujer.

El siguiente encuentro fue en abril de 1971, cuando dos pescadores dijeron haber visto una gran forma moviéndose cerca de la costa del lago Narrabeen. Al apuntarle con una linterna de queroseno, la luz titilante reveló que se trataba de una monstruosa bestia de piel gris y una trompa como la del elefante.
De manera interesante, esa noche una mujer que vivía al borde del lago dijo haber sido despertada por un sonido terrible como de gárgaras, y aunque no vio a la criatura, dijo que llevaba algo de tiempo sufriendo experiencias similares.
Los diarios australianos generaron una breve paranoia que desencadenó en un gran número de visitas al lago para ver al "Monstruo de Narrabeen"; y el investigador ufológico Bill Chalker visitó el lago a fines de la década de 1970 para investigar los avistamientos. Pasó varias noches acampado en la orilla para encontrar evidencias de la criatura, pero sin éxito alguno.

En 1985, Chalker entrevistó a un granjero llamado Cecil McGann, quien le relató sobre una experiencia desconcertante en 1927. En esa ocasión, McGann junto con vecinos y amigos lograron ver una extraña luz en el cielo que parecía bailar y zigzaguear a la distancia. A la mañana siguiente, las vacas de su familia se veían asustadas y se negaban a abandonar su corral.
No fue hasta unos días después que las vacas se calmaron y volvieron al prado a pastar. Más tarde ese mismo día, las vacas volvieron corriendo hacia la granja en una extampida, con expresiones de terror. Al meterlas al corral y contar las cabezas de ganado, McGann se dio cuenta de que faltaba una. Eso no lo sorprendió, pues era usual que las vacas sencillamente se salieran  y vagabundearan por la zona, así que el granjero montó a su caballo y decidió salir a buscarla.
Al llegar a la zona de pastoreo, se encontró con algo muy diferente a lo que habría esperado. En lugar de una vaca, McGann vio dos extraños humanoides con cabeza de elefante moviéndose entre los arbustos. Al día siguiente, los padres de McGann encontraron a tres de sus cerdos muertos y colgados tras una barda, con extrañas marcas en sus cuellos y sin una gota de sangre en el cuerpo.

lunes, 26 de septiembre de 2016

El francotirador fantasma de Camden.

Durante noviembre de 1927, varios automóviles y un autobús que viajaban por el puente de Camden, Nueva Jersey, fueron víctimas de un ataque repentino que destrozó sus cristales como si de una ráfaga de ametralladora se tratara.
Temiendo que fuese obra de algún asesino serial o psicópata, la policía se presentó de inmediato y acordonó el puente en su totalidad. Pero tras una exhaustiva búsqueda, la policía y un equipo de balística fueron incapaces de encontrar rastros de los proyectiles... casi como si las balas se hubiesen desintegrado.
Sorprendentemente, no hubo víctimas graves. Todas las heridas fueron producidas por los fragmentos de cristal al estallar los parabrisas, pero fue ahí que ocurrió lo más extraño: Durante el proceso de investigación, el oficial de policía John J. Rodgers cayó al recibir dos disparos mientras recorría el puente.

Tras el ataque a Rodgers se recuperó un proyectil azul de tamaño similar a una canica. En este caso, no se determinó como podría haber sido disparada con la misma potencia de una bala sin hacerse añicos al impacto, mucho menos el punto exacto desde donde se disparó. El otro proyectil recuperado quedó incrustado en uno de los rieles de acero del puente, dejando en claro que habían sido propulsados por una fuerza increíble.
Curiosamente, la única evidencia del disparo en Rodgers fue un moretón en la espalda.
Pese al descubrimiento de la canica, un análisis de los cristales destrozados reveló que lógicamente el daño fue producido por balas de calibre .22 o .25. 

Fotografía de la época mostrando el daño a un cristal.
En los días posteriores, varios automóviles, tranvías, autobuses, taxis y luces de la calle fueron reventados por balas 'fantasma'. Un total de 11 vehículos fueron dañados de esta forma, y en cada caso los testigos reportaron no haber escuchado algún disparo.
Las autoridades aún intentaban descubrir qué había sucedido cuando llegaron más noticias de ataques en otros sitios, todos al mismo tiempo. Una tienda en la zona de Crammer Hill fue atacada, y sus puertas de cristal reforzado terminaron destrozadas por los impactos de proyectiles invisibles.
La investigación del ataque determinó que el proyectil había sido disparado desde afuera, pero no hubo evidencia de fragmentos de bala o proyectiles como balines o canicas en las inmediaciones del edificio. Tampoco se reportó algún disparo.
Las localidades de Collingswood y Lindenwood fueron las siguientes, y como en los sucesos anteriores, no hubo disparos o evidencia de balas. En ciertas ocasiones, se recuperaron proyectiles convencionales como un tornillo de niquel o más canicas; pero no se estableció un enlace directo entre estas y el agresor. De cualquier manera, la mejor teoría fue que estos proyectiles habían sido disparados mediante el uso de un rifle de aire o resortera de gran poder.
Esa teoría se descartó debido a que en la época no existía ningún rifle de aire o resotera conocido que tuviera esa potencia. Otra teoría que prevalece hasta hoy es que el asaltante debía estar usando alguna especie de silenciador muy sofisticado.

