sábado, 16 de abril de 2011

El Gran Hambre


De acuerdo a los mitos de su época, durante la Primera Guerra Mundial, tanto los soldados alemanes como ingleses experimentaron un gran número de fenómenos que fueron oficialmente suprimidos por ambos gobiernos. Hubo rumores de armas secretas y experimentos ocultos, pero en especial hubo una historia que era demasiado extraña hasta para los endurecidos soldados, y que ninguno pudo achacarle a los experimentos de ambos bandos con el fin de ganar la guerra.
La batalla de Flanders
Se dice que luego de la batalla de Flanders, los cirujanos y enfermeras en los hospitales comenzaron a encontrar errores en los diarios de admisión. Los libros mostraban soldados postrados en camas que no habían sido ocupadas en días. Como si los heridos simplemente se pusieran de pie y salieran de ahí justo tras ser admitidos.
 Una semana después, los hospitales en toda Francia comenzaron a reportar desapaiciones. Durante la noche y bajo cuidado del personal, hubo soldados que fueron removidos por un agente desconocido e invisible jnuto con sus objetos personales. Primero se pensó en que simplemente habían desertado, pero la gravedad de algunas de las heridas hacía que dicho escape resultara imposible.
Los doctores le pedían discreción a los ayudanes para calmar el pánico, pero la noche continuaba comiéndose a los hijos inválidos de Inglaterra con rapidez.

El "Cristo de las Trincheras".
Esto  no pasó desapercibido para los demás pacientes, y eventualmente su miedo de permanecer en la cama sobrepasó el terror que tenían a los alemanes; al grado que un susurro erróneo de parte de una enfermera descuidada condujo a un disturbio que acabó en varios suicidios. Los pacientes comenzaron a describir sueños y pesadillas de criaturas de ojos vidriosos, que se movían en las sombras de los doctores y acariciaban a los moribundos con cientos de dedos largos y delgados. Las ilusiones y la histeria llegaron a un punto en que no podían ser suprimidos, y los hospitales se vieron obligados a cerrar, mandando a los enfermos y heridos de vuelta a Inglaterra bajo un sinfin de excusas.


Las desapariciones acabaron casi inmediatamente, y los oficiales al mando borraron todos los registros, citando como causa los efectos alucinógenos de ataques alemanes con gas. Aún así, tras el final de la guerra se hallaron registros ultrasecretos alemanes que describían una amenaza casi idéntica...
Una vez que los hospitales franceses cerraron, las pérdidas alemanas se duplicaron en el transcurso de una noche. De hecho, el malefactor siguió la retirada alemana hacia la capital, donde la hospitalización se transformó en algo equivalente a una sentencia de muerte.







Conforme los poderes de la Entente se acercaron a Berlín, las declaraciones enloquecidas de doctores y enfermeras crecieron hasta igualar las de sus pacientes: visiones horribles de ojos enormes y negros, y dientes como agujas que fueron ignorados por el gobierno.

Justo antes de la caída de Berlin, los reportes y las plegarias que pedían una intervención militar cesaron. Los doctores y el personal volvieron a sus labores, y los cuentos de acechadores espectrales fueron achacados a ilusiones y stress por la guerra. La lucha terminó y no se condujo investigación formal al respecto por ambos bandos.

No hubo explicaciones respecto al fenómeno, y todo lo que nos quedó fueron historias sombrías de locura hospitalizada. Aún así, es extraño pensar que una joven generación entera de doctores alemanes, que juraron no hacer daño - los mismos doctores que de pronto olvidaron el horror acechante - fueron tan complacientes con los planes sanguinarios del partido Nazi décadas más tarde. Y todavía más extraño, fue que su devoción a la carnicería en realidad parecía más hambre que odio.

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