En cuanto a los sospechosos, la falta de pistas condujo a búsquedas infructuosas.
En un caso, se arrestó a un niño con una resortera, pero se le liberó al no llegar a la conclusión de como era que podría haber disparado con la fuerza necesaria o como pudo ser responsable de los otros ataques.
Camden y las poblaciones vecinas ya se encontraban presa del pánico en ese momento, y si bien el tirador no había matado a nadie hasta el momento, para algunos pobladores era cuestión de tiempo. La gente ya no salía de sus casas y evitaba pasar por el puente. Es durante este pánico que se cree que debió haber imitadores que aprovecharan el caos para realizar otros ataques similares.

La primer evidencia concreta de un atacante llegó durante un incidente en el cual dos mujeres dijeron haber visto a un extraño afuera de su ventana a eso de las cuatro de la mañana. 
Las mujeres dormían en una habitación cuando el cristal de la ventana explotó en añicos. Al asomarse, lograron ver a un hombre misterioso cruzando la calle a gran velocidad. En palabras de una de las mujeres:

"Vimos a un hombre con un arma al otro lado de la calle. Miraba nuestra ventana. Y mientras lo veíamos, salió corriendo hacia la esquina. Ahí lo escuchamos decirle a otro hombre 'ya está bien, Louie'."

El hombre fue descrito como alguien muy alto y con una agilidad sorprendente para su tamaño, y que desapareció en la oscuridad de manera muy fácil. 
Nunca se supo quién era o la identidad de 'Louie', pero en este caso sí se logró recuperar una bala de calibre .32 en el piso del dormitorio. Lo que no se identificó fue de qué dirección se disparó el arma, la identidad del perpetrador o el arma en cuestión.
El pánico continuó por unos meses hasta que se detuvo repentinamente en 1928, dejando a las autoridades incapaces de resolverlo hasta el día de hoy. 

La rana.


Mi abuelo tiene una casa en lo más profundo de los bosques, tan apartada de la civilización que lo único que podía hacer durante las vacaciones era salir al campo y atrapar serpientes o perseguir perros salvajes.
Era un niño estúpido y sin temor a nada, por eso dormía solo en una pequeña cabaña para huéspedes en la orilla del terreno; justo al borde de un pantano de agua salada infestado de mosquitos, serpientes y ranas enormes.
Lo que voy a contar me ocurrió durante unas vacaciones de verano, pues habíamos viajado para celebrar el cuatro de julio con el abuelo.  Ese día me sentía muy cansado por el viaje, por
eso llegué directamente a dormir en la cabaña. Estaba en ese lapso entre la consciencia y el sueño cuando me di cuenta de que algo no iba bien.
No se escuchaba un solo sonido.
El croar de las ranas, los pájaros en los árboles, las toneladas de mosquitos y bichos en los mosquiteros de la ventana... absolutamente nada.
Me quedé confundido, así que decidí echar un vistazo por la ventana. Oscuridad total.
Era ya de noche.
Mi curiosidad me obligó a vestirme, ponerme botas y rociarme de repelente para salir. Y al estar afuera, me asustó la quietud del ambiente... nada de movimiento, ruido o viento. En todos los años que llevaba yendo al lugar siempre había nubes de mosquitos rondando, alguna rana al borde del agua o incluso el ulular de un búho en los árboles.
¿Qué demonios pasaba?
Di una vuelta alrededor de la cabaña, esperando escuchar algo más que el ruido de mis pies sobre el pasto... y entonces vi el lago.
Había algo al otro extremo de la orilla, como a treinta metros de donde me encontraba. No se movía, pero era enorme. Como de la mitad de mi tamaño y mucho más ancho que yo. Eso bastó para que se fuera la valentía que me quedaba, porque recordé que no había nada tan grande viviendo cerca del lugar.
No podía ser un cerdo, un oso o algún animal que conociera.
Entonces, el bastardo croó.
Como una rana, pero mucho más fuerte.
Me caí de espaldas por el susto, y eso debió haberlo alertado porque la cosa se giró y saltó al pantano. Pensé que venía por mí, así que corrí de vuelta a casa y me encerré a cal y canto.
Jamás le dije a nadie, y no me he vuelto a acercar al pantano desde entonces.
Hasta el día de hoy, duermo en la casa principal cada que visito al abuelo.

jueves, 22 de septiembre de 2016

En la playa.


Esto sucedió durante unas vacaciones en Fiji con una amiga y su familia.
Durante una noche, su papá nos contó una historia sobre el camino que recorríamos cada que íbamos a la playa. El camino era como cualquier otro, con la diferencia de que a un costado había una zanja de metro y medio de profundidad por la cual corría un pequeño riachuelo.
Como sea, su padre nos contó que hace años había una chica que solía recorrer ese camino todos los días para ir a la escuela. Una chica hermosa y que era conocida por todos gracias a la falda larga que usaba siempre.
Un día, sin embargo, se perdió sin dejar rastro.

A la policía le tomó cinco días encontrarla en la zanja a un costado del camino. Cuando la hallaron, se dieron cuenta de que había sido violada, mutilada y decapitada. Su cabeza jamás apareció, aún cuando la policía rastreó la zona de manera extensiva.
Su cuerpo fue subido a una camioneta y llevado al forense para determinar la fecha exacta de su muerte. Pero, y aquí comienza lo espeluznante, es que el cuerpo ya no se encontraba en el vehículo cuando los oficiales decidieron bajarlo.

¿Cómo era posible?
Nadie lo sabe, lo que es cierto es que al día siguiente lo volvieron a encontrar en la zanja y en la misma posición que cuando fue descubierta. Eso asustó a los detectives, pero decidieron seguir con su trabajo y llevárselo otra vez. Así que, ya se imaginarán que estaban muertos de miedo cuando volvió a ocurrir lo mismo.
Luego de varios intentos más, los oficiales decidieron rendirse y enterrar el cuerpo en la zanja.

De vuelta a mi viaje, ese día tuvimos mucha diversión en la playa, y ya era de noche cuando volvíamos a casa por el camino. A mitad del trayecto, vimos a una chica caminando del lado del camino en que se ubicaba la zanja. Era bonita y llevaba una falda larga. También tenía el cabello muy corto, lo que no era muy de mi agrado pero en cierto modo le iba bien.
El papá de mi amiga también la miró, aunque de manera diferente... porque nos dijo que no volteáramos mientras la pasábamos de largo.

No pude evitarlo.
Sentía que debía echarle un último vistazo. Así que volteé.
Lo que vi fue a una "mujer" sin cabeza caminando rumbo a la playa.

martes, 30 de agosto de 2016

Búsqueda y Rescate.

No sabía donde postear estas historias, así que se me ocurrió compartirlas aquí.
He trabajado como oficial de Búsqueda y Rescate para el Servicio Forestal de los Estados Unidos, y durante mi carrera he visto ciertas cosas que quizás puedan interesarles.

Tengo un buen récord en localizar gente perdida. 
La mayor parte de las veces se trata de personas que se apartan del camino o caen de un risco pequeño y ya no pueden encontrar como volver; así que se quedan en un lugar y esperan el rescate. Esos son los fáciles.
Pero hubo dos casos en los que eso no ocurrió. Me molestan hasta la fecha, de hecho; y los uso como motivación cada que nos llega un nuevo reporte de desaparición. El primero fue un niño que estaba recogiendo bayas con sus padres: Su hermana y él desaparecieron al mismo tiempo.
Sus padres los perdieron de vista por unos segundos , lo suficiente para que los chicos pudieran apartarse de ellos.
Al no encontrarlos por su cuenta, nos llamaron para ir a peinar el área. Encontramos a la niña muy rápido, y cuando le preguntamos por su hermano nos dijo que se lo había llevado "el hombre oso". Nos contó que el hombre le dio bayas y le pidió que guardara silencio, que quería jugar con su hermano por un momento. 
La última vez que vio a su hermano, el niño iba sobre los hombros del "hombre oso", bastante tranquilo. Claro que pesamos que se trataba de un secuestro, pero jamás encontramos evidencia de que hubiese otro ser humano en el área. La niña insistía que no era un hombre normal, y que tenía "una cara extraña". 
Buscamos por semanas, pero nunca encontramos rastro del niño.
El segundo caso fue el de una mujer joven que había estado caminando con su madre y abuela. De acuerdo a la madre, la chica subió a un árbol para ver mejor el bosque, pero jamás bajó de las ramas. Esperaron en la base del árbol por horas, llamándola hasta que decidieron buscar ayuda. Como en el primer caso, buscamos por todos lados pero no logramos hallar siquiera un rastro de la chica.
No tengo idea de donde pudo haber ido, porque ni su madre ni la abuela la vieron bajar.

En ciertos casos, he estado acompañado por un perro de rescate que me guía a riscos verticales. No colinas, no laderas de montañas. Riscos afilados en los que nadie podría trepar ni con equipo de escalada. 
Eso me perturba. Porque por lo regular encontramos a la persona en cuestión en la cima del acantilado sin explicación de como llegó ahí.

Un caso particularmente triste involucró la recuperación de un cuerpo. 
Una niña de nueve años cayó por un acantilado y terminó empalada en un árbol al fondo. Fue un accidente terrible, y nunca olvidaré el grito de su madre cuando le conté qué había pasado. Vio la bolsa para cadáveres siendo subida a una ambulancia y dejó salir el llanto más desgarrador que jamás he escuchado.
Fue como si toda su vida se desmoronara en torno a ella y una parte de sí hubiese muerto con su hija. Un tiempo después escuché de otro oficial de rescate que se había suicidado unas semanas después, pues no pudo vivir con lo que había pasado.

En otra ocasión tuvimos que trabajar en equipos y usando armas porque llegaron reportes de osos en el área. Esa vez estábamos buscando a un tipo que no había regresado de un viaje de escalada; y lo encontramos atrapado en una zanja con una pierna rota.
No fue bonito. Llevaba casi dos días ahí, y su pierna se había infectado. Logramos treparlo a un helicóptero y por lo que escuché de los paramédicos, el tipo estaba inconsolable. Decía que había logrado subir un acantilado sin problemas, pero al llegar a la cima se encontró con que ya había alguien ahí.
Se le hizo raro que el hombre no llevara equipo para escalar o herramientas, y que únicamente vistiera con un abrigo parka y pantalones de ski.
Se le acercó para hablar con él, pero  al hacerlo éste volteó y en donde debía estar su rostro solo había un espacio en blanco, como un lienzo de carne. Eso asustó al escalador y lo hizo caer por la orilla de la montaña; donde quedó atrapado. 
Escuchó al sujeto sin cara gritando toda la noche, bajando por la ladera de la montaña y emitiendo gemidos ahogados. Eso me asustó muchísimo, y agradezco el no haber estado ahí para escuchar la historia de boca del escalador.

De las cosas que personalmente me han pasado, una que recuerdo bien involucra la búsqueda de una mujer joven que se separó de su grupo de escalada. Estuvimos afuera toda la noche, y la encontramos hecha un ovillo bajo un tronco podrido.
Le faltaban los zapatos y la mochila, y claramente estaba en shock. No tenía heridas, así que pudimos hacerla caminar junto a nosotros de vuelta a la base. A lo largo del camino volteaba constantemente hacia atrás y nos preguntaba porqué "ese hombre grande con ojos negros" nos estaba siguiendo.
No vimos a nadie, así que tuvimos qué descartarlo como un síntoma de shock. Pero mientras más nos acercábamos a la base, la mujer se agitaba más. Me suplicaba que le dijera al tipo que dejara de "hacerle gestos", al grado de que se detuvo, giró y empezó a gritarle al bosque que la dejara en paz.
Gritaba que no iba a ir con él, y que tampoco iba a permitir que nos llevara. Al cabo de un rato logramos moverla, y fue entonces que escuchamos unos ruidos que parecían venir de todos lados. Era casi como una tos, pero con ritmo definido y más profunda. Algo como el ruido que hace un insecto, pero más fuerte; porque no tengo una mejor forma de describirlo. Cuando estábamos cerca de la base, la mujer me miró y vi que sus ojos estaban tan abiertos como era posible. Me sujetó por el hombro y dijo: "Él dice que camines rápido, que no le gusta ver la cicatriz en tu cuello".
Sí. Tengo una cicatriz pequeña en la base del cuello pero quedaba oculta bajo el cuello de mi camisa, así que no tengo ni idea de como fue que la mujer la vio. Después de que dijera eso escuché una tos extraña junto a mi oído, y eso me hizo saltar. La apresuré a entrar a la base, tratando de no mostrar qué tan asustado estaba, pero sí puedo decirles que estuve condenadamente feliz de dejar el área esa noche.

La última historia que contaré es tal vez la más extraña.
No sé si sea algo constante en todas las unidades de Búsqueda y Rescate, pero en la mía es una especie de cosa secreta con la que nos topamos de vez en cuando.
Pueden intentar preguntarle a otros oficiales de ByR, pero incluso si saben de qué hablan no creo que les comenten algo al respecto. De hecho, nuestros superiores nos pidieron no hablar de ello y a estas alturas estamos tan acostumbrados que ni siquiera nos parece extraño.
En cada caso que involucra adentrarnos en los bosques, y hablo de entre 50 y 70 kilómetros en el interior del bosque; siempre llega un momento en que encontramos una escalera en el bosque. Sí, una escalera. Como la de una casa.
Pregunté de qué se trataba la primera vez que la encontré, y el oficial que me acompañaba me respondió que perdiera cuidado, que era algo normal. Todos a los que les pregunté contestaron lo mismo. Quería verlas y saber de qué se trataba, pero se me dijo de manera muy enfática que jamás me les acercara.
Ahora solo las ignoro porque las veo muy seguido.

La mujer burro de San Antonio.

A mediados del siglo XIX, una familia de colonos habitaba una cabaña a las orillas de la cañada Elm, en lo que eventualmente serían los suburbios de San Antonio, Texas. La familia consistía de un hombre, su esposa y dos hijos; que pasaban por muchas carencias al intentar plantar cultivos en el árido suelo del sur de Texas.
Un día, el hijo de un adinerado mercante de San Antonio pasó montado a caballo cerca de la propiedad y se encontró con un burro que pastaba a un lado del río. El aburrido joven tomó una rama y comenzó a golpear al burro hasta que el animal se desesperó y le soltó una mordida en el brazo.
Esto hizo enfurecer al chico, que entonces atacó con más saña hasta casi dejar muerto al pobre animal. Cuando ya se encontraba a punto de rematarlo los dueños del burro escucharon los chillidos del animal y corrieron en su ayuda; lanzando una lluvia de rocas al intruso sin saber de quién se trataba.
El joven herido subió a su caballo y se alejó galopando a toda velocidad, gritando que se vengaría de los colonos.

Esa misma noche, un grupo de matones liderados por el mercader y el muchacho volvieron a la cabaña y le prendieron fuego con antorchas; y dispararon con sus rifles para impedir que cualquiera de los habitantes escapara de las llamas.
El esposo desesperado ideó un plan: Saldría y distraería a los atacantes, comprando el tiempo necesario para que su esposa e hijos pudiesen salir y pidieran ayuda a las autoridades. De cualquier modo su plan falló casi instantáneamente; pues los hombres le dispararon en cuanto asomó la cabeza por la puerta. 
La casa ardió y los gritos de la mujer y sus hijos al quemarse vivos resonaron a lo largo del río hasta que finalmente se apagaron y del lugar solo quedó un montón de escombros humeantes.

Habiendo obtenido su venganza contra los pobres colonos, el mercader estaba por dar la orden de retirarse cuando súbitamente, una figura maltrecha y envuelta en llamas salió de los restos carbonizados de la casa. La figura maltrecha se acercó tambaleándose al grupo, cegada por el dolor.
La esposa del colono había sido quemada al grado en que sus manos quedaron reducidas a muñones negros y la piel de su rostro colgaba deformada por el calor como si fuese el hocico de un burro o un caballo.
Sus ropas también habían sido destruidas, y dejaban ver un cuerpo ennegrecido y marchito que de alguna forma seguía quemándose. El ser lanzó un gemido desgarrador y pasó corriendo de largo frente al grupo para arrojarse a las aguas del río con la intención de ahogar su dolor. El grupo de criminales decidió seguirla para rematarla, pero al llegar al agua no encontraron rastro alguno de la mujer en el río poco profundo.

Desde esa terrible noche, los viajeros que pasan cerca del lugar que hoy se conoce como "el Puente de la Mujer Burro", han reportado ocasionalmente encuentros con el  espectro del mismo nombre; el cual grita y llora debajo del puente y en los bosques cercanos. Algunos inclusive dicen haber sido atacados por una criatura  que salta sobre los autos y araña las ventanas mientras grita que la dejen entrar.
Se dice que si te estacionas debajo del puente y apagas tus luces en una noche de luna llena, de seguro encontrarás algo que atormentará tus sueños durante el resto de tu vida. 
La figura quemada y deforme conocida como La Mujer Burro.